El economista
austriaco Christian Felber publicó hace unos años una teoría económica donde el
objetivo de las empresas no era el afán de lucro y la competencia, sino
potenciar las relaciones humanas, apostar por la sostenibilidad y el medio
ambiente y mejorar la calidad de vida de las personas. Hoy, su modelo se
desarrolla ya en decenas de países y España se posiciona como uno de los más
concienciados en cuanto a su implantación.
¿Podría una empresa dejar de moverse por el afán de lucro para hacerlo por
contribuir al bien común, a la solidaridad y a la cooperación? Suena complejo,
especialmente en un mundo globalizado donde el capitalismo, con la competencia
y el individualismo por bandera, dejan pocas oportunidades a otras alternativas
más sostenibles, ecológicas y comunitarias.
Sin
embargo, el sistema tiene pequeñas grietas por donde irrumpen otros modelos
diferentes y que tienen la justicia social como meta. Uno de ellos es la Economía del
Bien Común (EBC), una teoría alternativa desarrollada por el
austriaco Christian Felber en 2008 y que poco a poco va calando en más empresas,
personas e incluso municipios de todo el mundo. El objetivo de esta teoría
económica es crear un marco legal vinculante para la creación de valores de
orientación empresarial y particular hacia el Bien Común y que dé incentivos a
sus participantes. Con este modelo, Felber pretende escapar de esa dicotomía
que asegura que quien no está con el capitalismo, está con el comunismo para
intentar construir un camino diferente, concreto y viable para el futuro.
“El actual orden económico se rige por dos reglas: el afán de lucro y la
competencia. Pero estas reglas no aparecen en ninguna constitución y causan
comportamientos y defienden valores muy opuestos a aquellos que permiten
afianzar las relaciones humanas”, explica Felber. Por eso, considera necesario cambiar
ese modelo económico para apostar por otro que defienda valores como la
honestidad, la confianza, el respeto, la empatía, la cooperación o la
solidaridad. Actualmente, añade, “solo el egoísmo y la desconsideración
conducen hacia el éxito económico”. Para revertir esta situación, con un modelo
basado en la EBC no será más fuerte quien tenga más dinero y propiedades, sino
quien mejor Balance de Bien Común consiga. “Cuando mejor es el resultado de
este balance, menos paro y exclusión existe y más se respeta el
ecosistema”, explica.
Cómo generar
beneficios
Hoy en día, las empresas ecológicas, solidarias y sostenibles venden sus productos a precios más
caros que el resto, puesto que para respetar sus principios no
pueden subirse al carro de la competencia atroz que rige al resto de compañías.
“Hoy, cuanto menos ética es una empresa, más opciones de triunfar tiene, puesto
que puede vender a precio menor”, comenta Felber. Este abaratamiento del
producto se consigue reduciendo salarios al máximo, exprimiendo al trabajador,
y fomentando el consumo hasta límites totalmente innecesarios. Para solucionar
esta desventaja, Felber apuesta por que las empresas solidarias y responsables
reciban ventajas impositivas o arancelarias para poder así competir en
igualdad de condiciones con las demás, que, a su vez, estarían en desventaja,
pues serían sancionadas por no respetar el Bien Común.
“Asimismo, el beneficio financiero es bienvenido, pero es un medio, como el
dinero en sí, no es un fin. Por eso, ese beneficio debe repercutir en el bien
común, ya sea mediante el aumento de salarios o reinvirtiéndolo en los propios
trabajadores o en la sociedad”, añade. Por ende, de aplicarse este modelo
económico desaparecería el reparto de dividendos entre personas que no trabajan
en la empresa (accionistas) o las donaciones a partidos políticos a cambio de
turbios intereses. “Si prohibimos esos usos, el dinero sería un medio para
maximizar el bien común y no el fin último de algunos individuos y de una
minoría que cada vez es más potente y más desconsiderada con el resto de la
sociedad”, asegura Felber.
Poner límites:
salario mínimo y máximo
Para conseguir que este sistema funcione, este economista austriaco propone
limitar la libertad en el ámbito económico. “La libertad de toda persona está
limitada en cuanto atenta contra la libertad de otra persona”, concreta. Es
decir, yo no puedo matar o escupir a nadie en uso de mi libertad porque esa
acción repercute en la libertad de la otra persona. Pero esto no ocurre en la
economía ni en la acumulación de capital o propiedades. “Para que una persona
tenga 1.000 millones es necesario que otras muchas personas estén en paro o no
tengan apenas nada para poder sobrevivir”, argumenta. Por eso con la Economía
del Bien Común toda persona podrá acumular un capital estipulado, pero será
prácticamente imposible crecer a partir de ese máximo –que se decidirá en procesos
democráticos-.
Con esta serie de medidas se pretende conseguir una mejor redistribución de
la riqueza y poner en práctica la justicia social que recogen casi todas las
constituciones. “El objetivo es limitar la desigualdad en la renta y poner un
límite en la propiedad privada, así como establecer un tope entre salario
máximo y mínimo”, asevera Felber. De hecho, asegura que los ciudadanos creen
que el salario máximo no ha de superar en diez veces el salario mínimo. Es
decir, si se estipulara un mínimo de 1000 euros mensuales, nadie podría ganar
más de 10.000 euros. De hecho, esta regla ya se ha puesto en práctica en
algunas empresas que han adoptado el modelo de la ECB. Sin embargo, la realidad
es mucho más injusta: “Actualmente, la diferencia entre salario mínimo y máximo
es en Austria de 800 veces, en Alemania de 5.000 y en Estados Unidos de hasta
350.000 veces. Por eso es fundamental poner freno a esta injusticia y limitar
la desigualdad en una medida humana y razonable”.
Además, esta diferencia se está disparando con la crisis, como reflejan los
últimos datos publicados en España, donde los directivos ganaron un 7% más en
2013, mientras que los mandos intermedios y el grueso de empleados
vio disminuir su salario en varios puntos porcentuales, ampliando todavía más
la brecha entre ricos y pobres.
Gestión ciudadana de
los bienes comunes
Por último, otro de los grandes pilares que defiende esta Economía del Bien
Común es la conjugación entre lo público y lo privado. “La banca pública falla,
pero la banca privada también”, explica Felber. Por eso, ha ideado un sistema
intermedio en el que existirían servicios privados, pero de gestión colectiva.
Por ejemplo, en Austria ya existen algunos bancos privados, pero de propiedad
colectiva que, por tanto, son gestionados directamente por los ciudadanos. “El
propietario es el pueblo soberano, pero el gobierno no puede intervenir”,
aclara.
Con esta medida, bienes comunes tan importantes como las empresas
energéticas, las de agua, los bancos cooperativos, las escuelas y hospitales o
hasta los museos estarían gestionados por los propios ciudadanos, pero sin que
existiera intervención gubernamental.
En definitiva, la economía del bien común no es el mejor de los modelos
económicos, sino un paso a dar para intentar que la ética y la justicia social
ganen el protagonismo que merecen en la economía y el sector financiero.
Se trata de un proceso participativo, de desarrollo abierto y que busca
sinergias con procesos similares como la economía solidaria, la renta básica o
las comunidades en transición. Desde que la teoría se diera a conocer hasta
hoy, la lista de simpatizantes no ha dejado de crecer ni en nuestro país ni en
el resto del mundo. El objetivo es implantar el modelo desde abajo, en pequeñas
comunidades, para ir creciendo por municipios, regiones y países.
Según estos datos de la Asociación Federal para el Fomento de la EBC en
España, ya son más de 1.500 las empresas de nuestro país que se acogen a este
modelo y unas 5.500 personas individuales, amén de la ciudad deMuro de Alcoy que,
con su alcalde a la cabeza, se convirtió en diciembre de 2012 en el primer
municipio que se suscribió en España a este modelo económico. Más tarde,
otros como Rivas Vaciamadrid, Alboraya o Rubí se
adhirieron a la iniciativa, convirtiendo a España en el quinto país de Europa
donde más ha arraigado la EBC.
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