Hoy,
18 de diciembre, se celebra el Día del Migrante. En España conviven 5,5
millones de extranjeros, sin embargo, el Estado sigue a la caza del ‘sin
papeles’. Cada año, más de 13.000 personas entran en los Centros de
Internamiento de Extranjeros, unas cárceles racistas que pasan desapercibidas
para gran parte de la ciudadanía
Foto: Olmo Calvo (Periodismo Humano) |
En la memoria colectiva, Carabanchel
se recuerda todavía por la cárcel franquista que albergó en su territorio
durante varias décadas. Hoy no quedan ni los cimientos de aquella, y en su
lugar, a muy poquitos metros de distancia, se levanta un bonito y colorido
edificio que pasa desapercibido para gran parte de la ciudadanía. Al pasar por la
fachada principal en Avenida de los Poblados, percibes que hay policía por
todos lados, gran trasiego de gente – especialmente migrante- y ventanas
opacas. “Me gusta este edificio, parece un circo”, dije a los dos policías nacionales
que me identificaron hace unos meses cuando decidí sacar fotos de la parte
trasera, pasando por un estrecho camino de tierra que lo circunda. “¿Es una
comisaría?”, pregunté. “No”, me contestaron. “Aunque, claro –proseguí- viendo
el patio con esas personas jugando al básket, más bien parece una cárcel”.
“Mira, -me dijeron tajantemente- si quieres saber más baja y pregunta por el
comisario, pero ahora danos tu DNI y borra las fotos”. Como es de suponer, me
encontraba ante el famoso Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de
Aluche. El único que hay en Madrid de entre los siete que se reparten por toda
España. “Ahora van a cambiarle el nombre a CECE, Centro de Estancia Controlada
de Extranjeros”, me cuenta Pablo Sainz Rodríguez, más conocido como ‘Pampa’, miembro
de la comisión CIE del colectivo Ferrocarril Clandestino, que
este mes junto a otros movimientos organiza varios actos con motivo del Día del
Migrante, que se celebra hoy 18 de diciembre, con el objetivo de cerrar estos centros. “Con el nuevo nombre suena más a hotel, a
confortable”, bromea.
Aun así, la cruda realidad es que
estos centros son cárceles. Cárceles racistas para ser más precisos. Espacios
donde se priva de libertad a las personas migrantes sin haber cometido delito
alguno. Están encerradas por no tener los papeles en regla, es decir, por incurrir
en una falta administrativa. Los últimos datos oficiales, de 2011, datan en
13.241 las personas que pasaron por los diferentes centros de internamiento de
España. “De esas, solo expulsan al 50%”, recuerda Pampa. “El resto son puestas
en libertad, pero sin documentación en regla”, añade. Esto es lo que ocurre en
España, pues la Directiva
de Retorno de la UE de junio de 2008, también conocida como Directiva de la
Vergüenza entre los círculos activistas, “la que aumentó de 40 a 60 días el
encierro en los CIE españoles”, decía que había que regularizar a aquellos
migrantes que no fueran expulsados pasado este plazo. “Pero a España se le
olvidó dar forma a este artículo”, asevera Pampa. “Este mes parece que va a
haber una revisión, ya veremos qué ocurre”.
La
vida en el CIE
Antes de hablar del CIE, hay que hacer
hincapié en que muchos migrantes ni siquiera llegan a entrar en uno. “Son
identificados y llevados a una comisaría para ser expulsados en el máximo de 72
horas que se puede estar detenido”, explica Pampa. Esto ocurre normalmente, y
se acrecienta cuando hay que llenar vuelos. El último salió con destino a
Colombia y Ecuador hace apenas diez días. El penúltimo, hace unas semanas, a
Senegal. Se produjo una caza de personas negras. “Esa mañana, detuvieron en
Atocha a un joven senegalés que iba a trabajar. Lo llevaron a comisaría y no le
dieron opción a nada. Iba a ser expulsado ese mismo día. Pero tuvo la suerte de
tener una abogada de oficio que se movió a una velocidad inusitada y presentó
unas cautelarísimas que impidieron la ejecución de su expulsión. Pudo así
demostrar su arraigo a tiempo. Lo sacó casi del avión”, asegura. Vuelos, por
cierto, que despegan desde Cuatro Vientos –para ocultarlos de los ojos turistas
de Barajas- y operados por Air Europa y Swiss Air, “empresas que se llevan al
año 23 o 24 millones de euros por expulsar gente”, añade Pablo.
Pero si el migrante no es expulsado en
ese plazo, -“ha habido casos en que te detienen y llamas a la familia al día
siguiente desde tu país de origen”, enfatiza Pampa- la Policía solicita al juez
el ingreso en un CIE. “Si no tienes una red de respuesta rápida, un abogado que
pueda demostrar tu arraigo, es muy difícil armarte una defensa sólida ante el
juez”, explica. La entrada al CIE está casi asegurada. “Una vez dentro, lo peor
es gestionar el tiempo libre, pues no sabes cuándo vas a ser expulsado”. Como
dicta la ley, el tiempo máximo de estancia es de dos meses, sin embargo, no
tienen por qué avisar a la persona de su expulsión hasta 12 horas antes. Por
tanto, la vida es un suplicio, una incertidumbre constante. “Al menos ahora, en
Madrid te han de decir a qué hora sale el vuelo y en qué país y aeropuerto te
va a dejar, pues hay veces que ni siquiera te llevan a tu país de origen”,
añade.
En resumen, al no existir normativa
alguna que regule el interior de los CIE, todo se reduce a lo que dictamine la dirección
de cada centro. Además, no solo se restringe el derecho a la libre movilidad,
sino que “el derecho a la salud –los migrantes son obligados a firmar el pago
de su atención sanitaria en caso de necesitarla- o a los medicamentos, también
está cercenado”. A su vez, solo tienen tres horas de patio diarias, las visitas,
al igual que las llamadas telefónicas, son restringidas, separadas por mamparas
de cristal y totalmente controladas. Familiares y amigos hacen cola durante
horas a la intemperie para ver a las personas internas. Finalmente, solo pueden
entrar de diez en diez y no más de media hora. Y sin saber nunca si esa será la
última vez que podrán ver a su ser querido. “A todo esto hay que sumar que
encierran conjuntamente a gente enferma que necesita tratamiento psicológico
con personas que han sido derivadas de alguna prisión o con migrantes que han
sido detenidos en la puerta de un colegio en una redada”, explica. Redadas, por
cierto, que a pesar de que el
Gobierno las niega siguen produciéndose diariamente en multitud de
escenarios. “Son menos grotescas, las hacen policías de paisano para llamar
menos la atención… pero siguen existiendo”.
En
los CIE también hay muertes
Esa falta de legislación interna que se
da en los CIE da pie a que la policía, que es quien controla estos centros, se
sobrepase. “Pero aunque fueran cinco estrellas, que por ejemplo en Italia los
hay, seguirían siendo injustos e ilegales. El único camino es su cierre”,
afirma Pampa. Multitud de migrantes han denunciado tortura, violencia o abusos.
En la web www.carcelesracistas.org
se recogen algunos de sus testimonios. Entre los casos más destacados está el
del CIE de Málaga, que aunque cerró el pasado año, cuenta con cinco
policías acusados de organizar fiestas y dar regalos y trato de favor a
algunas migrantes a cambio de sexo. “Actualmente, el juez busca a las once
testigos protegidas que fueron expulsadas del país y que no han sido todavía
localizadas. No creo que después de todo lo que han sufrido quieran volver a
España para declarar”, explica Pampa.
Pero, sin duda alguna, los casos más
graves son los relacionados con negligencia médica que han acabado en muerte.
“Se contabiliza hasta media docena de fallecidos en los diferentes CIE de
España”, asegura Pablo, que vivió muy de cerca la
muerte de la congoleña Samba Martine en el CIE de Aluche. Mañana, 19 de
diciembre, se cumplen dos años. “Esta chica fue encerrada en Melilla. Cruz Roja
le hizo dos análisis que dieron positivo por VIH. Fue trasladada a Madrid para
ser expulsada y no fue medicada en ningún momento más que a base de calmantes”,
recuerdo Pampa. “Hasta en once ocasiones pidió asistencia médica en el mes que
estuvo en el CIE de Aluche”. Cuando la llevaron al Hospital 12 de Octubre, “sospechando
que estaba fingiendo para librarse de la expulsión” era demasiado tarde. Murió
a las pocas horas de ser ingresada a causa de una infección derivada del VIH.
Con un simple tratamiento quizá podría haberse salvado. Dos años después la
causa está abierta, pero sigue sin haber justicia. “Nadie ha pagado por este
crimen. Hay negligencia médica, pero también es una cuestión de Estado”, alega
Pablo. De hecho, fueron los propios grupos
activistas quienes tuvieron que ir a Melilla a recabar las pruebas que demostraban
la existencia de aquellos análisis. Solo cabe esperar un poco de justicia. Pero
este es un ejemplo más de la desatención con la que viven las personas
migrantes encerradas en los CIE. El recuerdo de Samba es imborrable en la mente
de quienes la ayudaron, pero su dramática historia se conoce mucho más gracias
al actor y director Juan Diego Botto que, en voz de la actriz Astrid Jones, le
dedica un inolvidable monólogo en su aplaudida obra Un trozo invisible de este mundo.
El
papel de Cruz Roja
Durante la conversación con Pablo, que
duró más de media hora, me sorprendió que el nombre de Cruz Roja apareciera
varias veces en toda su locución. Al final, no lo resistí e hice la pregunta
estrella: ¿Qué papel juega esta ONG en la gestión de los CIE? La respuesta fue
tajante: “Cruz Roja es la única organización que tiene ingreso ilimitado en
varios CIE gracias al acuerdo firmado con Rubalcaba cuando era ministro del
Interior con Zapatero”. Concretamente, en los CIE de Madrid, Algeciras y
Valencia gracias a un acuerdo
por más de 600.000 euros firmado entre 2010 y 2011 con el gobierno
anterior. “Es cierto que Cruz Roja hace informes internos, pero es una
organización que se caracteriza por no hacer ninguna denuncia pública”,
critica. Antonio Camacho, el que fuera secretario de Estado de Seguridad
durante el mandato de Zapatero y ministro de Interior en los últimos meses del
gobierno socialista, ya lo dijo en el Congreso: “¿Quién va a poner en duda la
idoneidad de Cruz Roja para esta labor?”. Fue un gran golpe de efecto que dejó
en entredicho las quejas de los colectivos más pequeños que sí denuncian malos
tratos, vejaciones y abusos dentro de algunos CIE. “Es más, Cruz Roja está dentro,
pero siguen habiendo denuncias y muertes”, remarca Pablo. De hecho, Samba
Martine falleció en el CIE de Aluche cuando esta ONG ya gestionaba la
asistencia social del centro. “Podemos respetar su decisión de no hacer
públicos sus informes, pero también decimos que no tomar postura entre un
opresor y un oprimido, significa ser cómplice de la situación, especialmente
cuando la vulneración de los Derechos Humanos es tan alarmante”, concluye Pampa.
Esta es la opaca situación de los
migrantes en España. Cárceles camufladas en bonitos edificios que dan un toque
moderno a las ciudades pero que, a la vez, esconden un infierno inhumano,
desconocido por gran parte de la sociedad. Aun así, me pregunto, en un país
donde hay más
de 5,5 millones de extranjeros, ¿de qué sirve armar todo este entramado
represor y policial para, al final, acabar expulsando a menos de 8.000 personas
mediante esta tortura? “Es un arma para atemorizar a los migrantes”, afirma
Pampa. Tiene sentido. “Es una medida disuasoria. Los familiares que van a los
CIE ven la dureza del centro y saben que tienen que aceptar lo que sea para no
perder sus papeles”. Y es cierto. La Ley de Extranjería en España condiciona la
renovación de los papeles a una casi permanente cotización. Algunos empresarios
se aprovechan y dan de alta a los migrantes a media jornada y con sueldos de
vergüenza, pero les obligan a trabajar a jornada completa. “Aceptan porque no
les queda otra. De ese contrato precario depende su futuro”. El Estado lo sabe,
pero apenas actúa porque, al final, al capitalismo le interesa esa mano de obra
barata y atemorizada. Y para muestra, un botón. En marzo de este año,
diferentes organizaciones agrícolas del sur de Estados Unidos pidieron a Obama
que flexibilizara la frontera con México. Necesitaban mano de obra irregular,
decían. Además de pagarles menos, tienen miedo y no rechistan.
Artículo publicado en melior.is: http://www.melior.is/content/tema/culpables-de-no-tener-papeles
Artículo publicado en melior.is: http://www.melior.is/content/tema/culpables-de-no-tener-papeles
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