Hoy no sabía sobre qué escribir. Mejor dicho, tenía varios temas en mente. Pero no voy a desarrollar ninguno de ellos. Los dejo para mejor ocasión. Esta tarde, después de currar un rato y tras limpiar y fregar mi habitación, comprobé que el ordenador se había quedado en la otra punta, es decir, que si quería usarlo tenía que pisar todo lo que había fregado. Y he dicho, pues voy a bajar al bar de Antonio, mi bar, a felicitarle el año. Al llegar allí, me he pedido un vino y, al poco, ha entrado un hombre. El típico fumador que se ríe de la nueva ley. Que pide un vino y unas risas. Sin más. Porque el no poder fumar le produce risa. Este señor es José Pablo. Tiene 50 años y trabaja como técnico electrónico para un Ministerio. "Por mil míseros euros".
Nuestras primeras palabras han girado en torno a la polémica ley. “A mí nadie me dice lo que puedo o no puedo hacer”, ha gritado. “Y por eso no pienso dejar de fumar”. En un primer momento he pensado lo que muchos de vosotros: un listo. Después ha salido el tema de la música. Hemos hablado de los mejores grupos rockeros de los 70-80 y me he ganado su confianza: Pink Floyd, Led Zeppeling, Dire Straits, la Creedence, The Pretenders... Incluso de Guns N’ Roses y Elvis Presley. Es decir, hemos pasado por todo el elenco imaginable.
Tras esta amena conversación, en la que han caído dos vinos más por cabeza, le he contado que era periodista. Tras mirarme raro, le he dicho que era autónomo. Entonces me ha mirado y me ha dicho: “Muy bien, sin jefes, sin que te pisoteen. Sin tragar”. Ciertamente tiene razón. Si estoy tan bien conmigo mismo en estos momentos es porque hago lo que me gusta y sin dejarme dirigir. Le he dicho que tenía un blog. Y su pregunta ha sido tajante: “¿Y qué escribes?”. Mi respuesta: “Actualidad”. Es decir, una visión sobre lo que ocurre en el día a día. Me mira de nuevo. “Es decir, un coñazo”.
Me he quedado pensativo y añade: “Mírame. 50 años. Soltero. Viviendo con mi madre que está paralítica y está ingresada en el hospital. Mi hermana murió de cáncer este año (en referencia a 2010). ¿De verdad crees que me importa lo que pueda pasar en este puto país? ¿De verdad piensas que el paro, la bajada de sueldos, lo que diga ETA, lo que piense ZP, Rajoy o su puta madre me puede importar?”. Le he mirado. Qué razón tenía. “A un tío como yo, que es electrónico, que se pasa el día en Internet, lo único que le importa es lo que nadie le cuenta. Por ejemplo, cuánto cuesta un gramo de maría”.
En ese momento he soltado una carcajada. José Pablo tenía más razón que un santo. “Esta vida es una puta mierda. Si no pisas, te pisan”, decía. “Yo tuve la oportunidad de casarme, de tener familia... pero lo rechacé. Ahora sólo puedo aceptar mi vida y vivirla como a mí me apetezca. No voy a dejar que nadie me diga qué debo hacer ni voy a permitir que me compadezcan”.
En cierta parte, la larga conversación con José Pablo me ha dado en qué pensar. Ha dicho una frase que me ha encantado: “Las cosas se dicen una vez, y quien no quiera entenderlas, que se compre un libro. A mí no me pagan por la saliva que gasto”. Y es cierto. Llega un punto en que verdaderamente cansa tener que defender tus ideales, decir lo que piensas, demostrar sentimientos una y otra vez. Yo también estoy cansado. Quizá estoy llegando a pensar como él. A que mi vida es mía y a quien no le guste, que no mire. ¿Debo de seguir cediendo? Con el quinto vino, mi nuevo amigo me ha dicho... la solución a los 50 es pisar cabezas. Pero que nadie se levante después. Si no, encima podrán denunciarte.
Este relato no tiene mucho sentido, pero tiene una conclusión: En los bares es donde se siguen encontrando las historias más cruentas y a las personas más verdaderas. Es decir, un sitio donde puedes hablar con un tío que se ha metido de todo, que incluso ha dormido en la cárcel y que, le guste a quien le guste, tiene más razón que nadie. Se pueda fumar o no. Gracias por esta tarde de vinos, charla y profunda reflexión. Hasta la próxima.
1 comentario:
Muy bueno, David. Me tienes que llevar a ese bar :D
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