Hace unos días, el periodista valenciano Pascual Serrano, al que os aconsejo encarecidamente leer, nos regaló en su blog un interesante artículo titulado: ¿Pero había una dictadura en Túnez?
“El ciudadano medio europeo nunca había oído ninguna queja del presidente tunecino, los medios no denunciaban que aquello fuera una dictadura, los parlamentos no aprobaban resoluciones de condena contra aquel gobierno, no se escuchaban acusaciones contra la falta de libertad de expresión en ese país. Incluso la ONU celebró una cumbre sobre el derecho a la información en su capital, en la capital de un país donde no se puede acceder a Youtube, pero nadie nos lo había contado”.
Con este contundente párrafo da comienzo el artículo de Serrano. ¡Qué razón! Las dictaduras que se ven en televisión y a las que acusan continuamente tanto medios como gobiernos son las de Cuba, Venezuela, Bolivia o Bielorrusia, países donde, casualmente, hay regímenes o gobiernos de izquierda. Lógicamente no voy a defender casi ninguna de sus medidas, pero sí que me resulta hipócrita que sólo se tache de dictaduras a éstas y se obvien a aquellas de países sumisos a Occidente. Como dice Serrano, “no importa que haya observadores internacionales o no (en referencia a Venezuela o Bolivia).
Los países sumisos a los gobiernos occidentales y las instituciones económicas internacionales nunca son acusados de dictaduras, aunque su presidente lleve décadas en el poder mediante elecciones donde los partidos de la oposición pueden existir siempre que pidan el voto para el presidente”. Es más, pueden “reprimir violentamente manifestaciones, prohibir sindicatos y periódicos, que nunca será noticia en nuestros medios de comunicación. Todo eso era Túnez con el gobierno de Ben Alí”. Un Ben Alí, que todavía sigue sin ser calificado de “dictador”, sino de mandatario, presidente, o “la persona que dirige el país desde hace 23 años”.
Y, citando de nuevo a Pascual Serrano, “es importante saber que el partido de Ben Alí, la Asamblea Constitucional Democrática pertenece a la Internacional Socialista, es decir, el club de los partidos socialdemócratas donde también se encuentran el PSOE, el Partido Laborista británico, el Partido Socialista Francés, o el Partido Nacional Democrático de otro dictador amigo, el egipcio Hosni Mubarak”, y que casualmente también está siendo noticia estos días porque, ¡atención!, parece ser otro dictador aunque nadie lo sabía.
Y sigue Pascual Serrano denunciando: El 14 de enero, antes de la caída del gobierno, el diario El País reproducía una noticia de apoyo titulada: “La UE celebra la decisión de Ben Alí”. Decía el texto que “la diplomacia de la UE ha celebrado hoy el anuncio de Ben Ali de no presentarse a una quinta reelección a la presidencia de Túnez en 2014”. Curiosa reacción la de los gobernantes europeos. Si Ben Alí no es un dictador y sus elecciones son limpias, ¿por qué no se puede volver a presentar a las elecciones? Y si es un dictador que se ha mantenido en el poder mediante fraudes electorales, ¿por qué lo aceptan en la Internacional Socialista? ¿Por qué deben esperar los tunecinos tres años más para quitarse la dictadura de encima e iniciar una democracia? ¿No será que la UE, como con tantos dictadores amigos, los da por amortizados cuando la paciencia de los ciudadanos que los sufren llega a su límite, los muertos se amontonan por decenas y entonces se hace necesario desmarcarse, dejarlos caer y pensar en un sustituto que parezca diferente pero que todo siga igual?
Después están las instituciones financieras internacionales. Esas sí que están contentas con los dictadores aunque su pueblo se esté muriendo de hambre y saliendo a las calles por las subidas de los precios de alimentos y servicios básicos. Así comienza el último informe sobre Túnez del Banco Mundial:
Dada la persistencia de las altas tasas de desempleo, sobre todo entre los profesionales universitarios, Túnez mejoró su competitividad general y aceleró el crecimiento económico con la ayuda de una serie de préstamos para políticas de desarrollo del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF). Desde fines de los noventa, el país se convirtió en una de las economías más competitivas e importantes de África. Entre 1996 y 2007, duplicó sus exportaciones de bienes y servicios.
En el medio siglo transcurrido desde la independencia, el país ha conseguido grandes avances económicos y sociales, entre ellos la cuadruplicación del producto interno bruto (PIB) per cápita y el aumento de la esperanza de vida hasta niveles cercanos a los del mundo desarrollado.
El buen desempeño económico se debe, en parte, a la creación –en 1971– de un sistema abierto al exterior para reducir el sesgo antiexportador inherente a la estricta política de substitución de las importaciones de los años sesenta. El país atrajo inversión extranjera directa (IED), se incorporó en las cadenas manufactureras mundiales y creó empleos en la industria del vestuario y en otros sectores fabriles.
El buen desempeño económico se debe, en parte, a la creación –en 1971– de un sistema abierto al exterior para reducir el sesgo antiexportador inherente a la estricta política de substitución de las importaciones de los años sesenta. El país atrajo inversión extranjera directa (IED), se incorporó en las cadenas manufactureras mundiales y creó empleos en la industria del vestuario y en otros sectores fabriles.
Y, por último, subrayo su conclusión: Las dictaduras amigas no tienen ninguna dificultad en ser aceptadas por nuestros medios de comunicación, nuestros líderes e instituciones políticas europeas y, por supuesto, las instituciones financieras internacionales. Cuando escuchemos sus denuncias o halagos a otros gobernantes, no olvidemos la tabla de medir que usan y que han usado para el dictador tunecino.
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