8 de enero de 2013

Carabanchel se queda sin rey Baltasar

El senegalés Gamou Ding permanece en el Centro de Internamiento de Extranjeros, el mismo día que sale a la luz la reforma que penalizará a las personas que ayuden a los inmigrantes irregulares 



Artículo publicado en Cordópolis

Ya se podrán imaginar que mi pasión hacia todas aquellas personas que portan corona en pleno siglo XXI es más bien nula; si bien, todavía siento cierto apego por su Majestades los Reyes Magos, especialmente porque son capaces de sacar miles de sonrisas, en vez de odios viscerales, más propio de sus colegas terrenales. Por eso, hoy me gustaría denunciar que mi barrio, Carabanchel, se ha quedado este año sin su rey Baltasar porque algún listo ha decidido que por cometer ese gran delito que es ser inmigrante en España, mejor está encerrado en un Centro de Internamiento de Extranjeros que repartiendo regalos entre los niños y niñas del barrio. Se fue la magia. Unos policías y un Gobierno racista se la cargaron de golpe. Por eso, ayer más de una decena de asociaciones vecinales que organizan la cabalgata popular de Carabanchel –pues el ayuntamiento ha decidido que con una cabalgata municipal por el centro Madrid hay más que suficiente- lanzó una campaña para exigir la liberación de Gamou Ding, el popular rey Baltasar del barrio.

No sabemos si esta presión a la Delegación de Gobierno, dirigida por Cristina Cifuentes, esa señora que tiene a su marido en búsqueda y captura por la Justicia, aunque luego aparezcan juntos en algunos eventos, servirá de algo. Quizá, sea incluso contraproducente y conlleve la expulsión inmediata de Gamou a Senegal, pero, al menos, queremos que nuestro rey Baltasar se sienta querido tras los muros de la cárcel donde se encuentra por cometer el único delito de ser extranjero.

Porque, de lo que no cabe duda, es de que la persecución hacia los inmigrantes se ha incrementado en los últimos meses. Primero, con las redadas racistas, esas que tanto criticó el PP cuando estaba en la oposición, pero que siguen a la orden del día un año y medio después de que llegara al poder. Establecer cupos de detenciones de inmigrantes es algo “inadmisible, ilegal, que atenta contra el Estado de Derecho y xenófobo”. Son palabras de Ignacio Cosidó cuando era diputado del Partido Popular en 2009. Hoy, tres años después, no solo persisten las redadas, sino que Cosidó es el director general de la Policía.

Pero no solo se les persigue así, sino que niegan a este colectivo un derecho tan básico como el acceso a la sanidad pública, al retirarles la tarjeta sanitaria. O se le incrementan las tasas administrativas porque sí, como ocurrió no hace mucho en Castilla La-Mancha. Pero cuando pensábamos que ya no se podría ir más allá, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, ha dado otro giro de tuerca. El ex alcalde de Madrid pretende modificar el Código Penal para criminalizar la solidaridad. Sí, como lo leen. Lejos de revisar sus polémicas medidas hacia los inmigrantes, el Ministerio de Justicia propone penas de multa y hasta de dos años de cárcel a las personas que ayuden a los inmigrantes en situación administrativa irregular.

Así lo dicta el artículo 318 bis del Anteproyecto de reforma, pendiente todavía de aprobación parlamentaria: “El que intencionadamente ayude a una persona que no sea nacional de un Estado Miembro de la Unión Europea a entrar en el territorio de otro Estado miembro o a transitar a través del mismo, vulnerando la legislación de dicho Estado sobre la entrada o tránsito de extranjeros, será castigado con una pena de multa de tres a doce meses o prisión de seis meses a dos años”.
Ante este ataque directo y sin contemplaciones a los Derechos Humanos, ¿qué se puede decir? ¿Qué se puede alegar? ¿En qué país vivimos? ¿Quiere decir esta reforma penal que los médicos que decidan atender a los inmigrantes irregulares también sufrirán la cárcel? ¿Qué les ocurrirá a quienes decidan cederles una vivienda para no morir de frío en la calle? ¿Y quién les invite a cenar por Navidad? En el Ministerio solo se atreven a decir que se puede “no perseguir el delito cuando se actúe por motivos humanitarios”. Fin de la historia. Ya se verá que hacemos con esos malditos seres solidarios. Después de tanto despropósito junto, solo me viene una pregunta a la cabeza: Si la sabia naturaleza no creó fronteras, ¿por qué las creó el hombre?

Porque, recuerdo, ningún ser humano es ilegal

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