La
pasada semana no escribí porque nos tocó pelear en la calle lo que los
políticos no quisieron darnos en sus despachos. Nos querían quitar la cultura
de barrio, pero no pudieron
La
pasada semana el Festi-K se engulló mi artículo de Cordópolis. No escribí nada
porque no tuve tiempo material. Ni un segundo. No lo tuve porque durante toda
la mañana del jueves tuvimos que estar peleando contra una masa inerte de
insensibles burócratas. Una larga historia que, mejor será empezarla por el
principio.
El
Festi-K es un festival autogestionado que desde hace diez años organizamos en
mi barrio de Carabanchel. Durante ocho ediciones, la Junta Municipal apoyaba el
evento aportando las infraestructuras necesarias, pero ya el pasado año nos
anunció que la crisis económica había hecho tal mella en sus maltrechas cuentas
que le era imposible aportar absolutamente nada. El evidente despilfarro de
Gallardón ha dejado a Madrid y a los madrileños endeudados hasta las cejas.
Sin
embargo, no nos achantamos y gracias al trabajo desinteresado de decenas de
vecinos y vecinas del barrio, tanto las fiestas de Carabanchel Alto como el IX
Festi-K salieron adelante con más apoyo y participación si cabe.
Y
llegó 2013. Y con él, el décimo aniversario de nuestro preciado festival. En
febrero empezamos a reunirnos. Queríamos hacer algo especial por la efeméride,
así que decidimos trabajar duro. Se abrió el plazo de maquetas y más de 200
grupos se postularon para participar en las dos noches de conciertos. Todos sin
cobrar un duro, al igual que quienes montamos todo el tinglado para uso y
disfrute del barrio. Se estableció una comisión de grupos, otra de actividades
y durante meses se perfiló un programa interesante y variado.
Nos quitaron el parque y lo llenamos de poesía |
A
la par que organizábamos todo eso, buscábamos escenario, pedíamos presupuesto
de luces y sonido, cerrábamos las actividades infantiles y las charlas,
serigrafiábamos camisetas y diseñábamos carteles y pegatinas. Durante semanas,
el trabajo fue constante y participativo. Mientras tanto, y siempre para
cumplir con los plazos establecidos, presentamos los papeles necesarios para
obtener el permiso correspondiente en la Junta de Carabanchel. El 15 de abril
ya estaban todos ahí. Pero pasaron los días y las semanas sin que hubiera
respuesta alguna. A mediados de mayo, cansados de esperar, empezamos a
presionar a la Junta, hasta que nos anunciaron que como el parque donde
hacíamos el Festi-K estaba justo en la frontera con el distrito vecino de
Aluche, habían decidido trasferir ahí nuestra solicitud. Mentira, pues según
nos confirmaron en la nueva Junta, nadie había dicho nada. Es decir, decidieron
lavarse las manos.
De
nuevo imprimimos todos lo papeles y los presentamos en la nueva Junta. A las
dos semanas nos pidieron un sinfín de documentos que, supuestamente, exigen
para montar un evento al aire libre: seguro de responsabilidad civil, planos
del escenario firmados por un arquitecto colegiado, planos de la instalación
eléctrica y un boletín sellados por un electricista, dossier del evento,
fotografías de otras ediciones, programación de este año, planos marcando
exactamente los espacios que pretendíamos ocupar… En total, más de 50 folios
que, como buenamente pudimos y gracias a los favores de muchas personas
comprometidas, conseguimos reunir y presentar en la Junta.
Se
acercaba la fecha del evento. Un día antes de empezar a montar el escenario, el
19 de junio, nos llaman desde la Junta de Aluche diciéndonos que había
problemas. Una nueva oficina creada por Ana Botella, la alcaldesa puesta a
dedo, estaba frenando nuestra solicitud. Exactamente era la Oficina de Actos en
Vía Pública, un organismo misterioso y secreto, sin sede física alguna, y
coordinado por la Policía. En definitiva, aunque presentes todos los papeles
habidos y por haber, si este organismo fantasma no da el OK, el evento no se
puede realizar.
El
día 20 por la mañana, dos compañeras –abogada incluida- se plantaron en la
misteriosa Oficina de Actos en Vía Pública. “Eso no existe”, les dijeron en el
Ayuntamiento. Tras mucho insistir, les pasaron un teléfono donde, la voz que
estaba al otro lado, se limitó a decir que no atendían a personas, sino que
solo trataban con las juntas municipales de cada distrito. Era jueves. Esa
noche arrancaba el X Festi-K con un espectáculo de música en acústico y poesía.
Decenas de poetas y colectivos se habían ofrecido a participar, pero seguíamos
sin permiso. Decidimos no montar escenario y esperar acontecimientos.
Fuimos
en masa a la Junta. Nos juntamos unas diez o doce personas. El personal
funcionario nos atendió muy bien y nos aseguró que no podían hacer nada. Que
fuéramos a reclamar al político de turno. El concejal no nos atendió. El
gerente tampoco. Finalmente, solo accedió a hablar con dos personas el
secretario, que no es más que un funcionario puesto a dedo por los políticos
que pasaron de nuestra cara. Entré con el abogado a su despacho. Sentado
impasible tras su mesa, nos miraba con cara de circunstancias mientras
relatábamos el grave perjuicio que suponía para nosotros no tener ese permiso
de la Policía. Ni se inmutó.
Y
me calenté. Porque su pasividad me puso nervioso. Nuestras quejas no fueron
suficientes. Le dio igual que el fallo fuera de ellos, que habían retenido
nuestra documentación durante un mes en la Junta de Carabanchel sin que nadie
hiciera nada. No le importó la gran inversión de dinero que habíamos hecho. No
le importó tampoco que fuera el décimo aniversario ni que fuera una actividad
por y para los vecinos donde nadie tenía el objetivo de lucrarse. Nos miraba
impasible y empezó a temblarme la voz con un odio desmedido. Respeto. Estos son
los políticos que luego nos piden respeto. No se merecen ni el agua que beben.
Salimos
quemados de la Junta. Justo antes de llegar a la calle sonó el teléfono. Había
llegado por fin el informe de la famosa Oficina de Actos en Vía Pública.
Desfavorable. ¿El motivo? No les había dado tiempo a leer toda nuestra
información. Y por tanto, no nos daban el permiso. Increíble. Nos enfadamos,
pero decidimos actuar. El Festi-K seguiría en pie. Esa tarde, más de veinte
personas se pusieron manos a la obra. Hicimos un reivindicativo comunicado que
difundimos por todos sitios y decidimos montar una tarima y un equipo de sonido
más pequeño para celebrar la noche de música y poesía en el parque. No podíamos
permitir que su ineptitud nos dejara tirados. Esa velada fue mágica. Más de 200
personas se agolparon junto al escenario para leer poesía, escuchar a los
poetas y bailar al son de la música. La noche se alargó hasta la 1 de la
madrugada.
Al
día siguiente, era el turno de la primera tanda de conciertos. Los llevamos a
un centro social okupado del barrio. Centenares de personas abarrotaron el recinto
y otras tantas llenaron el parque adyacente. La Policía llegó, pero no pudo
actuar. Se vieron sobrepasados. Seis horas de música que demostraron que si la
gente quiere, puede. Y, una vez concluido el evento, los “organizadores”
recogimos la basura que las personas más irresponsables habían dejado en la
calle. Un policía se acercó a nosotros a decirnos que no se esperaba esa
reacción por nuestra parte. Que estaba muy sorprendido. Ese es el objetivo,
demostrar que cuando se actúa de forma colectiva, se pueden tambalear todos los
pilares del sistema.
El
sábado por la mañana volvimos al parque prohibido. Decenas de niños y niñas
jugaron en las múltiples actividades infantiles que preparamos. Haciendo
barrio, lo que más nos gusta. Mientras, padres y madres pasaban el rato en el
taller de ver aves o en la clase de zumba. Por la tarde, volvimos al Eko, el
centro social donde habíamos decidido hacer los conciertos. Había tensión, pues
sabíamos que otra noche de conciertos podría traer consecuencias graves. De nuevo,
cientos de personas abarrotaron el espacio y el parquecillo adyacente. Volvió
la Policía. Muchos coches. Rodearon el edificio. Nos tuvimos que encerrar
dentro. Pero poco a poco la situación se calmó. Salimos y volvimos a limpiar la
zona. Habíamos ganado.
Al
día siguiente, el domingo, se cerraba el X Festi-K con más actividades para
peques y mayores en el Parque de Las Cruces, nuestro parque prohibido. Después,
comida conjunta y, a pesar del cansancio extremo, mucha felicidad. Aunque el
Ayuntamiento se había empeñado en prohibir la cultura libre y autogestionada,
habíamos conseguido ganar la batalla. Sin embargo, estábamos muy molestos. La
famosa Oficina de Actos en Vía Pública que nos denegó el permiso, coordinada
como decía antes por la Policía, nació tras el trágico accidente del Madrid
Arena, donde cinco chicas perdieron la vida de forma atroz. Pero es una pena
que desde el Ayuntamiento de Madrid se culpabilice de esta tragedia a eventos
como el Festi-K o las Fiestas de Carabanchel Alto, que este fin de semana
tampoco podrán celebrarse ante la negativa de esta dichosa oficina.
Y
no hemos sido los únicos, decenas de pequeños festivales se están prohibiendo
usando esta tragedia como excusa. Es injusto e inmoral. No es justo que
festivales que se organizan sin ningún ánimo de lucro, solo porque creemos que
es necesario que haya actividades en los barrios ya que la Junta no organiza
ninguna, se prohíban sin motivo. En diez años, no ha habido ni el más mínimo
accidente en el Festi-K. Sin embargo, los verdaderos culpables de esta tragedia
siguen ejerciendo cargos públicos. Es más, la que en noviembre de 2012 era
delegada de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, Fátima Núñez,
imputada en el caso, es ahora la nueva concejala de mi barrio, de Carabanchel.
Puesta a dedo y cobrando de nuestros impuestos. Esa señora, que cuanto menos
tendría que ser juzgada y apartada de cualquier cargo público, no solo sigue
ejerciendo, sino que además culpa a colectivos como el nuestro de una tragedia
de la que, le guste o no, ella tuvo gran parte de culpa. No podemos tolerarlo.
Así que vamos a actuar. En septiembre, la querida Fátima y la famosa Oficina de
Actos en Vía Pública van a tener noticias nuestras. La única forma de acabar
con este novedoso tipo de represión burocrática es actuando y luchando de forma
conjunta. Y así lo haremos. Porque la cultura nos hará libres.
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