El periodista
del siglo XXI no es más que un empleado de la industria de la información, un
mero espectador de la encarnizada guerra mediática alimentada diariamente por
el poder político y económico
¿Quién es
periodista? ¿En qué consiste hoy el ejercicio profesional del periodismo? Las
múltiples respuestas fluyen y se entrecruzan entre la bondadosa retórica
decimonónica -el Periodismo como tal nació en el siglo XIX- y la dura
realidad que actualmente afecta a esta profesión. La vocación perdura, pero la
libertad murió. El periodista del siglo XXI no es más que un empleado de la
industria de la información, un mero espectador de la encarnizada guerra
mediática alimentada diariamente por el poder político y económico.
El pasado
domingo, Olga Rodríguez, periodista y defensora de la comunidad en eldiario.es,
publicó un interesante artículo donde preguntaba
de qué lado queremos estar los periodistas. ¿Junto al poder o junto a los
ciudadanos? ¿Hemos de defender los intereses de la empresa que nos paga o
luchar por el rigor que se presupone a esta profesión? En conclusión, ¿tenemos
que dejar de cuestionarnos todo y trabajar con el objetivo de perpetuar el
pensamiento dominante o debemos ser altavoz de la ciudadanía en contra de los
poderes privados?
Como supuesto
profesional de la materia –ni siquiera existe un acuerdo en el sector para
definir concretamente quién es periodista y quién no- me decanto por la segunda
opción, sin embargo, es cierto que cada vez es más complicado hacer buen
periodismo en los medios de comunicación de masas. El mensaje que llega a los
ciudadanos a través de televisiones, radios y periódicos es homogéneo. Todo
está encuadrado en un mismo sistema caduco que nadie cuestiona. Unos piden
algunas reformas, otros se decantan por meros retoques. Pero nadie osa
cuestionar los cimientos del maltrecho edificio.
Precariedad y
control
Las
informaciones veraces, rigurosas, contrastadas y contextualizadas son
prácticamente historia, especialmente porque la precariedad laboral no da pie a
ello. Las redacciones están cada vez más vacías, decenas de ERE acaban con otros
tantos medios, y miles de profesionales se ven abocados al paro y a la
desesperación. Burger King, McDonald’s y centros comerciales en general se
están convirtiendo en la única salida para muchos de ellos. Y los que se
quedan, malviven. Jornadas abusivas, salarios irrisorios, derechos nulos. Los
empleados de las industrias de la comunicación –becarios explotados en muchos
casos- no son más que distribuidores de la información que generan los poderes
políticos, económicos, culturales, deportivos y de cualquier otro sector.
Además, quienes se atreven a bordear la línea e intentar ejercer un periodismo
libre y contrastado, son presionados por sus propias empresas para que rechacen
tal osadía.
Y, a pesar de
todo, me pregunto: ¿Qué libertad de prensa vamos a poder ejercer cuando la
información está tan controlada? Fox News, Time Warner, Disney, Sony,
Bertelsmann, Viacom y General Electrics conforman siete oligopolios mediáticos
que controlan el 70% de los medios de
comunicación mundiales. Ellos, junto a las cuatro grandes agencias de
información –Associated Press (Estados Unidos), France Press (Francia), Reuters
(Inglaterra) y DPA (Alemania)-, que controlan el 90% de la información que se
distribuye en todo el mundo, deciden qué es noticia y qué no, qué se debe
conocer y qué hay que ocultar. Su principal motor es el beneficio económico,
por lo que la información no rentable no será nunca transmitida. Asimismo,
aquellas noticias que puedan poner en peligro su status privilegiado serán
escondidas o tergiversadas con el fin de que su pedestal no se tambalee. Y así
funciona todo.
El control en
España
En los últimos
años, Internet ha irrumpido en la sociedad y ha propiciado que centenares de
blogs y medios alternativos se multipliquen en la Red. Cada vez son más los
medios donde poder encontrar esa contra-información que los medios generalistas
no ofrecen, pero también es cierto que todavía llegan a muy pocas personas. En
España, el 71,4% de los españoles se informa
exclusivamente por la televisión y es ahí donde el control se muestra más claro
y contundente.
Telecinco y
Cuatro son parte del emporio mediático del magnate italiano Silvio Berlusconi.
Antena 3 es propiedad mayoritaria de José Manuel Lara, dueño del Grupo Planeta,
que también controla La Razón y Onda Cero. TVE, La 2 y el
canal 24 Horas son de titularidad pública y son gestionadas directamente por el
Partido Popular, que ha modificado la ley para que su control pueda ser todavía
más directo. Hasta la llegada del PP, el nombramiento del director general era
necesario consensuarlo en el Parlamento. Ahora, se ha roto ese pacto y el
Gobierno es quien propone y decide. Algo similar ocurre con las televisiones
autonómicas, cuyas informaciones ondean del lado del partido que gobierna cada
comunidad. Todas tienen tremendas pérdidas y actualmente la mayoría de ellas
está en trámite de privatización, total o parcial.
La última
porción de la tarta se la dividen, a muy pequeña escala, las plataformas
digitales. La mayoría son de ideología ultraconservadora (Intereconomía, 13TV,
Libertad Digital TV…), deportivas (Marca TV, Teledeporte, Gol TV) o infantiles.
El resto son filiales de los grupos y televisiones anteriormente citados (Neox,
Nova, La Siete…). Muchas están arruinadas, pero se mantienen a flote como
instrumento de influencia ideológica y mantenidas, principalmente, por
inversores privados con fuertes intereses económicos, especialmente en la
difusión del mensaje neoliberal.
En conclusión,
los empresarios de los medios de comunicación anteponen los intereses
económicos al derecho a los ciudadanos a estar verazmente informados, obviando
los principios éticos y deontológicos de la profesión periodística. Toda la
información de los grandes medios está al servicio y en sintonía con sus dueños
y con sus compromisos políticos, económicos y morales. La publicidad manda.
Inversores y accionistas son quienes llevan el timón. Y claro ejemplo de ello
es que en nuestro país sigue sin haber una Ley de Prensa justa, puesto que la que
sigue vigente es aquella que en 1966 aprobó el entonces ministro franquista de
Información, Manuel Fraga Iribarne, con unos pequeños retoques aprobados por
Real Decreto en 1977.
Los
profesionales del Periodismo seguimos sin protección. No tenemos estatuto común
a la profesión y nuestros derechos laborales se ven vapuleados año tras año. El
periodista mileurista es un afortunado a los ojos del resto. Falta unión y
falta acción. Tanta desidia acabará con nuestra profesión y nos convertirá en
juntaletras sin futuro. En meros voceros del poder. No lo podemos permitir.
Artículo
publicado en Fundación Melior
Fundación
Melior
La Fundación
Melior es una organización sin ánimo de lucro, independiente, apartidista y
aconfesional.
Misión, visión
y valores
Nuestra misión
consiste en promover y acelerar el cambio social hacia un mundo mejor (del
latín melior). Para ello, desarrollamos una labor de
sensibilización y concienciación en torno a los grandes retos de nuestro
tiempo, que están interconectados y no pueden tratarse de forma separada. Por
eso abordamos en su conjunto ámbitos como el desarrollo humano, la economía, la
política, la ecología o los principios y valores necesarios para el cambio.
Nuestra visión
es la de un mundo más justo, equilibrado y sostenible. Aspiramos a una sociedad
formada por ciudadanos plenos, activos y comprometidos, que participen en la
defensa del bien común y el interés general.
Conoce más en
en www.melior.is
1 comentario:
Hay un número creciente de personas que cree que l@s periodistas están dejando de tener sentido.
Yo creo que cierto periodismo no merece reconocimiento(s)
Pero también sé que hay periodistas (como agujas de alfiler) que intentan pinchar. Ésos son los imprescindibles!
Publicar un comentario