CasaTaller es un espacio autogestionado
de La Paz que se ha convertido en uno de los lugares de encuentro más
importantes para la creación artística boliviana
Pocos son los espacios autogestionados
que uno puede encontrarse en Bolivia. El ‘mARTadero’ en Cochabamba, con una idea
parecida al Matadero de Madrid, pero asambleario y autogestionado, es uno de
los pocos ejemplos que existen en el país. En La Paz, tampoco hay mucho donde
elegir. “No hay costumbre”, me dicen algunos amigos con los que he tratado el
tema. Sin embargo, CasaTaller surge como un oasis en medio
de tan vasto desierto. “Queremos que la CasaTaller sea un lugar de encuentro
para la creación artística”, explicaba en el diario La Razón de
Bolivia, Canela Palacios, una de las impulsoras del espacio a las pocas semanas
de su apertura. Desde entonces ya han pasado nueve meses.
Alentado por tan interesante
experiencia, al poco de llegar a La Paz me dirigí a este interesante espacio
para entrevistarme con Miguel Llanque, otro de los promotores de la idea. “La
CasaTaller nace como un punto de encuentro de diversas disciplinas artísticas,
más enfocado desde la composición que desde la interpretación, pues Bolivia
necesita crear su propio conocimiento”, me explica. Eso sí, remarca, “siempre
desde un punto de vista creativo”. Y de eso no hay duda, pues cuando te
adentras en las diversas salas que conforman este espacio artístico, percibes
que no es una ‘escuela’ de música cualquiera. El día que visité a Miguel,
diversos hierros colgaban del techo de la sala principal. “Estamos ensayando
una obra que presentaremos el 8 de diciembre”, me comentó. Mientras hablaba
conmigo, ordenaba por tamaños los tubos de bambú que, supongo, compondrían más
tarde varias decenas de zampoñas.
Miguel Llanque en Casa Taller |
Desde que abrió sus puertas, CasaTaller
se ha centrado exclusivamente en la música, aunque tanto Miguel, como Canela,
Lluvia Bustos y Sebastián Zuleta, los impulsores del lugar, no esconden su
deseo de que más pronto que tarde se convierta en un espacio interdisciplinar,
donde músicos, actores, escultores o pintores entremezclen sus facetas
artísticas para crear conjuntamente y en plena armonía.
Y aunque van poco a poco, ya tienen
mucho avanzado. El espacio cuenta ya con talleres semanales de música contemporánea,
de música autóctona, de composición, de guitarra latinoamericana y uno
específico para niños que ha tenido gran acogida en el barrio. Asimismo,
cuentan ya con un programa mensual de espectáculos del que tuve la suerte de
participar el pasado 8 de diciembre. Como ya me anticipó Miguel, ese día el
Ensamble Maleza estrenaba la obra “Trío 375″ de Lluvia Bustos e interpretaba,
por primera vez en CasaTaller, la Aleg(o)ría de Sebastían Zuleta. Más de 50
personas abarrotaban el espacio. Además, el programa La Inaudita, de Radio Deseo (la
radio del colectivo Mujeres Creando), grabó en vivo la sesión y el interesante
debate con músicos y compositores que surgió tras la interpretación de cada
composición.
La primera obra, trío a flauta,
violonchelo y piano, describía la travesía que la compositora, Lluvia Bustos,
hacía diariamente en la línea 375 de autobús durante su estancia en Beijing
mientras estudiaba composición. Un magnífico viaje, profundo e introspectivo,
que dejó ensimismado al público asistente, en su gran mayoría músicos amigos de
los impulsores de CasaTaller.
Tras este impactante viaje, llegó el
turno de la segunda obra, la Aleg(o)ría de Sebastián Zuleta, joven compositor
mexicano, pero afincado desde hace muchos años en La Paz. Esta composición,
dividida en cinco movimientos, está escrita originalmente para instrumentos de
percusión, pero Zuleta la readaptó para darle un toque mucho más contemporáneo
con la inclusión de botellas de vidrio, voces y fierros –los famosos hierros
que colgaban del techo el día que visité a Miguel por primera vez-. La obra es
un caos realmente estructurado, donde el autor cede flexibilidad interpretativa
a los músicos, los cuales se entremezclan entre el público, ofreciendo un
panorama sonoro especialmente acogedor y envolvente. Espero que algún día
tengan la suerte de escuchar ambas composiciones porque, realmente, merece la
pena descubrir cómo se crea música en Bolivia. A mí, personalmente, me dejó
impactado.
Pero, ¿cómo se sostiene el proyecto? La principal ventaja es que el
edificio donde está ubicado CasaTaller pertenece a uno de los impulsores de la
idea, por lo que el alquiler no es un problema. Sin embargo, el resto de
actividades –incluidos los conciertos- se financian con aporte voluntario, es
decir, de forma totalmente autogestionada. Aunque no siempre tiene que ser un
aporte económico, pues como bien reconoce Miguel Llanque, hay grupos que
participan de las actividades a cambio de ayudar con el mantenimiento del
espacio. Sin embargo, reconoce, que existe un problema generalizado que, por
experiencia propia, también se da en España: “Cuando se dice que es gratis, la
gente se piensa que el curso o el espectáculo es de menor calidad que si se
hiciera pagando”. Y es cierto, normalmente, los beneficiarios de dichas
actividades no piensan en el trasfondo político o social que puede tener el
hecho de no cobrar por un evento concreto.
Aun así, en Bolivia juegan con la
ventaja de que lo comunitario está muy arraigado, especialmente en el ámbito
rural. “En esas zonas es impensable tomar decisiones individuales de forma
ajena al grupo”, me explica Llanque. Y, aunque la próxima semana me extenderé
sobre este tema para cerrar mi ciclo en el país andino, me gustaría remarcar
que en ciudades como La Paz, donde ha llegado mucha migración procedente de las
zonas rurales, ese respeto por la comunidad no se ha perdido. Las personas que
provienen del campo han organizado juntas vecinales para decidir conjuntamente
acerca de todos los problemas cotidianos que afectan al barrio. Por ejemplo,
-me cuenta Miguel-, “deciden pintar la escuela o arreglar una calle mediante
trabajo colectivo”. Porque, en ciertos barrios, la mano de la Alcaldía queda
tan lejos que la única forma de mantener las infraestructuras al día es mediante
el trabajo comunitario. Por eso, funciona a la perfección. “Es una forma de
hacer muy andina”, bromea Miguel.
Y adoptando esta forma de hacer andina
funciona CasaTaller. Es decir, trabajando por el procomún y dejando de lado el
lucro, el individualismo y la mercantilización del arte. “Por ahora, la
difusión es todavía muy de ‘entre amigos’, aunque poco a poco se va ampliando
tanto vía Facebook como con difusión de
calle”.
No sé si entre sus planes más inmediatos
estará venir a Bolivia, pero por si acaso, les indico que el espacio de arte
Casa Taller está en la Avenida General Lanza esquina Harrinton, en el barrio de
Sopocachi. Quizá no lo visiten nunca, pero sí me gustaría que se quedaran con
la esencia del proyecto. Con este artículo, no solo pretendo dar voz a este
interesante espacio, sino también dar a conocer este tipo de iniciativas que,
poco a poco, van abriéndose paso también en España. Porque tenemos que quitar
de nuestra mente la idea de que sin dinero no se puede tener nada. No es
cierto. Hay otra forma de hacer las cosas sin tener por ello que caer en la
horrenda mercantilización que rodea nuestra realidad. Solo es cuestión de ganas
e ilusión.
En Ensemble Malez al completo en Casa Taller |
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