Hace cinco días, 24 saharauis
fueron injustamente condenados por un Tribunal Militar marroquí por los hechos
acaecidos en 2010 en el campamento Gdeim Izik. España, como siempre, miró para
otro lado
El 10 de octubre de 2010, más de 20.000 saharauis levantaron el
campamento más grande de su historia en territorio ocupado marroquí. A escasos
15 kilómetros de El Aauin, la capital “por derecho” de la República Árabe
Saharaui Democrática, pero ocupada por Marruecos, se alzaron miles de jaimas
con un único objetivo: gritar la libertad del Sahara. Acababa de nacer Gdeim Izik, el
campamento de la resistencia saharaui.
Desde el primer día, el ejército marroquí rodeó el campamento y
hostigó a los saharauis dificultando la entrada de agua y alimentos al
improvisado fortín. El 24 de octubre se produjo el primer enfrentamiento. Un
vehículo que intentaba acceder al campamento es reducido a tiros por los
marroquíes. Un
niño de 14 años muere en el acto. Dos décadas después, el ejército
marroquí acababa de romper el alto el fuego que tenía firmado con el Frente Polisario.
La situación se recrudecía por momentos.
El bloqueo informativo era total. Los periodistas no podían entrar
al campamento y la presión del ejército, la gendarmería y la policía marroquí
era cada vez más angustiosa. Mientras tanto, y a pesar del hostigamiento, en el
campamento se respiraba libertad. Nunca antes tantos saharauis habían estado
juntos en el territorio ocupado. La poca comida se repartía de forma
equitativa, igual ocurría con el agua. Solidaridad y libertad a raudales. No
eran más que miles de civiles que reclamaban una tierra, unos derechos, un
trabajo y una vivienda. Unos civiles que protestaban por las detenciones, los
secuestros, las desapariciones, los destierros y la exclusión a la que el
ejército marroquí sometía constantemente a su pueblo. No eran más que miles de
personas unidas para protestar por las políticas de empobrecimiento, hambruna y
marginación a la que el Reino de Marruecos subyugaba al pueblo saharaui.
Pero Marruecos
no estaba dispuesto a tolerar lo que calificaba como una “rebelión y una
ofensa”. Por eso, el 8 de noviembre de 2010, de madrugada, se adentró en el
campamento destruyendo
todo a su paso. “Proteged a los niños”, gritaban aterrados los
saharauis. Piedras contra armas de fuego, gases lacrimógenos y agua a presión.
El campamento resistió poco. Unas cuantas horas después de la ofensiva marroquí
los saharauis escapaban como podían, dejando atrás regueros de sangre, odio y
sed de venganza.
En los días posteriores al desmantelamiento, hubo
ataques en el Aauin y centenares de personas fueron detenidas.
Hubo torturados, apaleados y cientos de heridos. Cuando medio mundo reclamaba
una investigación sobre estos graves hechos, la ONU, Europa y España miraron
para otro lado. Francia
incluso llegó a bloquear que hubiera una comisión investigadora.
Durante una semana, las fuerzas represoras marroquíes reprimieron a la
población saharaui en distintas ciudades del Sahara Occidental. Ningún
organismo internacional ayudó a las víctimas. Nadie las escuchó.
Las cifras de fallecidos, heridos y detenidos fueron confusas,
dado que las autoridades marroquíes no permitieron la entrada de prensa
extranjera ni de directivos de ONG’s durante semanas. Los pocos periodistas que
estaban en la zona antes del conflicto tuvieron que esconderse para no ser
perseguidos y torturados. La organización Human Rights Watch señaló en
su informe que los únicos datos de fallecidos que poseían eran los
aportados por el gobierno marroquí, pero aseguraron que los asaltos a las
viviendas de los civiles y la represión y tortura a los detenidos eran
totalmente ciertos. Esos datos “oficiales” hablaban de trece personas
fallecidas, once militares marroquíes y dos saharauis, entre ellos el español
Bai Mahmud El Guerga, nacido en el Sahara cuando todavía era colonia.
Por su parte, el Frente Polisario señaló que hubo 19 víctimas,
4.500 heridos y más de 2.000 personas detenidas. La Asociación pro saharaui de
derechos humanos, Thawra,
aseguró que la cifra de fallecidos ascendía a más de un centenar. Decenas de
saharauis fueron degollados y arrojados a las calles de El Aaiun para
aterrorizar a quienes decidieran oponerse al régimen marroquí. El gobierno de
Marruecos negó todas las versiones que no fueran la indicada por él mismo.
Nadie investigó nada. Todo quedó en el olvido. Sin embargo, esta rebelión
pacífica sirvió de lección a los jóvenes de Túnez y Egipto sobre una nueva
forma de acción política y protesta pasiva. Es más, muchos analistas aseguran
que Gdeim
Izik fue el origen de la Primavera Árabe, que tuvo la libertad y la
independencia de los pueblos por bandera.
Conflictos en El Aaiun
Los
detenidos
Se tramitaron diferentes querellas frente a los ministros y
gobernantes marroquíes pero todo cayó en el olvido. La
Audiencia Nacional española pasó de puntillas sobre el tema. Sin
embargo, dos años y tres meses después, 24 detenidos saharauis seguían
encerrados en las cárceles marroquíes. Hace cinco días, se conoció el
veredicto del Tribunal Militar de Rabat que juzgó durante nueve
días sin interrupción a los saharauis detenidos por la muerte de los once
agentes marroquíes. En horas de madrugada y con el objetivo de evitar
aglomeraciones o manifestaciones de protesta, y tras siete horas de
deliberaciones, los 24 saharauis fueron condenados a nueve cadenas perpetuas,
otras cuatro de 30 años de cárcel, siete más de 25 años de prisión y tres de 20
años. Dos de los arrestados fueron puestos en libertad después de casi dos años
y medio de prisión preventiva.
“A mí no me sorprende nada; es un juicio político y con normas
militares; pese a que no hemos visto ninguna prueba inculpatoria, sabíamos que
iba a ser así”, dijo a Efe Brahim Dahan, ex preso político y presidente de la
Asociación Saharaui de víctimas de violaciones graves de derechos humanos
(ASVVDH). A las afueras del tribunal, un pequeño grupo de nacionalistas
marroquíes celebraron con vítores la sentencia al grito de “traidores” y
“asesinos”. Un veredicto de extrema dureza, totalmente injusto, y que
probablemente recrudecerá la situación en los territorios ocupados.
¿Y España?
Pues nada de nada, como siempre que se trata un tema referido a su
antigua colonia. Los medios de comunicación españoles han silenciado o
manipulado todo el proceso y el Estado, que por derecho todavía es
administrador de este territorio sin descolonizar, ni se ha pronunciado. Como
bien manifiesta el comunicado
de CEAS-Sahara, “es vergonzoso que, los mismos militares que
invadieron el Sahara Occidental hace 37 años quieran condenar, sin ningún tipo
de pruebas, a los jóvenes saharauis que pacíficamente luchan por la
libertad de su pueblo”.
Sin duda, los suculentos acuerdos de pesca que firmó la UE y,
concretamente, España bajo el Gobierno de Zapatero con Marruecos para explotar
los importantes recursos pesqueros del país, especialmente los situados en
aguas saharauis, eran más importantes para los gobiernos españoles que la
dignidad de todo un pueblo oprimido. España disponía el 80% de las licencias de
pesca concedidas en esas aguas.
Sin embargo, en diciembre de 2011, la
UE decidió no renovar este acuerdo y los pesqueros españoles, con
el ministro de Pesca a la cabeza, entraron en cólera. La Unión Europea decidió
estudiar el acuerdo con Marruecos porque era ilegítimo explotar las aguas
saharauis y dar a cambio una serie de ayudas temporales a los pesqueros
españoles mientras se solventaba la situación. Por
ahora, no hay acuerdo y el ministro Arias Cañete se impacienta,
pues las ayudas europeas no se pueden prorrogar. Se percibe así que, una vez
más, España se desentiende de su responsabilidad ante el conflicto del Sahara
Occidental. Los intereses económicos en la zona se anteponen al peso de la
conciencia ante la implicación de España en el conflicto y a favorecer a una
posible resolución del mismo. Habrá que seguir luchando. La grave situación que
atraviesa España no puede hacernos olvidar la dramática situación del
represaliado pueblo saharaui. ¡Viva el Sahara libre!
Dedicado a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui por el gran trabajo que realizan
Campamento de refugiados en Tinduf Foto: Paula Saiz
Artículo publicado en Micronopio y elperiodicodeyecla.com
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