Pablo Iglesias resurge como
el mesías, el libertador, el Julio César del siglo XXI. Pero no, yo no quiero
líderes. Los proyectos sólidos surgen desde abajo
El miércoles tuve la suerte asistir al
estreno de Julio César, la magnífica obra de Shakespeare que mi
paisano Paco Azorín ha recuperado de la mano de Mario Gas, Peris Mencheta o
Tristán Ulloa y que se puede ver en el Bellas Artes de Madrid hasta el 2 de
marzo. En una obra donde el lenguaje y la interpretación de los actores brilla
por encima de la escenografía, recatada para no robar protagonismo al mensaje,
surge una duda inmensa: ¿necesitamos
un líder que nos guíe en el tortuoso camino de nuestro devenir? Julio César, en los ojos de
Shakespeare, era un líder ambicioso, a la par que bueno con su pueblo. Tenía la
necesidad constante de conquistar territorios y doblegar enemigos, pero también
de potenciar el bienestar del pueblo romano. Sin embargo, a los ojos envidiosos
de su protegido Bruto y Casio, cuñado de este, César no era más que un dictador
que privaba de libertad a todo un pueblo.
Ese pueblo, incapaz de decidir por sí mismo, de razonar, pensar
y entender su situación, se dejaba guiar cual veleta por las elocuciones de
unos y otros. Tras el asesinato de Julio César, a manos de Bruto y Casio, el
pueblo vitoreó a los asesinos al grito de libertadores. Sin embargo, en el
funeral del supuesto dictador, Marco Antonio, el colaborador más estrecho de
César, fue capaz de reconducir la opinión de toda la masa y posicionarla en
contra de los supuestos salvadores de la patria, convertidos en magnicidas en
apenas unos minutos. Una chispa que significó una guerra civil que enfrentó a
unos y otros hasta que César Augusto, en el ejército de Marco Antonio y como
legítimo heredero de César, llevó de nuevo la paz a Roma y se encumbró como el
primer emperador del Imperio Romano. Había nacido otro líder.
No cabe duda, de que si la historia de griegos y romanos
estuviera más presente en nuestras vidas, tendríamos respuesta a muchos
problemas que hoy nos parecen irresolubles por su complejidad. Comparemos. El
pueblo romano, en apenas unos segundos cambió su parecer y apoyó a Marco
Antonio en detrimento de Bruto y Casio. Quizá, si el orden de los discursos
hubiera sido el contrario, los asesinos habrían podido reconducir de nuevo su
situación hacia la de libertadores del pueblo. Por tanto, me pregunto, ¿hasta
qué punto pueden influir los líderes carismáticos y su oratoria en nuestras
decisiones? ¿Hasta qué punto se puede modificar nuestra conducta en la
dirección que ese líder desea?
Hace unos días, Pablo Iglesias presentó el partido Podemos. Llegó
como un mesías. Como el gran César salvador del siglo XXI. Y muchas personas
que hasta hace apenas una semana funcionaban de manera asamblearia,
participaban activamente en proyectos autogestionados y trabajaban colectivamente
en la construcción de su propio futuro, en común y horizontal, con proyectos
anticapitalistas y al margen del sistema político que nos rige, se dejó caer
entre los brazos del nuevo líder. Pablo Iglesias, que como me aseguran, jamás
ha participado por ejemplo en la reivindicativa asamblea de Somosaguas, en su
propia facultad, llega ahora como el portavoz de todos esos movimientos que
desde hace años se arraigan poco a poco en los barrios y pueblos de España con
el único objetivo de tumbar la injusticia reinante. ¿Quién te ha elegido
Iglesias? ¿Qué proceso asambleario y horizontal has superado para alcanzar tal
distinción? ¿Quiénes te han elevado a los altares del Olimpo?
No, no quiero líderes. No quiero mesías. Creo que cada persona
es capaz de asumir ese liderazgo que parece que ahora mismo solo es capaz de
reconducir el maestro Iglesias. Los líderes no dan sentido a los proyectos, son
las personas quienes lo hacen. Y este proyecto que tú ahora crees encabezar,
respaldado por varios miles de firmas de personas que quizá han perdido fuelle
en su proceso de empoderamiento, está en pleno proceso, pero con un
planteamiento horizontal y colectivo.
Para concluir, me permito el lujo de parafrasear a Carlos Taibo, y ratificar así
“mi compromiso franco con la organización desde abajo, desde la autogestión,
desde la democracia y la acción directas, desde el apoyo mutuo y desde la
desmercantilización”. Yo tampoco estoy en la pelea electoral que parece ser el
principal y único objetivo de Iglesias y cía. No estoy dispuesto a sucumbir
ciegamente a las bonitas palabras del nuevo líder, por muy subversivo que sea
su mensaje.
2 comentarios:
"Chapeau" has dado en el clavo, quien cojones ha elegido a este hombre para representar a nose sabe quien.
O por lo menos ha preguntado antes de su candidatura que es lo que queremos hacer la gente de izquierdas????
Porque yo, personalmente, quiero colagr del cuello a mas de uno, y este tipo no me ha preguntado ni a mi ni a nadie, segruo, que es loq ue queremos.
Eso es lo primero en una democracia,creo yo, elegir a alguien que vaya con nuestras "ideas" a proponerlas y defenderlas con uñas y dientes joder, que ya estoy hasta los cojones de oir por ahi de tanta puta democracia y hay mucha confusion
El señor Iglesias representará a quien se adhiera a su proyecto y desee que sea su representante o lider.
No entiendo a que viene esa indignación.
Tambien hay quien puede cuestionar que eso de ...ratificar así "mi compromiso franco ... desde la desmercantilización”, escrito en Blogger, perteneciente a uno de los grupos más mercantilistas del planeta, es un tanto incoherente.
Un saludo. .
Publicar un comentario