24 de enero de 2009

Las misteriosas cabezas de la otra Yecla


A 75 km. de Salamanca. Con sólo 350 vecinos. Pero con una historia inigualable. La otra Yecla, (Yecla de Yeltes), esconde un yacimiento arqueológico con más de 25 siglos de historia. Cuando los romanos todavía no habían llegado a la Península, Yecla de Yeltes ya estaba viva. Y allí, entre esas ruinas emblemáticas, a un kilómetro del municipio, se encontraron varios tesoros de indudable valor. En aquel lugar aparecieron, no hace muchos años, dos excelentes cabezas de piedra granítica que esconden un misterio casi legendario.


Y es que, a un kilómetro de este pequeño pueblo se halla el Castro de Yecla la Vieja. Construido en el siglo V a.C., este poblado fortificado es típico de la cultura celta, un pueblo que ocupó todo el norte de nuestro país desde aproximadamente el siglo XIII a.C., que entró por Cataluña y que sucumbió finalmente con la mítica caída de Numancia a manos del Imperio Romano en el 133 a.C.

Los celtíberos también se asentaron en el norte de Castilla y León, llegando hasta la provincia de Salamanca y, por tanto, a Yecla de Yeltes, donde construyeron un importante castro. Estos poblados fortificados, rodeados siempre de una imponente muralla, y con un foso que lo rodeaba, no tienen calles tal y como las conocemos ahora, es decir, formando ángulos rectos, ya que todas las construcciones son de planta circular, por lo que la visión del poblado sería totalmente curva. Las casas solían ser de paja y barro, aunque, en el último periodo, se empezaron a construir con piedras y ladrillos. En época de conflictos con otros pueblos, la gente que vivía extramuros y que se dedicaba al pastoreo y al cultivo de las tierras corría a protegerse dentro de las murallas.

El Castro de Yecla la Vieja, fundado por el pueblo de los vetones, uno de los tantos que conformaban la ‘etnia’ celtíbera, tiene cinco hectáreas de superficie y, como ya comenté anteriormente, su construcción data del siglo V a.C. Una vez que fueron expulsados los celtas de esta comarca, los romanos dieron uso al recinto. Finalmente, los Reyes Católicos, y una vez que fue abandonado el castro en la Alta Edad Media, construyeron allí la, casualmente denominada, ermita de la Virgen del Castillo, que todavía sigue en pie y en uso.

Las famosas cabezas
Tras esta breve introducción a la cultura celtíbera, cabe destacar uno de los hallazgos más importantes que se produjeron en esa ciudad fortificada. A mediados del siglo XX, el arqueólogo e historiador José María Blázquez encontró dos excelentes piezas en las cercanías del castro. Se trata de dos interesantes cabezas de piedra granítica que fueron localizadas en unos prados junto al actual pueblo, es decir, en el camino que lleva hacia el castro. Según relata el propio Blázquez1, en los años 60, estas cabezas se encuentran empotradas a ambos lados de la ventana de una casa existente a la entrada del pueblo, pues ambas piezas poseen una prolongación que les permite empotrarse en la pared. Actualmente, se encuentran conservadas en el Aula Arqueológica de Yecla de Yeltes, situada en la Plaza Mayor del municipio.

“La cabeza colocada a la derecha de la ventana es de una tosquedad y rudeza grande. Los ojos son dos concavidades, sin ningún intento de señalarse las cejas o los párpados, ni el ojo propiamente dicho. La nariz es un mero resalte vertical, en el que los labios del contorno apenas se delimitan. La boca ha quedado reducida a una incisión longitudinal sin labios. (…) La cabeza es de forma circular, pero está tan mal tallada que produce la impresión de encontrarse sin terminar. El lado izquierdo está poco rebajado, lo que produce la impresión de encontrarse esta parte hinchada”, explica en su informe Blázquez Martínez.


La otra cabeza es también de forma circular. “Probablemente la misma mano esculpió ambas piezas, pues en ésta también se nota cierta hinchazón en las mismas zonas que la cabeza anterior. La boca se encuentra tajada con idéntica técnica al igual que la nariz, cuyo lado derecho aquí está más acusado. Hay un intento de señalar las cejas, los ojos no son dos cuencas vacías, sino que contienen los ojos, e incluso hay un intento de representar los párpados entornados, actitud que en la Península adopta, por ejemplo, la cabeza de la Cibdá de Armea. (…) La altura de esta segunda cabeza es de 25 cm. y su anchura de 26 cm. Las dimensiones de la primera son 27 y 26 cm., respectivamente”, concluye el historiador español.

Estas cabezas son de carácter decorativo, debido a la tendencia general del arte celta a adornar todo con máscaras humanas. Junto con las halladas en la Cibdá de Armea son, sin duda, el mejor exponente del auténtico arte indígena de tradición europea. Todas estas han aparecido en territorio vetón, gentes que, según algunos historiadores, y junto a cántabros, astures, pelendones y carpetanos, pertenecen a la más antigua capa indoeuropea de la Penísnula.
Pero, ¿por qué catalogarlas de misteriosas? Mejor dicho, ¿por qué tenían los pueblos celtas esa “costumbre” de adornar todo con cabezas humanas? Eso se lo contaré la semana que viene. Sólo un anticipo: “La máscara humana es una verdadera ‘cabeza decapitada’ y, por lo tanto, estos hallazgos son la confirmación de los textos de los autores antiguos que hablan de la costumbre celta de amputar la cabeza a los enemigos y de colgarlas de las crines de los caballos”2.

1. José María Blázquez Martínez Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Publicado previamente en: VII Congreso Arqueológico Nacional. Barcelona 1961, Zaragoza 1962, 217-226. Editado aquí en versión digital por cortesía del autor, bajo su supervisión y con la paginación original].


2. A. Balil: Cabezas cortadas y cabezas trofeos en el Levante español,
en Congreso internacional de Ciencias prehistóricas y Protohistóricas, Actas de la IV sesión, Madrid, 1954, 871 ss.

Pinchando aquí encontrará el artículo en elperiodicodeyecla.com

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