29 de junio de 2013

Cuando se prohíbe la cultura

La pasada semana no escribí porque nos tocó pelear en la calle lo que los políticos no quisieron darnos en sus despachos. Nos querían quitar la cultura de barrio, pero no pudieron



La pasada semana el Festi-K se engulló mi artículo de Cordópolis. No escribí nada porque no tuve tiempo material. Ni un segundo. No lo tuve porque durante toda la mañana del jueves tuvimos que estar peleando contra una masa inerte de insensibles burócratas. Una larga historia que, mejor será empezarla por el principio.

El Festi-K es un festival autogestionado que desde hace diez años organizamos en mi barrio de Carabanchel. Durante ocho ediciones, la Junta Municipal apoyaba el evento aportando las infraestructuras necesarias, pero ya el pasado año nos anunció que la crisis económica había hecho tal mella en sus maltrechas cuentas que le era imposible aportar absolutamente nada. El evidente despilfarro de Gallardón ha dejado a Madrid y a los madrileños endeudados hasta las cejas.

Sin embargo, no nos achantamos y gracias al trabajo desinteresado de decenas de vecinos y vecinas del barrio, tanto las fiestas de Carabanchel Alto como el IX Festi-K salieron adelante con más apoyo y participación si cabe.

Y llegó 2013. Y con él, el décimo aniversario de nuestro preciado festival. En febrero empezamos a reunirnos. Queríamos hacer algo especial por la efeméride, así que decidimos trabajar duro. Se abrió el plazo de maquetas y más de 200 grupos se postularon para participar en las dos noches de conciertos. Todos sin cobrar un duro, al igual que quienes montamos todo el tinglado para uso y disfrute del barrio. Se estableció una comisión de grupos, otra de actividades y durante meses se perfiló un programa interesante y variado.

Nos quitaron el parque y lo llenamos de poesía

A la par que organizábamos todo eso, buscábamos escenario, pedíamos presupuesto de luces y sonido, cerrábamos las actividades infantiles y las charlas, serigrafiábamos camisetas y diseñábamos carteles y pegatinas. Durante semanas, el trabajo fue constante y participativo. Mientras tanto, y siempre para cumplir con los plazos establecidos, presentamos los papeles necesarios para obtener el permiso correspondiente en la Junta de Carabanchel. El 15 de abril ya estaban todos ahí. Pero pasaron los días y las semanas sin que hubiera respuesta alguna. A mediados de mayo, cansados de esperar, empezamos a presionar a la Junta, hasta que nos anunciaron que como el parque donde hacíamos el Festi-K estaba justo en la frontera con el distrito vecino de Aluche, habían decidido trasferir ahí nuestra solicitud. Mentira, pues según nos confirmaron en la nueva Junta, nadie había dicho nada. Es decir, decidieron lavarse las manos.
De nuevo imprimimos todos lo papeles y los presentamos en la nueva Junta. A las dos semanas nos pidieron un sinfín de documentos que, supuestamente, exigen para montar un evento al aire libre: seguro de responsabilidad civil, planos del escenario firmados por un arquitecto colegiado, planos de la instalación eléctrica y un boletín sellados por un electricista, dossier del evento, fotografías de otras ediciones, programación de este año, planos marcando exactamente los espacios que pretendíamos ocupar… En total, más de 50 folios que, como buenamente pudimos y gracias a los favores de muchas personas comprometidas, conseguimos reunir y presentar en la Junta.



Se acercaba la fecha del evento. Un día antes de empezar a montar el escenario, el 19 de junio, nos llaman desde la Junta de Aluche diciéndonos que había problemas. Una nueva oficina creada por Ana Botella, la alcaldesa puesta a dedo, estaba frenando nuestra solicitud. Exactamente era la Oficina de Actos en Vía Pública, un organismo misterioso y secreto, sin sede física alguna, y coordinado por la Policía. En definitiva, aunque presentes todos los papeles habidos y por haber, si este organismo fantasma no da el OK, el evento no se puede realizar.

El día 20 por la mañana, dos compañeras –abogada incluida- se plantaron en la misteriosa Oficina de Actos en Vía Pública. “Eso no existe”, les dijeron en el Ayuntamiento. Tras mucho insistir, les pasaron un teléfono donde, la voz que estaba al otro lado, se limitó a decir que no atendían a personas, sino que solo trataban con las juntas municipales de cada distrito. Era jueves. Esa noche arrancaba el X Festi-K con un espectáculo de música en acústico y poesía. Decenas de poetas y colectivos se habían ofrecido a participar, pero seguíamos sin permiso. Decidimos no montar escenario y esperar acontecimientos.

Fuimos en masa a la Junta. Nos juntamos unas diez o doce personas. El personal funcionario nos atendió muy bien y nos aseguró que no podían hacer nada. Que fuéramos a reclamar al político de turno. El concejal no nos atendió. El gerente tampoco. Finalmente, solo accedió a hablar con dos personas el secretario, que no es más que un funcionario puesto a dedo por los políticos que pasaron de nuestra cara. Entré con el abogado a su despacho. Sentado impasible tras su mesa, nos miraba con cara de circunstancias mientras relatábamos el grave perjuicio que suponía para nosotros no tener ese permiso de la Policía. Ni se inmutó.

Y me calenté. Porque su pasividad me puso nervioso. Nuestras quejas no fueron suficientes. Le dio igual que el fallo fuera de ellos, que habían retenido nuestra documentación durante un mes en la Junta de Carabanchel sin que nadie hiciera nada. No le importó la gran inversión de dinero que habíamos hecho. No le importó tampoco que fuera el décimo aniversario ni que fuera una actividad por y para los vecinos donde nadie tenía el objetivo de lucrarse. Nos miraba impasible y empezó a temblarme la voz con un odio desmedido. Respeto. Estos son los políticos que luego nos piden respeto. No se merecen ni el agua que beben.

Salimos quemados de la Junta. Justo antes de llegar a la calle sonó el teléfono. Había llegado por fin el informe de la famosa Oficina de Actos en Vía Pública. Desfavorable. ¿El motivo? No les había dado tiempo a leer toda nuestra información. Y por tanto, no nos daban el permiso. Increíble. Nos enfadamos, pero decidimos actuar. El Festi-K seguiría en pie. Esa tarde, más de veinte personas se pusieron manos a la obra. Hicimos un reivindicativo comunicado que difundimos por todos sitios y decidimos montar una tarima y un equipo de sonido más pequeño para celebrar la noche de música y poesía en el parque. No podíamos permitir que su ineptitud nos dejara tirados. Esa velada fue mágica. Más de 200 personas se agolparon junto al escenario para leer poesía, escuchar a los poetas y bailar al son de la música. La noche se alargó hasta la 1 de la madrugada.



Al día siguiente, era el turno de la primera tanda de conciertos. Los llevamos a un centro social okupado del barrio. Centenares de personas abarrotaron el recinto y otras tantas llenaron el parque adyacente. La Policía llegó, pero no pudo actuar. Se vieron sobrepasados. Seis horas de música que demostraron que si la gente quiere, puede. Y, una vez concluido el evento, los “organizadores” recogimos la basura que las personas más irresponsables habían dejado en la calle. Un policía se acercó a nosotros a decirnos que no se esperaba esa reacción por nuestra parte. Que estaba muy sorprendido. Ese es el objetivo, demostrar que cuando se actúa de forma colectiva, se pueden tambalear todos los pilares del sistema.

El sábado por la mañana volvimos al parque prohibido. Decenas de niños y niñas jugaron en las múltiples actividades infantiles que preparamos. Haciendo barrio, lo que más nos gusta. Mientras, padres y madres pasaban el rato en el taller de ver aves o en la clase de zumba. Por la tarde, volvimos al Eko, el centro social donde habíamos decidido hacer los conciertos. Había tensión, pues sabíamos que otra noche de conciertos podría traer consecuencias graves. De nuevo, cientos de personas abarrotaron el espacio y el parquecillo adyacente. Volvió la Policía. Muchos coches. Rodearon el edificio. Nos tuvimos que encerrar dentro. Pero poco a poco la situación se calmó. Salimos y volvimos a limpiar la zona. Habíamos ganado.



Al día siguiente, el domingo, se cerraba el X Festi-K con más actividades para peques y mayores en el Parque de Las Cruces, nuestro parque prohibido. Después, comida conjunta y, a pesar del cansancio extremo, mucha felicidad. Aunque el Ayuntamiento se había empeñado en prohibir la cultura libre y autogestionada, habíamos conseguido ganar la batalla. Sin embargo, estábamos muy molestos. La famosa Oficina de Actos en Vía Pública que nos denegó el permiso, coordinada como decía antes por la Policía, nació tras el trágico accidente del Madrid Arena, donde cinco chicas perdieron la vida de forma atroz. Pero es una pena que desde el Ayuntamiento de Madrid se culpabilice de esta tragedia a eventos como el Festi-K o las Fiestas de Carabanchel Alto, que este fin de semana tampoco podrán celebrarse ante la negativa de esta dichosa oficina.

Y no hemos sido los únicos, decenas de pequeños festivales se están prohibiendo usando esta tragedia como excusa. Es injusto e inmoral. No es justo que festivales que se organizan sin ningún ánimo de lucro, solo porque creemos que es necesario que haya actividades en los barrios ya que la Junta no organiza ninguna, se prohíban sin motivo. En diez años, no ha habido ni el más mínimo accidente en el Festi-K. Sin embargo, los verdaderos culpables de esta tragedia siguen ejerciendo cargos públicos. Es más, la que en noviembre de 2012 era delegada de Seguridad y Emergencias del Ayuntamiento de Madrid, Fátima Núñez, imputada en el caso, es ahora la nueva concejala de mi barrio, de Carabanchel. Puesta a dedo y cobrando de nuestros impuestos. Esa señora, que cuanto menos tendría que ser juzgada y apartada de cualquier cargo público, no solo sigue ejerciendo, sino que además culpa a colectivos como el nuestro de una tragedia de la que, le guste o no, ella tuvo gran parte de culpa. No podemos tolerarlo. Así que vamos a actuar. En septiembre, la querida Fátima y la famosa Oficina de Actos en Vía Pública van a tener noticias nuestras. La única forma de acabar con este novedoso tipo de represión burocrática es actuando y luchando de forma conjunta. Y así lo haremos. Porque la cultura nos hará libres.




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