Me pregunto quién conocía a Franco Cesarini o a sus Mosaici Bizantini hace dos años. Yo recuerdo, que a finales del verano de 2005, antes de volver a Madrid, Ángel nos puso sobre los atriles un ‘obrón’... O por lo menos eso es lo que él dijo. También dejó claro que iba a ser difícil de interpretar, pero que tras los primeros premios de Cartagena y Alginet nos veía de sobra capacitados. Tras un par de ensayos volví a la universidad y, sinceramente, no tenía claro que nuestra Banda fuera capaz de hacer sonar tal pedazo de pieza. Pero nuestro director es un cabezota, en el buen sentido de la palabra, y se decidió a ponerla en el programa de Santa Cecilia. Ya que no pude asistir al concierto y también movido por la curiosidad, compré la grabación a Teleyecla. Y sonó Mosaici, mejor dicho... cómo sonó... ¡Madre del amor bendito!, me dije, ¡otra vez el embudo! Pensaba, iluso de mí, que los músicos se iban a asfixiar con esa obra y que iba a resultar imposible dar más de sí... Pero el director no se amedrentó. Va y dice que nos presentamos a Valencia... Todos ilusionados, a la vez que un poco asustados, pero, es que... ¡menudo nivel se respira en el Palau! Era febrero de 2006. Por suerte o por desgracia, los organizadores del Certamen de Valencia nos dejaron fuera de la edición de ese año, pero nos guardaron la plaza para 2007. Teníamos un año de vidilla y yo creo que más de uno respiró aliviado... Pronto llegaría el primer batacazo. 10 de junio de 2006. La Banda participa en el Certamen de Villena, ¿os acordáis? Qué cara se nos quedó... Aquel cuarto puesto que nos sentó tan amargo, aún más si cabe por las ‘burlas’ de las queridas arañas de Albaida... Más de uno se desmoralizó aquella noche de verano. Sobre todo nuestro querido Fran que, bajo un pronto inesperado, golpeó el bonito cuadro con el diploma que nos habían dado, haciendo añicos el cristal. Y de nuevo la terapia. Un mes después, el 16 de julio, llegó el Festival de Bandas con la actuación de la Agrupación Musical Villanovense de Villanueva del Arzobispo, Jaén, y la Unión Musical Torrevejense de Torrevieja. La Banda de Yecla volvió a subir al escenario la tan complicada, a la vez que apasionante, obra de Mosaici Bizanitini. Qué buenos recuerdos, y no lo digo por el concierto, que estuvo bastante bien, sino por el Peco que llenó su campo de músicas jienenses, y no me refiero precisamente al Cancionero Popular de la ciudad andaluza... Todavía tengo el regusto placentero de las gachasmigas que con muchas trazas y amor nos preparó el Teófilo a las 7 de la mañana... Después nos tocaba devolverles la visita, y allí nos plantamos el fin de semana del 2 y 3 de septiembre. Y de nuevo sonó Mosaici, llenando con sus magníficos acordes el cielo andaluz, que no el del pasodoble, sino el de Villanueva. Lo que vino después de aquel concierto es por todos recordado. Un trato supremo, tanto del Ayuntamiento, como de los músicos y su asociación. Y lo más importante de todo, buenas amistades que se mantendrán por mucho tiempo.
Pero la vida sigue. 16 de septiembre de 2006. Otro gran reto para la Banda. La 95 edición del Festival Nacional de Bandas de Música de Albacete. El Auditorio Municipal de dicha ciudad también tuvo la suerte de respirar los aires bizantinos de nuestra música. Y qué duda cabe, ¡cómo había cambiado la obra desde que se interpretará un año antes en el concierto de Santa Cecilia! Parecía otra. Siguiendo con este análisis de ‘memoria histórica’, que tanto está de moda, sigo avanzando por la línea del tiempo. Tras un buen concierto en Albacete, la Banda se desplazó hasta Santomera y también allí sonó por quinta vez en concierto la emocionante obra de Mosaici Bizantini.
Pero tras este concierto llegó un momento de inflexión... El director no se las veía todas consigo. La obra de Cesarini era perfecta para el certamen, pero tenía dos pequeños inconvenientes. Uno, que superaba el tiempo máximo permitido en las normas del concurso y dos, tras tanto tiempo tocándola, podría sonar un poco viciada. Tras mucho pensar, un día, el director se presentó al ensayo con la IV Sinfonía de Alfred Reed. El veterano compositor americano, con obras tan conocidas por nuestros músicos como El Camino Real, parecía que finalmente iba a ser el elegido. De hecho, en el primer concierto tras ese cambio, el de Santa Cecilia de 2006, no se escuchó, después de mucho tiempo, la obra de Cesarini. Parecía que el director la había dejado en el olvido... En la web de la Asociación surgió el debate... Unos músicos pedían que la obra elegida para Valencia fuera Mosaici Bizantini, mientras otros (sobre todo el sindicato de clarinetes encabezado por mi buen amigo Elías Ibáñez) apostaban por la obra de Alfred Reed, debido a la dificultad del papel de clarinete en la obra del compositor suizo. ¿A qué se debió este cambio? ¿Quizá la veteranía y consagración de Alfred Reed que, en 1961, año de nacimiento de Cesarini, ya había compuesto ocho obras para banda y orquesta? ¿No se la quería jugar Ángel con un compositor tan joven como era el creador de los Mosaici? Eso nunca lo sabremos, a no ser que se lo preguntéis. Al final, como decía, surgió el debate y el director volvió a pensar... Pasaron las Navidades y entre uva y uva Ángel tenía en la mente Alfred o Franco... Suena mal esto de Franco, es cierto... Mientras tanto, llegó otro de los momentos cumbres. 22 de febrero de 2007. Sorteo del Certamen de Valencia. La Banda de Yecla actuaría en primer lugar, el 1 de julio y en el Palau de la Música. Dos días después, tuvo lugar el Festival de Bandas de Música de Silla. Y según se vio, teníamos ganador. Mosaici Bizantini volvió a sonar con toda su grandeza dejando boquiabierto al público valenciano. Teníamos obra y teníamos ganas. No era momento de hacer pruebas. Había que empezar a estudiar la obra obligada, o lo que es lo mismo, Atiragram, que así se llamaba esa pobre composición. Como dijo más de uno, se tocará en Valencia y pasará a los anales de la historia. Pero había que dar otro impulso al concurso. Ángel anunció que el gran compositor José Rafael Pascual Vilaplana, estaba escribiendo un pasodoble para dedicárselo a nuestra Banda y a su participación en el certamen de la ciudad del Turia. En esos momentos, de la mente de este espléndido compositor estaba naciendo Yakka. Unos meses después, se ha convertido en pasodoble emblema de nuestra Asociación. Yakka estaba en el horno, Mosaici estaba a falta de la envoltura y de Atiragram teníamos sólo la masa. Había que darle forma. Pero había poco tiempo para eso. ¿Por qué? Muy sencillo, era el turno de que Nostradamus volviera a entrar en acción tras varios años en el cajón del archivo del Lupi. Y es que, el 21 de abril había que participar en el III Certamen Regional de Bandas de Música, celebrado en Abarán. Y la obra obligada era la dedicada al médico y astrólogo francés del siglo XVI. Y qué contar de ese certamen... Primer premio y gran sabor de boca.
Ahora sí. Llegaba el momento de pensar sólo en Valencia. Para el 3 de junio se reservaba la prueba de fuego antes de la actuación en el Palau. La Banda de Yecla actuó dentro del ciclo “Bandas en el Auditorio de Murcia”. Una primera parte sublime. El esperado estreno de Yakka, la puesta en escena de Atiragram y la más sublime interpretación que había hecho la Banda hasta ese momento de los ya ensoñadores Mosaici Bizantini. Señoras y señores, el certamen estaba servido. Tras un nervioso concierto de San Pedro en la víspera del día marcado en rojo por todos los músicos, el 1 de julio nos plantamos en Valencia. Los músicos, los que no eran músicos, los ausentes y los más incondicionales seguidores estaban allí. Autobuses repletos de yeclanos, embriagados por el buen hacer de la Banda y por el gran trabajo de los creadores de la web nosvanaoir.com, así como de esos grandes anuncios que entusiasmaron a todos. Ahí se vio la unión que existe entre nuestros músicos, el gran ambiente que se vive dentro del seno de la Banda. Hablar de lo que pasó después no lo veo necesario. Un Palau entregado, un Yakka sublime, un Atiragram que hasta pareció más bonito de lo que es y, por fin... llegó el gran momento que todos habíamos esperado durante dos años. Mosaici Bizantini, o lo que es lo mismo, “La Nativitá”, “Il tempio di Gerusalemme” y “L’angelo della Resurezione” arrancaban tras el lento movimiento de batuta de Ángel Hernández. Los espléndidos mosaicos sicilianos y venecianos a los que dedica Cesarini su obra parecieron reflejarse en lo más alto del Palau, empujados por una música vibrante que ensimismó a todos los que tuvimos la suerte de disfrutarlo in situ. Un final épico para una obra de “bastante dificultad, máxima envergadura e impresionante belleza” como la catalogó el propio director. He aquí el culmen de Mosaici Bizantini y mi pequeño y merecido homenaje en este artículo. Desapareció de nuestras carpetas, pero nadie podrá ya olvidarlo. Señor director, señora presidenta, desde aquí les animo a que, aunque sólo sea la portada del guión de esa impresionante obra, sea enmarcada y colgada en el lugar más vistoso de nuestro sala de ensayos. Ha marcado un antes y un después en nuestra Banda y en la música en Yecla.
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