Cuando reabrí el blog, pensé en escribir de todo, menos de mí. Hoy, sin embargo, me apetece contaros un poco más acerca de mi yo. Ayer, 13 de febrero, día 13 para más inri, recibí un impacto que me superó. Es decir, una noticia que no esperas que llegue y que sin embargo la toman por ti, llega, te golpea y desaparece.
Antes de que llegara el golpe, había pasado un fin de semana inolvidable. De los que te hacen darte cuenta de que los amigos lo son siempre, estén o no presentes. Los que no te fallan. Los que te entienden y los que te hacen reír. En conclusión: viernes de fiesta sin freno con viejos e inigualables amigos e ilusionante compañía en un sábado y domingo de relax y paseos. Dos días sin Internet, sin teléfono, sin tele, sin nada más que risas y amistad.
Pero la realidad golpea cuando menos te la esperas. Enciendes el ordenador tras este merecido descanso y encuentras gazapos en la noticia más importante del día en elperiodicodeyecla.com, te informan intencionadamente de una errata en tu propio blog y además, te encuentras con un mail inesperado. Un mail que de pronto da un portazo al pasado, sin previo aviso y con alevosía. Te percatas de que han tomado una decisión por ti, algo de lo que también peco a veces, que ni siquiera concuerda con tu propio pensamiento y dices, bien, ¿y ahora?
En un primer momento no sabes cómo actuar. ¿Lo mando todo a la mierda? Miras el calendario y dices, día 13. ¿Y si tu pasado ha estado marcado por la mala suerte del número maldito? Entonces te serenas, respiras y antes de tomar decisiones erróneas decides, simplemente, relajarte. Ver el fin de la gala de los Goya, sorprenderte con Pa Negre y no pensar en nada. Sabes que cuando vayas a la cama costará conciliar el sueño, pero no hay que caer en la desesperación.
Día 14 de febrero. Te levantas como un resorte y lo primero que piensas es: ¿Qué se hace en un día así cuando no hay nada que celebrar? (Vaya por delante que, incluso cuando he tenido algo que celebrar, apenas lo he hecho porque no me gusta que el Corte Inglés imponga sus días). Primera decisión: un café con leche y cereales Hacendado porque están muy ricos, aunque haya gente que piense lo contrario. ¡Defendamos la marca Hacendado, ya!
Segunda decisión: Leer elpais digital y redactar un par de informaciones para elperiodicodeyecla.com. Decido cambiar la noticia principal. Para mí es más importante dar a conocer que tres empresas de Yecla apuestan por la innovación como respuesta a la crisis que informar acerca de la lista electoral del PSOE yeclano. He aquí la subjetividad del periodista: decidir qué va, qué no va y en qué orden. Conclusión: la objetividad no existe.
Después, me voy al gimnasio. Correr me vendrá bien. Tras dos duras horas a base de cinta, spinning, elíptica y sauna (os aseguro que esto último tiene poco de relajante) salgo a la calle destrozado, pero no derrotado. Respiro. Estoy bien. Parece que el viento se ha llevado parte de la contaminación que nos ha acompañado estos días. Vuelvo a casa. Ensalada y humus con pan tostado. Quizá para afrontar el mail de ayer me habrían venido mejor dos gintonics, pero no, ya no. Estoy decidido a cambiar y dejar de ahogarme en ese pasado. Al menos en esa parte. Y pienso, si quiero una mens sana, necesito un corpore sano. A partir de ahora, el Larios que sólo sea para celebrar.
Tras mi dosis diaria de Saber y Ganar (no soy friki, simplemente es un gran programa), decido dar carpetazo a otro nexo de unión entre mi yo y mi pasado. Hace un tiempo me descargué el film Exit Trought The Gift Shop, pero nunca llegaba el momento de verlo a pesar de las múltiples recomendaciones. Hasta hoy. Una película-documental que narra la historia de Thierry Guetta, un francés residente en Los Ángeles, obsesionado con grabar todo con su cámara de vídeo. De pronto, se encuentra con Banksy, el grafitero más famoso del mundo. El documental es tan bueno que Filmaffinity, una web en la que confío bastante para elegir cine, la puntúa con un 7,8. Ahí es nada.
Son las 18:30 horas. ¿Qué más puedo hacer para evadirme del día rosa que nos acompaña a todos lados? Decisiones rápidas, aunque tomadas de antemano. Hoy hay un autobús adaptado para donar sangre en mi barrio. Es de la Comunidad de Madrid. Entro y relleno el formulario por enésima vez. Desde que el 11-M golpeara nuestras vidas no he dejado de hacerlo. Mi primera donación fue con 18 años y cuatro meses. Exactamente, el 17 de marzo de 2004. Recuerdo que en plena efervescencia solidaria tras los tráficos atentados, una compañera de clase me convenció a donar a pesar de mis reticencias. Cuando llegamos, a ella no se lo permitieron. Y yo, que no era más que el acompañante, pasé “la prueba”. Desde entonces hasta hoy no he dejado de hacerlo y no creo que lo deje mientras pueda.
Aun así, hoy he mentido. En mi carnet de donante dice que la última vez que doné fue en octubre de 2010. Sí, con la Comunidad de Madrid. Pero en diciembre doné para Cruz Roja. No debería haberlo hecho porque te aconsejan esperar al menos tres meses. Da igual, seguro que hay gente que necesita mi sangre más que yo. Además, como le comentaba a un colega el otro día, siempre es bueno tener una limpia de vez en cuando. Y te dan un sándwich y te hacen un análisis de sangre rápido, gratuito y sin colas. ¿Qué más se puede pedir?
Tras beber un par de zumos y comerme un emparedado, como dirían los puristas, de jamón york y queso pongo rumbo de nuevo a casa. Dispuesto a escribir y a contaros que a veces un simple error sintáctico en un artículo sobre Angola puede cambiarte la vida. Quizá mi subconsciente concordó mal el artículo y el sustantivo con el objetivo de que todo esto ocurriera. Quién sabe. Voy a echar mucho de menos ese pasado. No lo voy a olvidar. Sobre todo porque a veces el pasado puede tener unos ojos bonitos y una sonrisa encantadora. Pero el futuro me ilusiona. Por primera vez en mucho tiempo. No sé qué deparará, pero ahí está. Contemplándome con la fuerza del mar, bravo y azul. Os iré contando.
1 comentario:
(K) de burdel...
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