Conocer a alguien fanático de las matemáticas no es quizá lo mejor que pueda pasarle a un periodista amante de las letras. Pero, en honrosas ocasiones, las estadísticas fallan. Eso me ocurrió en Santander, en un viaje podríamos decir que esporádico, que realicé hace un par de meses. Allí conocí a Tamara, una chica loca por los números, los datos y las cifras exactas.
Cansada de mi "pedantería lingüistica y literaria", hace unos días decidió regalarme un libro de los suyos, es decir, una novela que se encuentra bastante lejos de mi marco de lectura: El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. Cuando le eché el primer vistazo y comencé a ver entre sus páginas algoritmos, ecuaciones y demás símbolos tan ajenos a mí, me dije que no iba a ser capaz de leer ese “tostón”. Ella, alegando que era el libro que más le había gustado, me animaba a adentrarme en su historia en una alentadora dedicatoria.
Como os comenté el otro día, el pasado jueves llegué a Córdoba a las 5:30 de la madrugada, es decir, con tiempo de sobra para deleitarme con lectura y café. Primero terminé París no se acaba nunca, un aconsejable libro que me prestó mi buen amigo Juan Martínez y que, a modo de autobiografía, ficción y ensayo, narra las primeras experiencias como escritor de Enrique Vila-Matas, vividas de la mano de Marguerite Duras en el París de los 70’. Pues bien, una vez concluido el ensayo del escritor catalán, entusiasta de Hemingway, decidí adentrarme en el extraño libro que me había regalado Tamara...
Las primera página recalcaba el éxito del libro: “Impulsado por un creciente proceso de boca a boca, El curioso incidente del perro a medianoche se convirtió en un éxito sin precedentes en todos los países donde se publicó, superando holgadamente los dos millones de ejemplares y alcanzando las listas de ventas en Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Italia y Francia”. Parece ser que el autor, el inglés Mark Haddon había dado con la tecla mágica, pues obtuvo hasta 17 premios con ésta, su novela prima. Reproduzco aquí el resumen:
A sus quince años, Christopher conoce las capitales de todos los países del mundo, puede explicar la teoría de la relatividad y recitar los números primos hasta el 7.507, pero le cuesta relacionarse con otros seres humanos. Le gustan las listas, los esquemas y la verdad, pero odia el amarillo, el marrón y el contacto físico. La noche que el perro de una vecina aparece atravesado por un horcón, Christopher decide iniciar la búsqueda del culpable, y, emulando a su admirado Sherlock Holmes, sus pesquisas lo llevan a cuestionar el sentido común de los adultos que lo rodean y a desvelar algunos secretos familiares que pondrán patas arriba su ordenado y seguro mundo.
Cuando abrí el libro eran cerca de las 6:30 de la mañana. A las 7:30 tuve que dejarlo porque tenía que ir a trabajar al Gran Teatro de Córdoba, pero mis prejuicios habían sido fulminados: la novela me había enganchado. Tanto que el viernes por la tarde, mientras iba en el bus de vuelta a Madrid, leí unas 230 páginas del tirón, hasta acabarla. Porque lo que consiguió Haddon con esta novela es realmente complicado: escribir un libro que no sea ni juvenil ni para adultos y que sea ambas cosas a la vez y donde poder encontrar pasajes que hacen reír, otros que sacan de quicio y algunos, incluso, que hacen sufrir al lector tanto como a Christopher, que debido al síndrome de Asperger que padece, un trastorno relacionado con el autismo, vive situaciones realmente dramáticas.
Y es que el autor (en la foto) trabajó en su juventud con niños autistas, por lo que en esta novela utiliza todo lo aprendido entonces para desarrollar a su personaje principal, un niño apasionado por la lógica, la física, las matemáticas y, en definitiva, todo aquello que pueda ser explicado, demostrado o predecible. El mundo de Christopher se basa en algunas reglas que para él componen la lógica de su existencia: ver pasar cinco coches rojos seguidos significa un día super bueno, cuatro coches rojos, un día bueno y, tres coches rojos, bastante bueno. Pero cuatro coches amarillos seguidos predicen un día negro, por lo que cuando eso ocurre, pasa toda la jornada sin hablar con nadie y sin comer, leyendo solo en un rincón para así no correr riesgos innecesarios.
Su complejo mundo gira en torno a una serie de normas que aplica al pie de la letra como, por ejemplo, no comer nada si los diferentes alimentos del plato se tocan entre sí o colocar milimétricamente los muebles de su casa para que todo permanezca siempre en el mismo sitio. Pero no quiero desvelar más del libro. Todo está medido y calculado. Haddon acierta con la extensión, pues sus 280 páginas posibilitan, como yo mismo experimenté, leerlo en una tarde. Pero asimismo, consigue crear un relato del que nada sobra, con una coherencia espectacular y con un ritmo muy acertado.
En definitiva, una obra brillante que catalogo entre las más originales que he leído últimamente. Una novela diferente, divertida, sabia y emotiva que tiene que pasar pronto por vuestras manos.
3 comentarios:
Otra vez me haces recordar buenos recuerdos, este libro me lo leí junto con 10 más para un examen de literatura infantil. El profesor, Eduardo Encabo Fernandez, un apasionado de la literatura sobre todo infantil nos hizo ver más allá de las palabras...
Su pregunta sería: " ¿podemos considerar este libro literatura infantil?" ...
Recordar buenos momentos......... ( estoy colapsada....)
A mí me encantó el libro. Además se lo suelo recomendar a mis alumnos de inglés, porque el idioma no es demasiado difícil y es una muy buena introducción a la lectura de novelas en inglés sin facilitar.
Publicar un comentario