Os ofrezco hoy este análisis que he realizado según las noticias y artículos aparecidos en los últimos días en El País, La Vanguardia y El Mundo sobre la difícil situación actual del Líbano.
El asesinato el día 12 de diciembre en Beirut del general François Al Hajj, cuyo nombre se barajaba para encabezar en breve el Ejército libanés, la única institución neutral que verdaderamente queda en pie en el país, agrava la crisis política que vive Líbano. ¿A quién beneficia este crimen, condenado por todos los partidos libaneses, que alimenta aún más el caos en el país árabe? En primer lugar, a la marca Al Qaeda. Justamente, Al Hajj había estado al frente de la intervención del Ejército contra militantes del grupo salafista Fatah Al Islam, en un campo de refugiados palestinos que se saldó la primavera pasada con 400 muertos y millares de desplazados. El general asesinado también tuvo un papel esencial en el despliegue del Ejército tras la guerra de Israel contra Hezbolá en el verano de 2006 y en la coordinación con las fuerzas de la ONU, la Finul en la que participa España.
La reciente conferencia de Anápolis (celebrada hace unas semanas para llegar a un principio de acuerdo para la independencia de Palestina) y el asesinato del general están relacionados, y sirven para demostrar que estas conferencias de paz sirven exactamente para lo contrario. La misma semana de la conferencia de Annapolis, The New York Times entrevistaba a un alto funcionario de la administración Bush a propósito de la decisión de invitar a Siria a la conferencia. El alto funcionario argumentaba: “Mire, un grupo en la Liga Árabe estaba diciendo que no podía asistir a menos que Siria fuera incluida en la agenda. De modo que incluimos a Siria. ¿Qué nos costó? Nada”. Dudo que el propio funcionario no supiera que EEUU sí ha pagado un precio por la participación de Siria. Lo que ha costado la participación de Siria en Annapolis a EEUU es Líbano, y el atentado contra el general, la demostración. Inmediatamente después de la conferencia, la mayoría anti-siria del Parlamento libanés accedía a apoyar al candidato de Siria, el general Michel Suleiman, como próximo presidente libanés a reemplazar a un agente sirio, el expresidente Emil Lahoud. Como explicaba al Times Talal Atrissi, analista político de la Universidad Libanesa, “los sirios no querían ir a Annapolis y sin ellos la conferencia habría sido un fracaso. Los sirios cambiaron su participación, que no les costaba nada, por un acuerdo sobre la presidencia libanesa”. Menos de dos semanas más tarde, sabemos que las Fuerzas anti-sirias de Líbano interpretaron la decisión norteamericana de invitar a Annapolis a los sirios como el abandono de la democracia libanesa por parte de los americanos. El ascenso de Suleiman a la Presidencia libanesa es desastroso para EEUU por dos motivos: destruye la credibilidad norteamericana como aliado, y con la decisión de Condolezza Rice de presionar a Israel, su postura lánguida ante los abusos de Rusia contra Ucrania y Polonia, su abandono de Japón en favor de apaciguar a Corea del Norte y su abandono de las fuerzas políticas pro americanas en Irak, la elección de Siria en lugar de los demócratas libaneses deja claro que no hay ninguna ventaja de ser pro americano.
Volviendo al asesinato de François Al Hajj, atribuido tanto a Siria como a Israel y hasta al propio ejército libanés, aunque todas las bombas del servicio secreto sirio han estado dirigidas a liquidar a los miembros de la oposición (necesita matar a 8 para forzar un proceso favorable, y ya ha matado a 6), la necesidad de matar a un miembro del Ejército es ésta: Haij, además de ser el sucesor a Suleiman, era reformista pro occidental, y anti-Hezbolá (organización islamista libanesa prosiria y proiraní que cuenta con un brazo político y otro armado). Annapolis ha premiado pues de manera sustancial a Siria a cambio de nada.
El asesinato el día 12 de diciembre en Beirut del general François Al Hajj, cuyo nombre se barajaba para encabezar en breve el Ejército libanés, la única institución neutral que verdaderamente queda en pie en el país, agrava la crisis política que vive Líbano. ¿A quién beneficia este crimen, condenado por todos los partidos libaneses, que alimenta aún más el caos en el país árabe? En primer lugar, a la marca Al Qaeda. Justamente, Al Hajj había estado al frente de la intervención del Ejército contra militantes del grupo salafista Fatah Al Islam, en un campo de refugiados palestinos que se saldó la primavera pasada con 400 muertos y millares de desplazados. El general asesinado también tuvo un papel esencial en el despliegue del Ejército tras la guerra de Israel contra Hezbolá en el verano de 2006 y en la coordinación con las fuerzas de la ONU, la Finul en la que participa España.
La reciente conferencia de Anápolis (celebrada hace unas semanas para llegar a un principio de acuerdo para la independencia de Palestina) y el asesinato del general están relacionados, y sirven para demostrar que estas conferencias de paz sirven exactamente para lo contrario. La misma semana de la conferencia de Annapolis, The New York Times entrevistaba a un alto funcionario de la administración Bush a propósito de la decisión de invitar a Siria a la conferencia. El alto funcionario argumentaba: “Mire, un grupo en la Liga Árabe estaba diciendo que no podía asistir a menos que Siria fuera incluida en la agenda. De modo que incluimos a Siria. ¿Qué nos costó? Nada”. Dudo que el propio funcionario no supiera que EEUU sí ha pagado un precio por la participación de Siria. Lo que ha costado la participación de Siria en Annapolis a EEUU es Líbano, y el atentado contra el general, la demostración. Inmediatamente después de la conferencia, la mayoría anti-siria del Parlamento libanés accedía a apoyar al candidato de Siria, el general Michel Suleiman, como próximo presidente libanés a reemplazar a un agente sirio, el expresidente Emil Lahoud. Como explicaba al Times Talal Atrissi, analista político de la Universidad Libanesa, “los sirios no querían ir a Annapolis y sin ellos la conferencia habría sido un fracaso. Los sirios cambiaron su participación, que no les costaba nada, por un acuerdo sobre la presidencia libanesa”. Menos de dos semanas más tarde, sabemos que las Fuerzas anti-sirias de Líbano interpretaron la decisión norteamericana de invitar a Annapolis a los sirios como el abandono de la democracia libanesa por parte de los americanos. El ascenso de Suleiman a la Presidencia libanesa es desastroso para EEUU por dos motivos: destruye la credibilidad norteamericana como aliado, y con la decisión de Condolezza Rice de presionar a Israel, su postura lánguida ante los abusos de Rusia contra Ucrania y Polonia, su abandono de Japón en favor de apaciguar a Corea del Norte y su abandono de las fuerzas políticas pro americanas en Irak, la elección de Siria en lugar de los demócratas libaneses deja claro que no hay ninguna ventaja de ser pro americano.
Volviendo al asesinato de François Al Hajj, atribuido tanto a Siria como a Israel y hasta al propio ejército libanés, aunque todas las bombas del servicio secreto sirio han estado dirigidas a liquidar a los miembros de la oposición (necesita matar a 8 para forzar un proceso favorable, y ya ha matado a 6), la necesidad de matar a un miembro del Ejército es ésta: Haij, además de ser el sucesor a Suleiman, era reformista pro occidental, y anti-Hezbolá (organización islamista libanesa prosiria y proiraní que cuenta con un brazo político y otro armado). Annapolis ha premiado pues de manera sustancial a Siria a cambio de nada.
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