Tenemos lo que nos
merecemos. Ni Rajoy, ni Rubalcaba, ni Cayo Lara, ni Rosa Díez están a la altura
de las circunstancias. Son títeres de un sistema que aplaude su rotunda
victoria
Tenemos lo que nos merecemos. Ayer, el
Senado acogió uno de los debates más importantes de la democracia. Sin embargo,
muy al estilo de esta democracia, la mayoría nos lo tomamos a chiste. ¿Por qué?
Pues porque quitando un par de intervenciones, las demás sonaron a broma. Más
de lo mismo. Aunque Mariano Rajoy dijo en su primera frase que no iba a usar el
“y tú más”, no paró de hacerlo durante toda su intervención, en referencia a la
situación económica en la que se encontró España tras la debacle del PSOE y
hasta haciendo, en una de sus últimas intervenciones, una alusión al mismísimo
Luis Roldán.
Visto lo visto, esto no hay quien lo arregle. Rajoy no
da para más. Y ayer lo demostró por enésima vez cuando leyó varias veces las
notas aclaratorias que el redactor de su discurso le había colocado para que no
se perdiera. Si hace una semana el Gobierno envió a las víctimas del trágico
accidente del AVE unas condolencias destinadas a las víctimas de un terremoto
en China, ayer nos sorprendió e indignó todavía más al leer el ya archiconocido
“fin de la cita”, que no era más una nota
que aclaraba que la cita que estaba pronunciando había concluido. Lo siento,
pero esto es de ser un poco-bastante corto. Y como tal lo reflejaron las redes
sociales, que convirtieron a Mariano y su 'cagada' en Trending Topic mundial.
Aun así, reitero: tenemos lo que nos merecemos.
Rubalcaba, con su partido sudando tinta para poder bregar el caso de los ERE en
Andalucía, pedía la dimisión del presiente Rajoy. El propio Durán i Lleida, que
cuando intervino tuvo que aguantar que hubiera más gente en la cafetería de la
Cámara que escuchándole, también se atrevió “a pedir explicaciones” cuando
Convergència Democràtica de Catalunya ha admitido haberse financiado de forma ilegal. O
la mismísima Rosa Díez, que aunque el nombre de Basta Ya!, asociación que
precedió al nacimiento de UPyD, aparece en los papeles de Bárcenas, se
despachó a gusto con el presidente en busca de votos. Y, lo que es peor, todos
los ponentes –o al menos todos los que vi, solo me perdí los del grupo mixto,
aunque los escuché por radio- leyeron lo que tenían que decir. Como si todo el
debate formara parte de un guión previamente escrito y del que no pudieran
salir. ¿Qué fue de aquellos años en los que había políticos de verdad? ¿Dónde
están? No seré yo quien defienda a González o a Aznar, pero comparados con
Rubalcaba o Rajoy son unos genios de la palabra y de la oratoria. Igualmente
ocurre con Cayo Lara, que está a años luz del otrora líder del Partido Comunista,
el cordobés Julio Anguita, sin duda, uno de los políticos más honrados y
elocuentes que ha dado este país.
Pero los políticos que tenemos son claro reflejo de la
sociedad española. Dormida y alienada en su mayoría, ayer, en vez de indignarse
con este debate infame, disfrutaba del sol, de la playa y del inicio del
verano. Da igual que nos roben. ¿A quién le importa? Si como dice Mariano,
¿quién no ha cobrado sobresueldos? “Se han pagado sueldos, sí, se han pagado
remuneraciones complementarias, sí, se han pagado anticipos por gastos
inherentes al desempeño del cargo, también, como en todas partes. Es de
justicia”, decía Mariano totalmente impasible. Pues mire usted, señor
presidente, yo no he cobrado en mi vida una “remuneración complementaria”, es
decir, un sobresueldo. Es más, como autónomo que soy estoy todavía esperando
que apruebe esa maldita ley que hace meses dijo que aprobaría, esa que nos
permitiría pagar el IVA una vez cobradas las facturas.
Pues bien, seguimos igual, cobrando con seis o siete meses de retraso -si hay
suerte-, pero pagando el IVA a tocateja. Una mentira más, pero nadie se
indigna. Puteados y cabizbajos. Eso sí, nos venden la bajada estacional del
paro como si fuera agua de mayo cuando no es más que agua de borrajas y muchos
lo celebran.
Tenemos lo que nos merecemos. Por no rodear ayer el
Senado, por no salir a las calles, por no tomar las plazas. Por asumir que
estamos gobernados por corruptos y no hacer nada para evitarlo. Es lo que hay.
Pues nada, sigamos tragando. El “fin de la cita” no es más que la antesala del “fin de la historia” de Fukuyama. Ahora sí.
El liberalismo y el capitalismo atroz aplauden su victoria. No hay oposición.
No hay reacción. No hay cambio. No hay lucha. No hay nada. Bienvenidos a 1984.
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