12 de abril de 2013

Todo está orquestado

La situación que nos toca vivir no es más que la consecuencia de una serie de políticas neoliberales impuestas a la fuerza por la Escuela de Chicago




Esta semana ha muerto Thatcher. Margaret, la dama de hierro, la lideresa conservadora y ultraliberal de Reino Unido se ha apagado para siempre. La persona que apoyó a Augusto Pinochet en sus políticas privatizadoras en Chile, incluso vendiéndole armas para su correcta aplicación, es hoy tratada en los medios de comunicación como una gran pensadora. Una mujer de principios, añaden en muchos medios. Una señora de fuertes convicciones, aseguran otros. Sin embargo, no la voy a echar de menos. Porque si miras al trasluz de la situación, te percatas de que algo ocurre. De que no somos más que marionetas que se mueven al son de la música que los de arriba deciden interpretar. Pero, ¿cuándo empezó la película? Y, especialmente, ¿por qué no me doy cuenta de que soy parte del argumento?

Todo comenzó el 15 de agosto de 1971. Ese día, el presidente estadounidense Richard Nixon anunció que Estados Unidos suspendía la convertibilidad del dólar en oro. El nuevo capitalismo nació aquella mañana y, con él, la globalización neoliberal. En los años que siguen, llegaron al poder los teóricos de la Escuela de Chicago, algunos de los cuales saltaron a Chile para aconsejar al dictador Pinochet. Más tarde, en 1979, dieron el salto a Inglaterra para estar junto a Margaret Thatcher y en 1980 se aliaron al EEUU de Reagan.

En nombre de la “revolución conservadora”, estos líderes económicos mostraron un neoliberalismo agresivo, avivado por un anti-keynesianismo militante, para acabar con la larga tradición de intervención económica y social del Estado. Su primer objetivo era quebrar los sindicatos para que así fuera más fácil desregular la economía y desencadenar una cascada de privatizaciones. La plaga se fue poco a poco extendiendo y hoy estamos viviendo en España sus consecuencias más severas.

Pero, ¿quiénes fueron los ideólogos de esta ideología ultraliberal? Principalmente, Friedrich von Hayek (1899-1992) y Milton Friedman (1912-2006). De hecho, sus tesis dominaron el campo de la teoría del capitalismo durante más de treinta años. Y de aquellos barros, estos lodos.

Hayek y el Estado mínimo

Es el profeta de los neoliberales. Critica toda forma de regulación de la economía con el pretexto de que ésta sería demasiado compleja como para pretender organizarla. Defiende una concepción mínima del Estado, una democracia limitada y preconiza la supresión de las intervenciones sociales y económicas públicas. Su objetivo principal: derribar el “Estado providencia”.

Su concepto de “Estado mínimo”, desprovisto de todo poder de intervención económica, y su idea del “mercado que siempre tiene razón”, cuya “autorregulación espontánea” no debe ser planificada (apología del “laissez-faire”), se convirtieron, durante tres décadas, en los pilares de un dogma cuasi religioso para los neoliberales. Una “Verdad Única” en materia de economía. Además, para Hayek, el Estado no debe garantizar, en nombre de la “justicia social”, la redistribución de la riqueza.

En sus dos libros, Hayek expuso su programa: desregularizar, privatizar, limitar la democracia, suprimir las subvenciones para la vivienda y el control de los alquileres, disminuir los seguros de desempleo, reducir los gastos de la seguridad social y, por último, quebrar el poder sindical. Es más, en 1976 llega incluso a proponer la desnacionalización de la moneda, es decir, la privatización de los bancos centrales para someter la creación monetaria a los mecanismos del mercado… A pesar de la insolidaridad que desprendían sus ideas, Hayek recibió el premio Nobel de Economía en 1974. Su colega Friedman en 1976 y, más tarde, el resto de discípulos neoliberales: George Stigler (1982), James Buchaman (1986), Ronald Coase (1991) y Gary Becker (1992).

Milton Friedman y la violencia capitalista

Aunque Hayek fue un gran precursor, Friedman fue el gran gurú del neoliberalismo. Este teórico estadounidense es además el instigador de la nueva violencia capitalista. “El libre mercado es un sistema científico perfecto en el cual particulares que actúan en su propio interés, crean, para todos, la mayor cantidad de ventajas posibles”.

Según él, el Estado “tiene como única función proteger nuestra libertad de sus enemigos externos y de nuestro propios conciudadanos”. Poco más. Hace que reine la ley y el orden y que se respeten los contratos privados para favorecer la competencia”. Eso es todo. Pero lo más importante es que no se ocupe de la economía y que promueva el librecambio.

El fanatismo económico llevó a algunos de estos economistas a colaborar con gobiernos dictatoriales, especialmente con la dictadura chilena de Pinochet. Tras el viaje de Friedman a Santiago, las autoridades chilenas lanzaron su “terapia del shock” particular: privatización de empresas del sector público, adopción del librecambio y supresión de las barreras aduaneras, liberación de los precios de miles de productos, reducción del presupuesto del Estado y despido de miles de funcionarios, autorización de sus ganancias, anulación de las leyes que protegían a los trabajadores, “flexibilidad” en el empleo, privatización de los sistemas de salud y de jubilaciones…

Hayek, que también viajó a Chile, declaró que su preferencia personal “se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”. Tal análisis explica por qué muchos discípulos de Friedman y Hayek no experimentaron repugnancia alguna al colaborar y aconsejar a regímenes dictatoriales favorables a las “terapias del shock” neoliberales.

Neoliberalismo y democracia

En el fondo, el neoliberalismo mantiene una relación poco feliz con la democracia, esa que Hayek aceptaba solo de modo “limitado”. Se siente más cómodo con regímenes autoritarios que, en caso de ser necesario, pueden imponer por medio del terror y de las alteraciones económicas y sociales que exige la aplicación de su teoría.

Muy probablemente, no sea casual que los primeros laboratorios donde se experimentaron, con una población cobaya y forzada, las tesis ultraliberales de Schumpeter, Hakey y Friedman, fueron la Indonesia bajo la bota del general Suharto y el Chile aterrorizado del general Pinochet. En su libro La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, Naomi Klein mostró cómo, durante el primer año de aplicación de la terapia prescrita por estos “locos eruditos ultraliberales”, la economía de Chile experimentó un retroceso del 15% y la tasa de desempleo –que había sido solo del 3% durante el gobierno democrático de la Unidad Popular de Salvador Allende- trepó al 20%. En 1988, luego de quince años de experiencias ultraliberales, el 45% de los chilenos se encontraba bajo la línea de pobreza. Semejante cataclismo social no impidió que Milton Friedman admirara la política económica del general Pinochet, calificara sus resultados como “milagro de Chile” y… recibiera como ya mencionaba anteriormente, el Premio Nobel de Economía de 1976.

Todo orquestado

Por tanto, como reza el titular de este artículo, basado en varios capítulos del libro La catástrofe perfecta de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, la dura situación que actualmente nos ha tocado vivir no es más que la conclusión de una serie de acontecimientos que poco a poco han ido sucediéndose en el tiempo y en diferentes países del mundo. Simplemente, ahora nos toca vivir en España lo que en tiempos pasados vivieron los ciudadanos chilenos o, posteriormente, los ingleses con Thatcher o los estadounidenses con Reagan.

Los dominantes van a proponer a los dominados, a los pobres y a los excluidos, que acepten el carácter inevitable y natural de la pobreza y la lucha sin piedad por la supervivencia individual. Han acabado con el “nosotros” y han creado una infinidad de “yoes” en competencia entre sí por el acceso a los bienes y servicios esenciales. El evangelio de la competitividad es el único argumento que usan para explicar y justificar la perennidad de la pobreza que nos ha tocado vivir. Y los grandes medios de comunicación van de su mano para poder asentar y normalizar este sistema corrupto, injusto e insolidario. En nuestra mano está despertar y frenar esta represión económica que nos va a traer décadas de decadencia, pobreza y restricción de derechos. Ha llegado el momento de cambiar de orquesta.

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