Muy buenas tardes a todos. En primer lugar quería pediros disculpas por estar tanto tiempo sin escribir, pero debido a un cambio de funciones en el trabajo he estado bastante liado. Aun así, os ofrezco hoy una entrevista que publiqué el pasado domingo en Infoempleo (dentro de los suplementos Empresa de ABC y Dinero y Empleo de los 12 regionales de Vocento, entre ellos, La Verdad). Tras haber entrevistado a Abel Antón y a Fermín Cacho, sólo me faltaba un grande para culminar con la terna de atletas que fueron mis ídolos de infancia: Martín Fiz. Disfrutadla.
David Val Palao
Martin Fiz (Vitoria, 1963) empezó su andadura profesional como muchos jóvenes de aquella época, es decir, ganándose la vida como podía. En su caso, en una empresa de productos químicos en su Vitoria natal. Hasta que no ganó el Campeonato de España de Cross en 1990 no decidió dedicarse profesionalmente al atletismo. Poco tiempo después se convertiría en uno de los reyes de la maratón: campeón de Europa en Helsinki 94', con un podio mítico acompañado de Diego García y Alberto Juzgado; campeón y subcampeón del mundo en Goteborg 95' y Atenas 97' y diploma olímpico tanto en Atlanta 96' (4º clasificado), como en Sidney 2000 (sexto). En definitiva, un grande de este deporte que, todavía hoy, sigue trabajando incansablemente para dignificarlo más.
¿Cuál fue su primer empleo remunerado?
Mi primer empleo fue trabajando en una empresa de productos químicos en la cual ejercía de todo. Llevaba el peso de la empresa, porque me tocaba desde cargar los productos químicos a hacer la contabilidad. Éramos pocos trabajadores. Era una empresa de distribución y fue una época de mi vida bastante buena. Yo tenía 22 o 23 años, y compaginaba el atletismo con el trabajo. Entre semana trabajaba y los fines de semana competía para ganar algo más de dinero. Esta empresa estaba en las afueras de Vitoria, y yo iba corriendo al trabajo, por tanto me valió mucho para entrenar. Es el entrenamiento invisible, que no se ve pero que vas haciéndolo día a día.
¿A cuánto ascendió su primer sueldo?
Recuerdo que estaba en torno a 60.000 pesetas. Era un buen sueldo para un chaval de 23 años en mitad de los 80… La economía española no era muy boyante, los padres te obligaban a trabajar, y tuve problemillas cuando dejé este empleo para dedicarme exclusivamente al atletismo. Para ellos eso era un juego y no una profesión. Y es que a mí siempre me ha gustado buscarme la vida, ser bastante independiente de mis padres… Por aquellos años, también tuve que recurrir a otros trabajos para poder ganarme la vida. Fui, por ejemplo, pastelero. Son trabajos que me han venido muy bien, que me han servido para endurecerme y convertirme en deportista de larga distancia. Este empleo me encantaba porque los fines de semana iba a repartir tartas y pasteles por las casas. Aunque lo mejor era cuando había bodas. Nos peleábamos por ir, pues las propinas subían considerablemente…
De aquella primera experiencia, ¿qué recuerdos conserva?
Recuerdos inolvidables, porque ahora mismo la gente no valora lo que es tener un puesto de trabajo. Quizá dentro de muy poco se valore mucho más, pues es a lo que va a llevar la crisis económica. Antes, a los grandes atletas, como Mariano Haro, se les premiaba con un puesto de trabajo en alguna institución. Actualmente, una vez que dejas de ser profesional, te percatas de que no tienes ningún puesto de trabajo y hay que buscarse la vida.
Mi primer empleo fue trabajando en una empresa de productos químicos en la cual ejercía de todo. Llevaba el peso de la empresa, porque me tocaba desde cargar los productos químicos a hacer la contabilidad. Éramos pocos trabajadores. Era una empresa de distribución y fue una época de mi vida bastante buena. Yo tenía 22 o 23 años, y compaginaba el atletismo con el trabajo. Entre semana trabajaba y los fines de semana competía para ganar algo más de dinero. Esta empresa estaba en las afueras de Vitoria, y yo iba corriendo al trabajo, por tanto me valió mucho para entrenar. Es el entrenamiento invisible, que no se ve pero que vas haciéndolo día a día.
¿A cuánto ascendió su primer sueldo?
Recuerdo que estaba en torno a 60.000 pesetas. Era un buen sueldo para un chaval de 23 años en mitad de los 80… La economía española no era muy boyante, los padres te obligaban a trabajar, y tuve problemillas cuando dejé este empleo para dedicarme exclusivamente al atletismo. Para ellos eso era un juego y no una profesión. Y es que a mí siempre me ha gustado buscarme la vida, ser bastante independiente de mis padres… Por aquellos años, también tuve que recurrir a otros trabajos para poder ganarme la vida. Fui, por ejemplo, pastelero. Son trabajos que me han venido muy bien, que me han servido para endurecerme y convertirme en deportista de larga distancia. Este empleo me encantaba porque los fines de semana iba a repartir tartas y pasteles por las casas. Aunque lo mejor era cuando había bodas. Nos peleábamos por ir, pues las propinas subían considerablemente…
De aquella primera experiencia, ¿qué recuerdos conserva?
Recuerdos inolvidables, porque ahora mismo la gente no valora lo que es tener un puesto de trabajo. Quizá dentro de muy poco se valore mucho más, pues es a lo que va a llevar la crisis económica. Antes, a los grandes atletas, como Mariano Haro, se les premiaba con un puesto de trabajo en alguna institución. Actualmente, una vez que dejas de ser profesional, te percatas de que no tienes ningún puesto de trabajo y hay que buscarse la vida.
¿Y cuando decidió dar el paso de amateur a profesional?
En el año 1990, cuando consigo el título de campeón de España de Cross. Siempre ha sido un campeonato muy valorado en nuestro país, y ese año pude batir a mi ídolo Antonio Prieto. Después de ganar decidí dar ese importante paso en la vida y arriesgar. Sé que una lesión puede truncar la vida deportiva de un atleta, unas malas compañías, el que te confunda el éxito… Después es fundamental que la familia te apoye, decir a tus padres que dejas un trabajo para dedicarte a un hobby. Lo pensé en serio, decidí dedicarme un año a tope a ver si podía ser profesional. Empecé a ganar algo de dinero, pues sabía que algunas de las mejores pruebas de campo a través se organizaban en el País Vasco como el cross de San Sebastián o el de Amorebieta. Por suerte, durante mis años de profesional fui un atleta bastante valorado. Por mi forma de ser me pegaba con todos los africanos y al público eso le gustaba. Fui un atleta muy peleón y al final me pude hacer un hueco entre los grandes.
Y en 1992, aunque repite título de campeón de España de cross, tiene que conformarse con una discreta participación en los Juegos de Barcelona…
Es cierto. Ese año repetí título de campo a través, pero todos teníamos la mente puesta en los Juegos Olímpicos. Al menos, cumplí el sueño de haberme clasificado, pero la competitividad supuso que no obtuviera el resultado que a mí me habría gustado y me quedé un poco hundido. De hecho, ese año di el paso más importante de mi vida deportiva. Quiero más, pido más y los ánimos de mi entrenador Sabino Padilla [también fue el médico de Induráin y, desde hace unos años, es el del Athletic de Bilbaco] y de mi familia hacen que me decida, por fin, a correr la prueba de maratón.
De hecho, fue de de los pioneros, pues la maratón no era una prueba por la que se decantaran mucho los atletas españoles…
Igual es malo decirlo, que salga de mi boca, pero la gente que se pasaba a esta prueba era gente que tenía ya poco que hacer en pruebas de fondo, en 5.000 o 10.000. A la maratón se pasaba la gente “mayor”. Yo rompí un poco esa tendencia, y tras varias pruebas médicas, quedaba claro que por mi fisionomía ‑con 54 kg de peso y 1,69 m. de altura- tenía todo para ser maratoniano. Luego en la práctica lo demostré. [Tanto que en su primera maratón, en Helsinki, en 1993, cruzó la meta en primera posición].
Y empiezan a llegarle los éxitos… Campeón de Europa en 1994, con un podio memorable para el atletismo español, copado de españoles, y campeón del mundo en 1995. ¿Qué sintió tras cruzar la meta de Helsinki y ver detrás a Diego García y Alberto Juzgado?
Es una gran sensación de incredulidad. No te lo acabas de creer. Estuvimos los tres entrenando juntos en la sierra madrileña durante mucho tiempo. La maratón siempre suele cerrar este tipo de campeonatos, por lo que fuimos los últimos en viajar a Helsinki. Ahí sucedió una anécdota que nos marcó. Diego García nos transmitió que los medios de comunicación decían que los atletas de maratón iban a Helsinki de vacaciones. Que no teníamos ninguna opción. La verdad es que nos mosqueamos bastante. A los dos días, estábamos los tres en lo alto del podio. Sinceramente, creo que hay dos imágenes del atletismo español. La primera es de 1992, cuando Fermín Cacho entró en la meta con los brazos en alto en la prueba de los 1.500 en Barcelona, y la otra es la imagen de los tres atletas españoles abrazados en Helsinki. Y es cierto que la gente lo recuerda. Ahora vas por cualquier cross y, primero, ves que el número de atletas se ha multiplicado por mucho, y, segundo, ves que la gente todavía te tiene cariño y te agradece lo que has hecho por el atletismo. De hecho, me sorprende que con 45 años me sigan llamando de multitud de pruebas importantes. Me gusta estar lo más competitivo posible, pero el chasis ya no es el mismo. Aun así, cada prueba me la tomo como un homenaje que brindamos a la afición que tanto nos apoya.
¿Cambiaría algo de su carrera profesional si echa la vista atrás?
No cambiaría nada, ni cuartos puestos ni frustraciones ni alegrías. Hay que aceptar la vida como te viene. He aprendido mucho, he tenido tardes buenas y malas. En el aspecto familiar y en el laboral todo me ha ido bien, por lo que me siento una persona muy privilegiada, pues me he dedicado a lo que realmente me gustaba que era el atletismo. Muchas de las personas que estudian dos o tres carreras estudian para ser meros funcionarios, por eso, puedo decir que mi sueño lo he hecho realidad, he ido a los Juegos Olímipicos, he conseguido medallas en campeonatos de Europa y del mundo… Por tanto no cambiaría nada. Me he amoldado mucho a mi vida, por lo que se lo agradezco a toda mi familia. Por suerte, siempre hemos mantenido los pies en el suelo. Soy el mismo Martín Fiz que trabajaba de pastelero.
Aunque han pasado los años, su mejor marca sigue estando entre las diez mejores de la historia del atletismo español. Esa marca de 2h. 08’ 05’’, que fue récord nacional, la consiguió en 1997 en el maratón de Lake Biwa en Japón. ¿Se siente orgulloso?
No es mala marca, pero te voy a contestar como lo haría Abel Antón. Las marcas están para batirlas. Fue récord de España, pero ahora mismo el del mundo está por debajo de las 2h 4’ [En manos del etíope Haile Gebrselassie, 2h. 3’ 59’’]. Pero las medallas siempre estarán ahí. Las marcas están para batirlas. En su día fue una gran marca y ahora es una marca más.
Pero, como bien dice el dicho, donde hubo, retuvo, pues este año consiguió acabar en segunda posición la maratón que se organiza en su honor en Vitoria [por cierto, los yeclanos pinchad este enlace y decidme si el del dorsal 78 no es quien creo que es, justo al lado de Abel Antón]…
Yo es que sigo siendo muy competitivo [risas]. Aunque, también es cierto, que la cantidad de atletas es cada vez mayor, pero la calidad ha bajado un poco. Yo sigo teniendo la misma competitividad y cada vez que voy a un evento lucho todo lo que puedo. Voy a divertirme, no voy a ganar ni perder, pues hay que saber cómo funciona un cuerpo de 45 años. De hecho, es más importante pensar en la salud que en correr un segundo más rápido.
Y, además de seguir participando en multitud de pruebas, ¿qué más hace hoy en día Martín Fin?
Pues principalmente me dedico a promocionar el deporte base con hábitos de vida saludable. Además, colaboro en medios de comunicación y soy director de la revista Runner´s World en España. Me encanta estar cerca del atletismo, vivirlo en primera persona y seguir luchando en tantas pruebas como puedo.
¿Cuál fue su carrera más complicada?
En 1997 en el Campeonato del Mundo de Atenas. Es muy duro ir de campeón del mundo y saber que tu rival más directo no es ni de Kenia ni de Eritrea ni de Estados Unidos, sino que es un soriano, amigo tuyo, y que se llama Abel Antón. Eso muy duro asimilarlo, pues no pude aguantar su final portentoso. Además, en Atenas. En la cuna del atletismo donde, muchos siglos atrás un soldado llamado Filípides había corrido esa misma distancia desde Marathon a Atenas para anunciar la victoria griega sobre los persas. Además, fue dura porque había más de 30 grados, porque el porcentaje de humedad era altísimo… Ahora mismo, mirando con el paso de los años, veo que quedé segundo, y que fui subcampeón del mundo detrás de Abel. Pero en aquel momento, fue un día muy duro y bastante triste.
Quizá ya me ha contestado, pero ¿quién fue su rival más duro?
En el año 1990, cuando consigo el título de campeón de España de Cross. Siempre ha sido un campeonato muy valorado en nuestro país, y ese año pude batir a mi ídolo Antonio Prieto. Después de ganar decidí dar ese importante paso en la vida y arriesgar. Sé que una lesión puede truncar la vida deportiva de un atleta, unas malas compañías, el que te confunda el éxito… Después es fundamental que la familia te apoye, decir a tus padres que dejas un trabajo para dedicarte a un hobby. Lo pensé en serio, decidí dedicarme un año a tope a ver si podía ser profesional. Empecé a ganar algo de dinero, pues sabía que algunas de las mejores pruebas de campo a través se organizaban en el País Vasco como el cross de San Sebastián o el de Amorebieta. Por suerte, durante mis años de profesional fui un atleta bastante valorado. Por mi forma de ser me pegaba con todos los africanos y al público eso le gustaba. Fui un atleta muy peleón y al final me pude hacer un hueco entre los grandes.
Y en 1992, aunque repite título de campeón de España de cross, tiene que conformarse con una discreta participación en los Juegos de Barcelona…
Es cierto. Ese año repetí título de campo a través, pero todos teníamos la mente puesta en los Juegos Olímpicos. Al menos, cumplí el sueño de haberme clasificado, pero la competitividad supuso que no obtuviera el resultado que a mí me habría gustado y me quedé un poco hundido. De hecho, ese año di el paso más importante de mi vida deportiva. Quiero más, pido más y los ánimos de mi entrenador Sabino Padilla [también fue el médico de Induráin y, desde hace unos años, es el del Athletic de Bilbaco] y de mi familia hacen que me decida, por fin, a correr la prueba de maratón.
De hecho, fue de de los pioneros, pues la maratón no era una prueba por la que se decantaran mucho los atletas españoles…
Igual es malo decirlo, que salga de mi boca, pero la gente que se pasaba a esta prueba era gente que tenía ya poco que hacer en pruebas de fondo, en 5.000 o 10.000. A la maratón se pasaba la gente “mayor”. Yo rompí un poco esa tendencia, y tras varias pruebas médicas, quedaba claro que por mi fisionomía ‑con 54 kg de peso y 1,69 m. de altura- tenía todo para ser maratoniano. Luego en la práctica lo demostré. [Tanto que en su primera maratón, en Helsinki, en 1993, cruzó la meta en primera posición].
Y empiezan a llegarle los éxitos… Campeón de Europa en 1994, con un podio memorable para el atletismo español, copado de españoles, y campeón del mundo en 1995. ¿Qué sintió tras cruzar la meta de Helsinki y ver detrás a Diego García y Alberto Juzgado?
Es una gran sensación de incredulidad. No te lo acabas de creer. Estuvimos los tres entrenando juntos en la sierra madrileña durante mucho tiempo. La maratón siempre suele cerrar este tipo de campeonatos, por lo que fuimos los últimos en viajar a Helsinki. Ahí sucedió una anécdota que nos marcó. Diego García nos transmitió que los medios de comunicación decían que los atletas de maratón iban a Helsinki de vacaciones. Que no teníamos ninguna opción. La verdad es que nos mosqueamos bastante. A los dos días, estábamos los tres en lo alto del podio. Sinceramente, creo que hay dos imágenes del atletismo español. La primera es de 1992, cuando Fermín Cacho entró en la meta con los brazos en alto en la prueba de los 1.500 en Barcelona, y la otra es la imagen de los tres atletas españoles abrazados en Helsinki. Y es cierto que la gente lo recuerda. Ahora vas por cualquier cross y, primero, ves que el número de atletas se ha multiplicado por mucho, y, segundo, ves que la gente todavía te tiene cariño y te agradece lo que has hecho por el atletismo. De hecho, me sorprende que con 45 años me sigan llamando de multitud de pruebas importantes. Me gusta estar lo más competitivo posible, pero el chasis ya no es el mismo. Aun así, cada prueba me la tomo como un homenaje que brindamos a la afición que tanto nos apoya.
¿Cambiaría algo de su carrera profesional si echa la vista atrás?
No cambiaría nada, ni cuartos puestos ni frustraciones ni alegrías. Hay que aceptar la vida como te viene. He aprendido mucho, he tenido tardes buenas y malas. En el aspecto familiar y en el laboral todo me ha ido bien, por lo que me siento una persona muy privilegiada, pues me he dedicado a lo que realmente me gustaba que era el atletismo. Muchas de las personas que estudian dos o tres carreras estudian para ser meros funcionarios, por eso, puedo decir que mi sueño lo he hecho realidad, he ido a los Juegos Olímipicos, he conseguido medallas en campeonatos de Europa y del mundo… Por tanto no cambiaría nada. Me he amoldado mucho a mi vida, por lo que se lo agradezco a toda mi familia. Por suerte, siempre hemos mantenido los pies en el suelo. Soy el mismo Martín Fiz que trabajaba de pastelero.
Aunque han pasado los años, su mejor marca sigue estando entre las diez mejores de la historia del atletismo español. Esa marca de 2h. 08’ 05’’, que fue récord nacional, la consiguió en 1997 en el maratón de Lake Biwa en Japón. ¿Se siente orgulloso?
No es mala marca, pero te voy a contestar como lo haría Abel Antón. Las marcas están para batirlas. Fue récord de España, pero ahora mismo el del mundo está por debajo de las 2h 4’ [En manos del etíope Haile Gebrselassie, 2h. 3’ 59’’]. Pero las medallas siempre estarán ahí. Las marcas están para batirlas. En su día fue una gran marca y ahora es una marca más.
Pero, como bien dice el dicho, donde hubo, retuvo, pues este año consiguió acabar en segunda posición la maratón que se organiza en su honor en Vitoria [por cierto, los yeclanos pinchad este enlace y decidme si el del dorsal 78 no es quien creo que es, justo al lado de Abel Antón]…
Yo es que sigo siendo muy competitivo [risas]. Aunque, también es cierto, que la cantidad de atletas es cada vez mayor, pero la calidad ha bajado un poco. Yo sigo teniendo la misma competitividad y cada vez que voy a un evento lucho todo lo que puedo. Voy a divertirme, no voy a ganar ni perder, pues hay que saber cómo funciona un cuerpo de 45 años. De hecho, es más importante pensar en la salud que en correr un segundo más rápido.
Y, además de seguir participando en multitud de pruebas, ¿qué más hace hoy en día Martín Fin?
Pues principalmente me dedico a promocionar el deporte base con hábitos de vida saludable. Además, colaboro en medios de comunicación y soy director de la revista Runner´s World en España. Me encanta estar cerca del atletismo, vivirlo en primera persona y seguir luchando en tantas pruebas como puedo.
¿Cuál fue su carrera más complicada?
En 1997 en el Campeonato del Mundo de Atenas. Es muy duro ir de campeón del mundo y saber que tu rival más directo no es ni de Kenia ni de Eritrea ni de Estados Unidos, sino que es un soriano, amigo tuyo, y que se llama Abel Antón. Eso muy duro asimilarlo, pues no pude aguantar su final portentoso. Además, en Atenas. En la cuna del atletismo donde, muchos siglos atrás un soldado llamado Filípides había corrido esa misma distancia desde Marathon a Atenas para anunciar la victoria griega sobre los persas. Además, fue dura porque había más de 30 grados, porque el porcentaje de humedad era altísimo… Ahora mismo, mirando con el paso de los años, veo que quedé segundo, y que fui subcampeón del mundo detrás de Abel. Pero en aquel momento, fue un día muy duro y bastante triste.
Quizá ya me ha contestado, pero ¿quién fue su rival más duro?
Sin duda Abel Antón y luego los africanos. También el mejicano Dionisio Cerón, los hermanos Castro de Portugal… Ha habido rivales muy fuerte y que, a la postre, ahora son grandes amigos, sobre todo Antón.
¿Hasta qué punto se han cumplido sus aspiraciones profesionales?
Creo que mis aspiraciones, ahora que ya me he hecho mayor y que tengo el pelo con muchas zonas blancas, sí que se han cumplido. Si hablamos en el progreso, quizá ha faltado esa medalla olímpica. Aquel cuarto puesto en Atlanta 96... Hace unas semanas le dije a Fermín Cacho que le cambiaba cualquiera de mis títulos por una medalla olímpica…
Pero, no sólo le ha pasado a usted, pues ningún maratoniano español ha conseguido medalla olímpica en la maratón…
Es cierto. Quizá el hándicap que hemos tenido es que hemos viajado con mucha presión, pues casi siempre hemos llegado con título de campeón del mundo, de Europa… Hemos sido los atletas más vigilados, aunque estoy seguro de que caerá alguna.
¿Qué queda de aquel joven que luchaba por abrirse camino en aquella empresa de productos químicos?
Esa época refleja un poco lo que soy ahora. Una persona muy trabajadora con un espíritu de luchador. Cargaba más de 1000 kilos al día, hacía la contabilidad… Y eso, quieras que no, es un gran recuerdo. Pues la vida te enseña a saber hacer un poco de todo y a aclimatarte ante las adversidades. Lo más gratificante no es que un crío sea presidente de una empresa, sino que para conseguirlo haya empezado limpiando los cristales del edificio.
Y además de los premios deportivos, otros tantos fuera de las pistas, pues fue nombrado Mejor atleta de 1995 y, además, recibió el Premio Príncipe de Asturias de 1997 junto al equipo de maratón.
En verdad, cuando estás en activo no valoras apenas este tipo de galardones. Sólo quieres entrenar, competir y estar concentrado. Pero cuando empiezas a madurar y a ser un carca, te das cuenta de que estos premios también tienen un valor especial. Son grandes reconocimientos al trabajo bien hecho.
¿Qué consejo daría a los jóvenes que ahora empiezan?
Pues a los jóvenes les diría que, aunque tengan una vida mucho más cómoda que la que teníamos antes, que recapaciten, que las cosas no se regalan y que hay que ganárselas a pulso. Lucha, perseverancia y respeto.
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