30 de enero de 2011

Los indígenas que vencieron a la minera

A veces, hay motivos para creer. En el este de la India, en el estado de Odisha, los Dongria Kondh conforman un pueblo indígena experto en la vida en el campo. Se llaman así mismos jharnia, que significa “protector de los arroyos”, ya que cientos de corrientes de agua bajan por la montaña Niyamgiri, su dios sagrado. “Nosotros adoramos a los ríos, a las montañas, a los arroyos y los bosques, a nuestras casas y aldeas. Son nuestros dioses”.

Su economía se basa en la agricultura que cultivan en la falda del Niyamgiri. Además, la montaña les da fruta, bambú, caza, plantas medicinales y jugo de palmeras, la bebida que les mantiene fuertes. Hasta hace unos años, los dongria kondh han vivido tranquilos, en paz y armonía con sus dioses, con la naturaleza. En paz hasta que llegó la empresa minera Vedanta Resources, con base en Londres, y construyó una potente refinería a unos kilómetros del Niyamgiri, en la aldea de Lanjigarh.


La empresa llegó casi sin avisar. Los indígenas de Lanjigarh se opusieron a abandonar sus tierras y las excavadoras entraron de noche y sin avisar, destruyendo su poblado. Hoy, donde está la refinería, ya no brota el agua que antaño regaba los campos. Además, el polvo de la bauxita, el mineral que abunda en la montaña sagrada, se mezcla con el agua de pozos y arroyos. Los residuos de la refinería se vierten en grandes charcas y se filtran al subsuelo. “Todo está contaminado, quieren que nos vayamos. La gente tiene miedo, pero no nos vamos a mover de aquí”.

Aun así, los dongria no pensaban que el problema pudiera acrecentarse. Hasta que Vedanta decidió abrir una mina al aire libre en lo alto del Niyamgiri, la montaña sagrada. Hace un año, los indígenas se movilizaron y protagonizaron  el reportaje La Mina: historia de una montaña sagrada, (lo podéis ver al final del artículo) en el que solicitaban ayuda para que la empresa británica no acabara con su bien más preciado. “Si se llevan a Niyamgiri, moriremos. Perderemos nuestra alma. Estamos dispuestos a dar nuestras vidas por nuestro dios”. “No lo permitiremos, aunque nos corten la cabeza”.

Su voz se alzó con fuerza. Una campaña internacional de solidaridad, promovida por distintos frentes, consiguió el resultado esperado. La voz de los dongria kondh llegó a todos los rincones de Inglaterra y del mundo. El proyecto comenzó a recibir ataques sin precedentes. Los Gobiernos noruego y británico, la Iglesia de Inglaterra y organizaciones como Survival Internacional criticaron a la empresa y su ética. Su difícil situación llamó incluso la atención del director de Avatar, James Cameron, y los dongria son ahora conocidos como “los na’vi del mundo real”.

La lucha ha sido dura. Ha enfrentado a los 8.000 miembros de esta tribu indígena, casi todos analfabetos, con el poder de una empresa valorada en varios miles de millones de dólares y su fundador, el indio Anil Agarwal, con una fortuna que se estima en los seis mil millones de dólares. Los dongria kondh organizaron manifestaciones, cortaron las carreteras que estaba construyendo Vedanta en dirección a la montaña y dos de sus líderes fueron secuestrados y apaleados antes de ser puestos en libertad.

Pero  finalmente, su tesón ha tenido premio. Hace unos meses, el ministro de Medio Ambiente de India, Jairam Ramesh, bloqueó el proyecto para construir la mina de bauxita en la montaña sagrada. El ministro declaró que Vedanta mostraba un “escandaloso y flagrante desprecio por los derechos de los pueblos indígenas”. Además, cuestionó la legalidad de la refinería que funciona al pie de las montañas. Esta vez, los indígenas habían ganado. Pero, ¿cuántas derrotas silenciosas les quedan todavía por sufrir?

La Mina: historia de una montaña sagrada

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