Parece difícil de creer que haya personas
en el mundo que no tengan idea alguna sobre la existencia de Internet o de los
teléfonos móviles. Que no conozcan a Cristiano Ronaldo ni a Obama o, incluso,
que nunca hayan oído hablar de Jesucristo porque, entre otras cosas, nadie
entiende su idioma. Esto es lo que ocurre en North Sentinel Island, una pequeña
isla cerca de India que, aun estando habitada desde tiempo inmemorial, no ha
podido ser todavía explorada por científicos y antropólogos.
Sin duda, se ha convertido en el lugar más
inhóspito de la Tierra. Sus
tribus indígenas están completamente aisladas del mundo global que nos rodea y no han
permitido ningún tipo de contacto con el mundo exterior. Situada exactamente
entre Myanmar e Indonesia, está
habitada por una tribu que parece ser descendiente de los primeros humanos que
emergieron de África. Los
sentineleses viven en la isla desde hace casi 60.000 años y su población exacta
se desconoce, aunque oscila entre un mínimo de 40 personas y un máximo de 500.
A lo largo de los siglos, aventureros y antropólogos han intentado alcanzar la
isla, aunque siempre ha sido en vano. Cuando notan
una presencia extraña, los habitantes de North Sentinel Island responden con
flechas y lanzas. Ni siquiera permitieron la entrada de los médicos que
intentaron ayudarles tras el tsunami de 2004. Tras el
devastador ciclón que golpeó el Índico, un helicóptero de la marina india
intentó aterrizar en la isla para ayudar a los supervivientes. Pero lo único
que pudieron hacer fue dejar caer algunos paquetes de comida al suelo, pues
pronto un grupo de guerreros emergió de la densa selva y disparó varias flechas
al helicóptero. Por tanto, podemos hablar de que en la Tierra queda todavía una sociedad paleolítica prácticamente
en estado puro. De hecho, India restringe los contactos con la
isla y es prácticamente imposible llegar a las cercanías de este inhóspito
territorio. Además, la barrera natural de arrecifes de coral que la rodea hace
muy difícil la navegación durante casi todo el año, de ahí que los ingleses
obviaran su ocupación cuando conquistaron todas las islas vecinas del llamado
archipiélago de Andamán. Sin
apenas contacto exterior.
La primera noticia de los sentineleses
data del año 1771,
cuando el explorador británico John Ritchie escribió que “a juzgar por la
multitud de antorchas que se ven sobre la costa por la noche, la isla está bien
habitada”. Pero el primer contacto no llegaría hasta un siglo después, cuando en 1880 una expedición dirigida por
M.V. Portman desembarcó finalmente en la isla. La expedición
contaba con nativos de las tribus Aka-Bea –habitantes de la isla vecina- que,
hablando en su idioma nativo, fueron incapaces de entenderse con los
sentineleses. No hay mucha más información de este primer contacto, solo
algunas fotos donde se percibe la espesura de la vegetación. En 1886, Portman volvió a
intentarlo y aunque encontró algunos poblados, se percató de que sus habitantes
habían huido al interior de la isla. Portman dejó algunos
regalos y abandonó el lugar. Varios años después, en febrero de 1895, el mismo
antropólogo repitió visita, esta vez acompañado de los Onges, indígenas de otra
isla vecina y de un supuesto sentinelés que había abandonado la isla en canoa
unos años antes. Así narró Portman esta visita: “Después de una búsqueda los
días 15 y 16 en la costa de la isla, algunos de los habitantes fueron vistos
cerca de la punta noroeste en una canoa; aunque fueron llamados por los Onges y
por su propio paisano, mostraron los usuales signos de miedo y hostilidad, por
lo que tuvimos que volver sin conseguir un acercamiento”. Después, aunque
probablemente habría algún desembarco anónimo, no hubo más intentos de contactar
con los sentineleses hasta la década de 1970. En marzo de ese
año, el antropólogo indio T.N. Pandit llegó a la isla con su equipo y ofreció
pescado a los nativos arrojándolo desde la embarcación. Los nativos lo
recogieron, pero la hostilidad no cesó, por lo que no pudieron poner pie en tierra. En 1974, lo intentó una expedición
nefasta desde el punto de vista científico. North Sentinel fue visitada por un
grupo de antropólogos que filmaba un documental para National Geographic y
varios policías. Cuando consiguieron superar la barrera de coral, los
sentineleses respondieron con flechas y piedras. La embarcación se alejó y descendieron
los policías que dejaron en la tierra algunos regalos muy extraños para los
nativos: un coche de plástico en miniatura, cocos, un cerdo vivo atado, una
muñeca y papel de aluminio. Y, como era de esperar, fue un caos: los nativos
lanzaron flechas al barco e hirieron al director del documental, lancearon al
cerdo y a la muñeca y los enterraron en la arena junto al coche de juguete.
Solo se llevaron los cocos y el papel de aluminio. Al parecer, conocen
perfectamente alguna versión del mito del Caballo de Troya y desconfían
profundamente de los regalos que no pueden identificar. Desde entonces, no ha
habido muchas más expediciones, y las que han tenido lugar solo han servido
para incrementar el odio de los sentineleses hacia lo desconocido. Los antropólogos
y el Gobierno indio decidieron entonces que su contacto con la isla se
reduciría a pequeños acercamientos a la arena para depositar regalos conocidos
para los nativos. Actualmente, esas expediciones siguen llevándose a cabo y lo único que se ha conseguido es
que los sentineleses no ataquen al barco que se acerca a depositar los
presentes, siempre y cuando ninguno de sus tripulantes se atreva a poner un pie
en tierra.
Publicado en el blog Ciencia para Tod@s de Republica.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario