Estamos
rodeados de chorizos que se tapan unos a otros y nadie hace nada. Ayer Undanga
hoy la Infanta. Eso sí, tenemos un presidente tan transparente que ya se ha
hecho invisible
Estoy harto. No sé ni sobre qué escribir.
Me da absolutamente igual que hayan imputado a la infanta Cristina, me importa
todavía menos que el Ayuntamiento de Madrid le pagara clases de golf a Aznar o
que el presidente gallego tenga amigos narcos. Me da igual porque todo lo que
nos rodea huele a podrido. Y como huele a podrido la única solución es
cambiarlo desde abajo y de forma colectiva. Encarcelar a los chorizos y, sobre
todo, obligarles a devolver hasta el último duro que han robado.
Hace un par de días, todos los periódicos
de España y casi del mundo hacían especial hincapié en la imputación de la
Infanta Cristina en el Caso Nóos. Si bien era algo que a muchos sorprendió, a
mí, especialmente, lo que de verdad me impactó fue la serie de acontecimientos
que se sucedieron una vez hubo saltado la noticia.
En primer lugar, y para demostrar que la
corrupción llega a todos los ámbitos, la Fiscalía Anticorrupción aseguró que
iba a recurrir la imputación de la hija del Borbón. Es decir, la institución
que investiga “los procesos de especial trascendencia, relativos a los delitos
económicos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus cargos
relacionados con el fenómeno de la corrupción” se hacía el harakiri. Solo les
faltó decir que la infanta no es tan corrupta como dice el juez, pero que,
aunque lo fuera, no tenía que demostrarse. Los indicios señalados por el juez
Castro “carecen de la entidad suficiente”, se apresuraron a argumentar. Y
aunque la tuvieran, la infanta no es culpable “por cojones”, deberían haber
añadido. Y punto.
Un poco más tarde, la Casa Real se pronunció en dos vertientes: la del amo y señor que acaricia al esclavo dócil y adulador y la del amo opresor que castiga al que se comporta contra sus intereses. Aunque en un primer momento dijo que no iba a hacer comentario alguno sobre la imputación, unos minutos más tarde, un portavoz de la Corona expresó su “sorpresa” por “el cambio de posición expresado por el juez”, al tiempo que manifestaba su “absoluta conformidad con la decisión anunciada por la Fiscalía de recurrir el auto”. Ole. Clara muestra de respeto al poder judicial. ¿Separación de poderes? ¿Dónde?
Probablemente, el juez Castro ha empezado
ya a buscar destino fuera de nuestras fronteras. Siempre podrá irse a Argentina
a hacer compañía al otro defenestrado de la judicatura nacional, el juez
Baltasar Garzón. Sin embargo, ¿qué es lo que le sorprende a la Casa Real? A la
luz de los hechos, y sobre todo tras la retahíla de correos electrónicos
aportados por Diego Torres hace unos días, lo realmente extraño y sorprendente
es que la propia Fiscalía no hubiera pedido hace tiempo la imputación de la
Infanta, especialmente por ser la única persona de la junta directiva de Nóos
que seguía sin cargos. Sin embargo, en este país podrido, la Fiscalía pide
revocar el auto.
Con este ataque a la supuesta
independencia judicial el rey se desdice de sus palabras en el discurso de
Nochebuena, donde recordaba que la justicia “es igual para todos” y que las
conductas censurables “deben ser sancionadas”. JA! Perdonad que me ría. Todos
seremos iguales ante la justicia, pero unos más iguales que otros. Aun así,
según el Código Penal, la cooperación necesaria y la complicidad, los dos
delitos que el juez Cruz imputa a la infanta Cristina, tienen penas de hasta
diez años de cárcel. El próximo 27 de abril, la infanta debería ir a declarar a
los juzgados de Mallorca, aunque por ser miembro de la Familia Real podría no
acudir y declarar solo por escrito. Es decir, todos iguales. ¿De verdad alguien
cree que acudirá a declarar? ¿O que la culparán de algo?
Sin embargo, el Juez Castro que además es
cordobés de nacimiento y que se ganó la fama por ser tajante en la causa contra
Jaume Matas, antiguo presidente balear, ya ha dicho que esa declaración por
escrito sería “de escasa utilidad” para la investigación que dirige. Un juez
valiente y respetado en las Baleares que está destapando importantes casos de
corrupción política y al que no le tiembla la mano a la hora de tocar a la
institución más sagrada de este país: La Corona, que no La Corina, como algunos
dicen. Sin embargo, ¿hasta cuándo le permitirán seguir ejerciendo la justicia
sin reparos? De hecho, la caverna mediática de la derecha más becerril ya ha
empezado a atacarle sin miramiento alguno…
El
otro, a lo suyo…
Sin embargo, este miércoles dio para
mucho. Mientras todos los medios se centraban en el Caso Nóos y la Infanta, el
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en otro claro ejemplo de transparencia
y cercanía, decidía volver a comparecer ante los medios de comunicación detrás
de una televisión. El “caraplasma” como ya se le conoce por las redes sociales,
volvió a repetir formato dos meses después de ser fuertemente criticado. Sin
embargo, los periodistas no aprenden, a excepción de eldiario.es que decidió no
acudir a la rueda de prensa.
Allí estaban todos, sentados, mirándose
unos a otros y atendiendo a ese monitor que mostraba a Mariano como si
estuviera a miles de kilómetros. Sin embargo, estaba unas cuantas salas más
allá, asustado y tembloroso. El presidente que siempre iba a dar la cara se ha
vuelto invisible de tan transparente que iba a ser. Pero no pasa nada. Seguimos
igual. ¿Para qué va a responder las preguntas sobre Bárcenas, las fotos del
presidente de la Xunta con un contrabandista o las cuestiones que tan
gravemente afectan a la Monarquía? Si les da igual, saben que mañana van a
estar tranquilos y pasado en algún consejo de administración de una empresa
amiga. Los jodidos, siempre vamos a ser los mismos.
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