21 de diciembre de 2008

"Nadie me volvió a llamar cuando presenté el proyecto para el acto de Coronación de la Virgen"

Segunda parte de la entrevista al escenógrafo yeclano Paco Azorín

En esta última parte de la extensa entrevista que realicé a Paco Azorín, intento mostrar a la persona. Es decir, al Paco Azorín que hay más allá de la profesión de escenógrafo. Asimismo, es en este momento donde habla sobre Yecla, el Ayuntamiento y también donde responde a las preguntas que le lanzaron los lectores de elperiodicodeyecla.com.

1. ¿Cómo ha cambiado el escenógrafo Paco Azorín desde 1996 hasta hoy?
Creo que la evolución es diaria. En la escuela te enseñan lo que es ser un escenógrafo, ahora bien, a serlo lo aprendes tú, a base de la prueba-error. De equivocarte, de ir conociendo el trabajo de tus compañeros… Ahora me doy cuenta de qué poquito sabía cuando empecé. Y eso también me invita a pensar que dentro de diez años sabré mucho más. Es un proceso de aprendizaje continuo, pero no es algo que sólo perciba en mi profesión, sino también con mi vida en general. De la escuela se sale con un título, pero no se sabe todo.

2. Pero ya manda más que el director…
Bueno, no tanto [risas]. Pero sí notas que tienes peso, que cuando aconsejas o dices algo a alguien se te escucha. Ahora hablo de tú a tú con grandes artistas como Lluís Pasqual [afamado director de teatro catalán], con Víctor Ullate [prestigioso bailarín, coreógrafo y director de danza], y no sólo me escuchan sino que me respetan. Aunque es cierto que los artistas tienen, o tenemos, un gran ego, y siempre disimulan. Por ejemplo, yo me acerco a Víctor y le digo: “Creo que es mejor que este bailarín en vez de entrar por ahí, entrara por allí”. Y me dice: “Ah, genial, vale”. En ese momento no dice nada, pero al cabo de diez minutos le dice al bailarín: “Perdone, pruebe a salir por el otro lado del escenario”. [Risas]

3. Si le digo Carmen Portaceli, ¿qué le viene a la cabeza?
Es un matrimonio artístico. El otro día estábamos en Caracas porque estrenamos allí un montaje de Lorca y estaba cayendo una tromba de agua impresionante. Estábamos encerrados dentro del teatro y en nuestra desesperación de no poder salir nos pusimos a contar todos los montajes que habíamos hecho. Y ya vamos por el número 30 en diez años. Es una barbaridad, pero se han creado unos vínculos de complicidad muy fuertes. Esto es muy interesante en el teatro, pues no tenemos que empezar de cero. Por ejemplo, este proyecto que voy a presentar en La Zarzuela es un encargo que hago con Carles Alfaro, un director de teatro valenciano bastante conocido. No habíamos trabajado nunca juntos y este verano, por separado, nos solicitaron hacer este proyecto. Los dos conocíamos mutuamente nuestro trabajo, pero claro, nunca habíamos hecho nada los dos, por eso los primeros meses nos dedicamos casi expresamente a conocernos, pues llegar a un determinador común con la gente que trabajas es complicado. Y claro, eso es algo que con Carmen Portaceli tengo más que superado.


4. Pero aparte de escenógrafo, también ha sido director, ¿llega un momento en que se cansa de trabajar por encargo para los demás?
La escenografía siempre es un encargo. Un director quiere hacer una obra y pide a un escenógrafo que trabaje para él. Por eso decidí trabajar como director, y lo voy a hacer más. Me gusta salir al centro de la plaza, pues ser escenógrafo es como mirar los toros desde la barrera. A veces va muy bien eso de ponerse en todo el medio. Te das cuenta de quién tiene la auténtica responsabilidad de toda la función. Entonces es cuando se piensa, qué bien se está mirando desde la barrera, cuando sólo haces escenografía.


5. Buscando por Internet, he encontrado al “otro” Paco Azorín. Es un químico experto en la ouija…

Sí, me persigue. Me han pasado cosas muy surrealistas con este tema. Por ejemplo, hubo una vez que di una conferencia y cuando me presentaron, la mitad de los datos biográficos eran míos y la otra mitad, suyos. Decían que si hacía la ouija, que si era un experto en fenómenos del más allá… Y cuando me dieron la palabra tuve que desmentir todo lo que habían dicho… Me consuela que a él también le debe perseguir mi Paco Azorín.


6. Algún libro que le haya impactado…
Yo soy muy devorador de libros. Te diría el último. Estoy leyendo Los cipreses creen en Dios de José María Gironella. Es una crónica de los años precedentes a la Guerra Civil y que explica muy bien todo lo que pasó y por qué pasó. Te das cuenta de que el tema de las dos Españas nace mucho antes de aquella época y que todavía hoy sigue vigente. Pero es eventual que esté leyendo ese libro. A mí me gusta mucho la novela, los alemanes como Thomas Mahn, Hermann Hesse… En definitiva, casi todo lo que caiga en mis manos.


7. Una composición impactante…
Es complicado... Hay tantas… Te diría Fiestas Romanas de Ottorino Respighi. Me gusta mucho la música instrumental de principios del siglo XX.


8. Y una obra de teatro…
No quiero decir tópicos, diría Hamlet, pero vamos a ir más allá. Me gusta cualquiera que tenga mala leche. Por ejemplo, una que hice en el Centro Dramático Nacional y que se llamaba Ante la jubilación. Un señor que había sido nazi, a punto de jubilarse, después de vivir casi cuarenta años escondido, decide, el día de su cumpleaños, vestirse con el uniforme de las SS para pregonar lo bonito que era el nazismo.


9. El mejor método para llegar tan alto como has llegado…
Pues empezar por lo bajo [risas]. Hay que ser ambicioso. Eso es bueno, pues en este país, terminológicamente hablando, se confunden muchas cosas. Una cosa es ser un trepa, subir pisando para llegar arriba, y otra muy distinta es ser ambicioso. Hoy tenemos teléfono móvil porque algún ambicioso lo soñó. El hombre llega al espacio porque muchos hombres ambiciosos lo habían soñado. Por tanto, para llegar alto hay que ser ambicioso y soñar. Y yo todavía no he dejado de soñar.


10. Si le digo la palabra Iglesia, ¿qué le viene a la cabeza?
Nada. Está claro que estamos en un estado laico y aconfesional [risas]. Si me dices mezquita lo mismo que si me dices iglesia. Soy ateo, ateo de cualquier religión, no creo en ningún dios. Soy totalmente egocéntrico en el sentido del ser humano. El hombre en el centro de todo.


11. Zapatero o Rajoy
Absolutamente Zapatero. Aparte de que lo vote o no, he tenido la suerte de conocerlo en Barcelona y es una persona sensibilizada con la cultura, sensibilizada con la gente. Vamos a decir que es diferente. Es una persona que lucha y trabaja por la extensión de los derechos a cuanta más gente mejor. El otro, algo totalmente caduco. Mientras que no se reinvente, la derecha en este país…


12. Trabajar para vivir o vivir para trabajar…
En las profesiones artísticas, la frontera entre la vida profesional y la privada es muy sutil y, a veces, totalmente inexistente. En mi vida hay como dos procesos. Primero cuando estoy creando algo. Entonces no tengo ni día ni noche ni nada. Y luego cuando tengo que desarrollar ese proyecto, que es la parte más técnica y que sí puede tener horario de oficina. Por tanto, supongo que sería trabajar para vivir o, al contrario, vivir para trabajar. No lo sé [risas]


13. Cuando tiene tiempo libre, ¿a qué lo dedica? Mejor dicho, ¿tiene tiempo libre?
Como soy muy hiperactivo, también tengo tiempo libre. Y hago muchas cosas. Desde estar con mi gente, a escuchar música, a tocar el piano muy mal, a la hípica, ya que hago doma clásica…


14. Paco Azorín en tres palabras
Paco Azorín Palao [risas]. Normal, osado y creativo. Pues hay que ser creativo en todo. Hasta en la manera de levantarte por la mañana para intentar cambiar el mundo.


15. Llegamos a la parte crítica, para cerrar la entrevista. ¿Alguna vez ha sentido falta de reconocimiento por parte del Ayuntamiento o de los propios yeclanos?
No, para nada. Aunque sí que es cierto que cuando estaba el gobierno socialista, con Cristina Soriano, tenía más acercamiento. Recuerdo que pasé las pruebas de acceso al Instituto del Teatro de Barcelona con el número uno y, por ejemplo, recibí una felicitación por parte de la alcaldesa y del concejal de Cultura. Esas cosas son protocolarias. También he recibido felicitaciones de mucha gente. Por ejemplo, he de decir que recibí una felicitación del Ayuntamiento del PP en pleno cuando organicé el Festival Shakespeare. Y también tengo muy buen trato con el alcalde actual. Me siento una persona preciada. Me siento reconocido.


16. ¿Conoce la programación cultural de Yecla?
Lo siento, pero no estoy nada al día…


17. ¿Y qué pasó en el 50 aniversario de la Coronación de la Virgen? ¿Se enfadó con el trato que recibió?
Bueno, voy a contarlo tal y como pasó. No tengo ningún rencor ni ningún problema. No me gustan los pueblos, yo he decidido vivir en Barcelona y vivo bien y en Yecla tengo, nada más y nada menos, que a mis padres, mi familia y muchos amigos. Y no tengo ningún problema con Yecla. Eso lo primero. Lo segundo, en ese momento específico, sí que hubo falta de respeto y falta de educación. No recuerdo si estaba en Madrid o Barcelona cuando recibí una llamada urgente por parte de la entonces concejala de Cultura, Concha Palao. Que fuera a Yecla, y que fuera y que fuera. Que me necesitaban. Cogí un avión en cuanto pude, llegue a Alicante, fui a toda prisa a Yecla y me metí a una reunión en la Asociación de Mayordomos donde había representantes del Ayuntamiento, de la Asociación, de la Iglesia… Me pidieron un proyecto para hacer una especie de escenario o altar para conmemorar al aire libre los cincuenta años de la Coronación. Hice un proyecto que les fascinó. Les encantó porque realmente era espectacular y bonito. Pero qué ocurrió, que parece ser que era caro. Y digo parece ser porque nunca me contestaron… Nunca recibí una llamada diciéndome si era caro o no, si lo podían o no afrontar. O, al menos, agradeciéndome el haber acudido a aquella reunión a toda prisa. Ese mínimo era mera educación. Pero ni siquiera eso.


18. Próximos proyectos que tengas en mente…
Ahora mismo estoy lleno de cosas. Por ejemplo, ahora voy a Cardiff a hacer Las bodas de Fígaro en la Ópera Nacional de Gales. Después hago Ricardo II de Shakespeare con Portaceli. Más tarde tengo La casa de Bernarda Alba en el Teatro Nacional de Cataluña y en el Teatro Español de Madrid con Lluis Pasqual y dos súper actrices como Rosa María Sardá y Nuria Espert. Después trabajaré con Pasqual en Bilbao. Más tarde aquí en el Teatro de La Zarzuela con el proyecto que presento estos días… Vamos que aunque quería un 2009 un poco más tranquilo acabo de darme cuenta de que no va a ser así [risas].

"Estrenar en el escenario del Teatro de la Ópera de París fue impresionante"

Tras entrevistar a Paco Azorín me ha quedado claro que no he estado hablando con cualquier persona. De hecho, me he dado cuenta de que dentro de su profesión es uno de los escenógrafos más respetados y conocidos del panorama nacional e internacional.
El lugar elegido para la entrevista es un sitio con solera: el Café Comercial, situado en plena glorieta de Bilbao, fundado en 1887 y lugar frecuentado por los intelectuales del país en plena posguerra para organizar recordadas tertulias literarias. Todo un clásico.
Paco llega puntual a la cita, corriendo, con prisa. Nunca puede dejar de hacer cosas, como me confiesa más tarde. Al final, 40 minutos de animosa charla que tendré que ofrecerles en dos partes debido a su longitud. Espero que les guste.

1. Así que escenógrafo...

Pues sí. Creo que he sido escenógrafo toda la vida. Ahora lo comento con compañeros de profesión y me doy cuenta de que soy uno de los pocos escenógrafos vocacionales. Desde pequeño, desde que tengo razón, he querido ser escenógrafo. Y luché por ello. Soy un luchador nato y aquí estoy. Mis padres me ayudaron mucho, aunque veían esta profesión como algo extraño, pues lo normal habría sido que hubiera querido ser empresario del mueble o diseñador o arquitecto, que es lo más avanzado que se estudiaba entonces. Pero no, quise ser escenógrafo, y mis padres, que me vieron desde pequeño haciendo maquetas de escenografía, lo vieron como algo natural.


2. Y con su abuelo hizo los primeros pinitos…
Sí, mi abuelo tocaba en la banda de música. Era Paco “el sastre”, y tocaba el clarinete. Le gustaba mucho la zarzuela. De pequeño iba a todos los conciertos de la Banda, y creo que la vocación me viene a raíz de escuchar zarzuelas. Yo hacía maquetas de las zarzuelas que escuchaba mi abuelo.

3. Y un escenógrafo en sí, ¿de qué se encarga?
Realmente el escenógrafo sólo hace escenografía, es decir, para entendernos, hace los decorados, aunque es una palabra que no nos gusta nada [risas]. Es una palabra muy en desuso y que nosotros la entendemos con un significado peyorativo. Pero a mí, me gusta hacer también la luz. Por eso también suelo encargarme de la iluminación.


4. Pero su profesión tiene más de 2000 años, pues los griegos ya realizaban maquetas para decorar, el denominado periacto…
Sin duda, es un arte que tiene más de 2000 años en la forma contemporánea como lo entendemos hoy en día. Pero si teatro se le puede llamar a una tribu prehistórica haciendo invocaciones, pues tiene muchísimos años más.


5. ¿Es fundamental la escenografía para que triunfe un espectáculo?
Eso quizá ahora. Cuando me dirigía hacia aquí, iba pensando que me ha tocado vivir una época dorada de la escenografía. Es decir, que hace 30 años el público no conocía los nombres de los escenógrafos, no estaban de moda. Sin embargo ahora, no sé por qué, se le da una importancia primordial.


6. Pero aun así, reitero lo dicho, el que todavía hoy sigan triunfando grandes clásicos como Lope o Calderón, además de la calidad de sus obras, se debe, en parte, a que la escenografía es capaz de acercarlo a la actualidad…
Eso es vital. Como escenógrafo y director hay un trabajo fundamental de acercamiento de las obras al público contemporáneo. Siempre se ha explicado como un puente que cruza el telón y se tiende hacia la platea para hacer llegar la obra. Eso hay gente que todavía no lo entiende muy bien, que piensa que el teatro es algo arqueológico, como de trajes de época, de capas, de espadas… Yo llevo doce años trabajando profesionalmente, he hecho más de 120 obras desde que empecé, y nunca he hecho ni una capa ni una espada ni un telón pintado. Aunque es cierto que a veces no hay que hacer nada. Peter Brook, que es para mí uno de los directores más importantes del mundo, decía que escenografiar no es construir nada, sino destruir todas las barreras que impiden que una obra llegue. En ese sentido, me considero un destructor. Y muchas veces, lo que impide que esa obra llegue son esos vestidos del siglo XIX, esas declamaciones, esas maneras antiguas de hacer teatro.


7. En 1992 va a Barcelona, estudia en la Escuela Superior de Arte Dramático, el Instituto del Teatro, y en 1996 llega su primer trabajo profesional: nada más y nada menos que con la Dama boba de Lope de Vega en Estados Unidos, ¿no está mal para comenzar?
Pues sí no está mal [risas]. La verdad es que marché para Barcelona a estudiar y decidí quedarme porque vi que allí el teatro tenía una importancia muy especial, que no tiene ni siquiera aquí en Madrid. Aquí hay mayor cantidad de teatro, pero todavía se sigue siendo muy tradicional. En Cataluña, el teatro es otra cosa. Es un arma, ya no de denuncia o de lucha, porque ya no estamos en esas épocas, pero sí que es un sistema comunicativo. Una manera de decir algo, en la que un director coge a unos actores y lo pone todo en marcha. En Madrid, el teatro tiene todavía ese halo antiguo que no me acaba de convencer. Por eso decidí quedarme en Barcelona.


8. Y desde 1996 hasta hoy más de 150 espectáculos. Por lo menos, no podrá negar que se ha convertido en uno de los escenógrafos más solicitados de España. ¿Cómo se digiere tanto éxito profesional con sólo 34 años?
[Risas] Bueno, eso no significa nada. Es que, como yo quería hacer esto estoy en mi salsa. Por ejemplo, para mí los premios, claro que me hacen ilusión, pero está claro que el que más me animó fue el primero. Y en cuanto a la cantidad de encargos, pues soy una persona que ha trabajado mucho, pero también porque doy muchas facilidades a la hora de trabajar. A lo mejor se explica ahí esa cantidad de trabajo que he hecho. En doce años he realizado lo que otros escenógrafos no han hecho en toda su vida, pero cuantitativamente hablando. Pero como resulta que esta profesión se ha de medir cualitativamente, estoy seguro de que lo mejor no ha llegado todavía.

9. Supongo que el último reto siempre será el más complicado…
Claro. Y luego, sobre todo, veo la evolución. Miro un trabajo que he hecho hace tres años, y ahora lo haría de una manera radicalmente diferente. Yo creo que el teatro, como arte, es único. Es decir, cada función es única, pues al día siguiente el protagonista puede estar mejor, peor… Es un arte muy vivo.


10. Shakespeare, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Albert Camus… ¿Hay alguno más difícil que otro a la hora de escenificar?
Todo depende de la propuesta que te dé el director. El director es una especie de médium que enfoca la obra como quiere. Por ejemplo, lees Hamlet y dices, “vaya qué bonito”, pero luego te llega el director y dice que hay que ambientarlo en la Alemania posterior a la II Guerra Mundial. Y eso lo gira todo. Es un tsunami conceptual que lleva a que de ese Hamlet importe más lo que dice el director que lo que dice el propio Shakespeare. Por tanto, no creo que haya obras fáciles o difíciles, sino proyectos apasionantes y proyectos aburridos. Cuando un director te propone una idea interesante para enfocar una obra… ancha es Castilla. Ahí las noches son cortas para trabajar de las ganas que tienes. Pero luego hay directores que te proponen una idea convencional y manida. Entonces tienes que agarrarte a los recursos y tirar para adelante como se pueda.


11. Supongo que Shakespeare será de los que más te apasionen. De hecho, has sido director durante cuatro años del Festival Shakespeare que se celebra en Cataluña…
Pues sí, creé y dirigí durante los cuatro primeros años este festival. De hecho, es el único festival en homenaje a Shakespeare que se celebra en España. Es que Shakespeare es como para retirarse a una isla con las obras completas. Y le conozco en extensión y en profundidad, pero cuando relees una obra suya siempre ves cosas nuevas, siempre es diferente. Son obras poliédricas. Dependiendo de tu estado personal, anímico… lees un Macbeth de una manera o de otra. Sin duda, Shakespeare es el mejor dramaturgo de su cultura y del resto de culturas. Al menos de las culturas que yo conozco.


12. Y el otro gran pilar de su profesión es la música. Ha hecho escenografías para Mozart, Beethoven, Falla, Chueca, musicales de Grease, de Bienvenido Mr. Marshall… ¿Cómo se pueden tocar géneros tan diversos y salir airoso y con éxito de cada uno de ellos?
Porque la música es una de mis grandes pasiones. Me considero un melómano. Me apasiona más que el teatro. De hecho, si tengo un poco de tiempo libre prefiero ir a ver un concierto que una representación teatral. La música es el lenguaje sublime, es decir, que ya no necesita ni palabras. Que lo entienden aquí y en Japón. Y a mí siempre me ha gustado mucho lo que esté relacionado con la música. No tanto el musical, que es un género un poquito hortera, pero que me ha dado oportunidades de hacer cosas muy grandes, sino, más que nada, la ópera y la zarzuela. Sobre todo la ópera, pues más allá de leer el texto tienes que escuchar la música, que es el punto de partida para todo lo que vas a hacer. Me parece apasionante.


13. Tras tanto trabajo, ¿con cuál se queda? ¿Con el último?
Exacto [risas]. Estos días entrego en el Teatro de La Zarzuela un proyecto de la zarzuela La Calesera, que se estrena en julio en ese teatro. Me quedaría con eso, pero sobre todo porque me está dando muchos quebraderos de cabeza.


14. ¿Y qué es lo más complicado que ha ideado encima de un escenario?
Bueno, he hecho muchas cosas difíciles porque me gusta complicarme la vida. Así como tengo compañeros que digo “qué bien lo hacen” porque siempre elaboran cosas sencillas, yo me complico mucho, con sistemas motorizados, que suben, que bajan, que entran, que salen… [risas]. Y algunas veces, en un teatro, a las siete de la mañana, después de estar toda la noche trabajando, me pregunto, “¿por qué no habré hecho esto más sencillo?”. Aunque si tengo que decir algo, por ejemplo, el musical de Grease me salió técnicamente muy, muy complicado. Hay un momento, nada más empezar, que baja una grada entera, con treinta personas encima. Y aunque parece sencillo, sin dejar de ser espectacular, técnicamente supone una dificultad brutal.


15. ¿Qué escenario de los que ha pisado le ha impresionado más?
Como siempre he sido muy fan de la ópera, para mí este año ha sido muy especial. Porque he hecho los que, para mí, son cuatro de los teatros más importantes del mundo en este género: el Liceo de Barcelona, el Teatro Real y el de La Zarzuela en Madrid, y la Ópera de París. Estos sitios, realmente, impresionan. Recuerdo que estaba en el escenario de la Ópera de París y decía, “soy yo y estoy aquí estrenando…”. Es impresionante.


16. ¿Qué es más cómodo, trabajar para el sector público o para el privado?
Para el público, sin duda. Hay más libertad, altos presupuestos… En el privado tienes que amoldarte mucho más. Aunque el no poder superar esos límites de dinero te hace madurar en la profesión. Es algo que se aprende con el tiempo. Si tienes 200.000 euros, sabes que tienes ese dinero, y no puedes disponer de más. Es más, casi siempre se hacen más ajustes.


17. Recapitulemos: teatro, danza, ópera, zarzuela… ¿Para cuándo va a hacer como Gerardo Vera [director del Centro Dramático Nacional] y se va a lanzar al mundo audiovisual?
Con todos los respetos a mi amigo Gerardo, que de hecho me ha invitado a trabajar en el CDN varias veces, diré que a mí la televisión no me llama nada. Es muy diferente. Yo puedo idear este café [señalando alrededor] y sé que la gente va a ver este café. Pero en televisión, aunque hayas hecho todo esto, el cámara sólo te va a enseñar una mínima parte. Es un medio complicado y no me llama mucho la atención. Y el cine, me gusta mucho como espectador, pero reconozco que es otro arte. Otro mundo. Nada que ver.


18. Por el momento, se queda en el teatro y más allá, pues con el Ayuntamiento de Madrid ha “salido a la calle”…
Hay que tener claro que el hecho teatral es, fundamentalmente, que alguien hace algo y otra gente lo mira. Luego, que eso se produzca en un teatro, en un polideportivo o en medio de la calle no es tan importante.


19. Me refiero a que, por ejemplo, participas en la iluminación de las calles de Madrid en Navidad, trabajó en el diseño del proyecto de Madrid 2012…
Bueno, al final como si no hubiéramos hecho nada… porque como no ganamos… Estuve con el Ayuntamiento haciendo la dirección artística de toda la campaña. Estudiando cómo había que enfocar la imagen corporativa de Madrid 2012. Y en cuanto a las luces, pues sí, por ahí andan [risas]. Como las van cambiando de sitio cada año no sé dónde se encuentran. De hecho, algunas veces voy paseando por Madrid y me las encuentro de pronto.


20. ¿Entonces, con Gallardón bien?
Sí. Es una persona muy educada. No soy una persona de derechas, pero con un político como él entiendo la derecha. Gallardón es muy respetuoso. Colabora con muchísima gente que sabe que no comparte su ideología como Mario Gas [director del Teatro Español, de titularidad municipal] o conmigo mismo, y se comporta de manera muy correcta. Es una persona muy simpática y muy culta. Esto es muy importante. Toca el piano excelentemente bien y tiene una colección de discos y partituras extraordinaria. Por tanto, es una persona que me infunde respeto y hasta cierto cariño.


21. ¿Y cuándo va a echar un poco el freno? Porque no para nunca…
Es cierto que 2008 ha sido especialmente duro. Aunque también es cierto que todos los años, desde que empecé a trabajar, han sido muy fuertes. El deseo para 2009 va a ser trabajar un poco menos, aunque también lo fue para el 2008, el 2007 y el 2006 [risas]. Pero, ya en serio, hay que aprovechar, y mientras tenga ganas y proyectos interesantes hay que seguir al máximo.

8 de diciembre de 2008

Unas fiestas "no aptas" para mujeres

Aunque me prometí que este año no iba a escribir nada sobre las Fiestas de la Virgen, no me veo capaz de permanecer callado. Y es que hoy, 8 de diciembre, día grande de las celebraciones patronales de Yecla sigo sin ver a ninguna mujer entre sus filas. Sólo quería recordarlo. Recordar que en octubre de 2007 la Asociación de Mayordomos de la Purísima Concepción, entidad encargada de organizar las Fiestas Patronales, se negó por enésima vez a modificar sus estatutos para permitir la participación de la mujer en los actos militares que componen estas celebraciones. Es decir, en las Fiestas en sí, pues quitando la ofrenda floral, el resto de actos gira en torno a a la campaña militar.

Tras tres años de polémica sobre la participación femenina como arcabucera, la asociación dio capertazo al tema y nadie ha abierto la boca. Todos los grupos políticos que conforman el Ayuntamiento se manifestaron en contra de lo que había resuelto la Asociación, pero hoy, un año después, nadie se ha pronunciado de nuevo. Y, sobre todo teniendo en cuenta que la votación a la que fue sometida el tema en cuestión obtuvo unos resultados raquíticos, pues de los 2.000 socios que tiene la Asociación, sólo 170 acudieron a aquella Asamblea General Extraordinaria. En apenas 10 minutos se votó y se aplaudió un resultado que estaba claro de antemano. Más de un 75% de los presentes dijo no a la mujer en las fiestas. Ante la baja participación, la Asociación de Mayordomos interpretó que se debía a que "la problemática surgida" era "más un problema mediático que real en el seno de la sociedad yeclana". Yo, más bien, pienso lo contrario. En un pueblo arcaico, retrógrado y machista como el nuestro, la gente prefirió no votar en señal de protesta, pues el sí masivo habría traído problemas a los propios socios de la asociación.

Pues sí, amigos. Yecla, un municipio con más de 35.000 habitantes, de los más grandes de la Región de Murcia y el más fuerte industrialmente hablando. Esta ciudad, después de 300 años celebrando estas fiestas, sigue prohibiendo a la mujer que participe. El hombre, gallardo y altanero, prefiero guiñarles el ojo mientras les dedica su siguiente disparo, el cual, en afán de su consagrada hombría lo propicia acercando el puro al cebo y no la mecha. La mecha es para los principiantes. Yo disparo mi arcabuz acercando la ceniza de mi puro. ¡Y viva la Virgen del Castillo!

P.D. Tercer año que no acudo a las Fiestas y sigo vivo. Créanselo. Y añado ahora: el día en que se conviertan en unas fiestas igualitarias, volveré y las defenderé como merecen.

Las tradiciones, como todo, o evolucionan o se vuelven obsoletas. Allá donde exista tradición no evolutiva, refleja una sociedad estanca y llamada a morir.

2 de diciembre de 2008

A Zapatero le ha caído una cruz

Revolucionado anda el país. Pero no se crean que es para exigir soluciones a la crisis económica que nos está engullendo a todos. No. Lo que preocupa hoy a los españoles es si hay que sacar o no los símbolos religiosos de los centros públicos, ya sean escuelas, juzgados, hospitales o tanatorios.

Y la que se ha liado tras la sentencia del Juzgado nº2 de Valladolid. Los laicistas han alzado la voz exigiendo que se quiten de las aulas, los católicos acérrimos que se queden donde están, pues, como dice una lectora en el Diari de Tarragona, "el símbolo de Dios, que se inmoló por amor al hombre, no debe levantar suspicacias". Ahí queda eso. Fernando Pastor se ha hecho famoso de un día para otro. Este hombre es quien encabeza al grupo de laicistas que quiere erradicar los crucifijos de las aulas. Bueno, un señor que, según La Razón, ha permitido a su hija que sea la Virgen en la función de Navidad… Por eso me río. Porque yo estudié en un colegio donde un crucifijo, junto a la foto del Rey, presidía cada aula. Y, qué quieren que les diga, muy católico no es que haya salido. Más bien todo lo contrario.
Ahora, tampoco puedo estar de acuerdo en que muchos creyentes defensores del símbolo aleguen que éste represente “tolerancia, respeto y solidaridad”, como he leído en varios medios. Tampoco me gusta que me engañen. Pero la guerra en contra del Cristianismo empezó hace muchos siglos. ¿O les tengo que recordar que el pobre Galileo fue “ajusticiado” por asegurar que la Tierra giraba alrededor del Sol? Pecador. Todos sabemos que Dios es el centro de todo. ¿Y saben por qué no creo en la religión? Porque todas me cuentan lo mismo. Que si todas son las verdaderas, que si su dios es el único, que si yo soy más guapo, que si tú eres más tonto…
Las religiones han nacido para combatir entre ellas, de eso no hay duda. Pero cómo bien dice hoy un artículo de El País titulado Discusión bizantina, las próximas generaciones se reirán de nosotros cuando se enteren por qué peleábamos en aquel lejano 2008. Hace unos siglos, los obispos se opusieron a la democracia porque “la autoridad que emana únicamente del pueblo acarrea un diluvio de males”. Pero también se negaron a la creación de colegios mixtos, pues “la coeducación de sexos es antitradicional y anticristiana”, entre otras muchas cosas. Y creo que no se ha muerto nadie por eso.
Lo que tampoco hay que hacer es llegar a los extremos, aunque a veces tienen su gracia. Antonio Rodrigo, teniente de alcalde de Sevilla, matizó que la iluminación navideña se encuadraba dentro de los actos en honor al “solsticio de invierno”. Ja Ja, ¿no me digan que no es gracioso? Además, tiene razón. Pues todos lo que hemos estudiado un poquito de Latín (gracias, Pedro Antonio), sabemos que el emperador Constantino, aquel que en el 313 firmó el Edicto de Milán para que se dejara de perseguir al Cristianismo, se inventó la Navidad. Y la "adaptó" a la fiesta pagana más multitudinaria y popular del Imperio Romano, el Festival de la Saturnalia, en honor a Saturno, el dios de la agricultura y las cosechas. Casualmente, el 25 de diciembre nacía el Sol Invictus, un 'niño' invencible que volvía a la vida para iluminar a los romanos. Como los días eran cada vez más cortos, los romanos (y anteriormente celtas, íberos…) pensaban que el Sol iba a morir. Hasta que renacía, reencarnado en aquel niño Sol, tras una macro fiesta con alcohol y todo lo que puedan imaginar, en la mañana del 25 de diciembre. Pero lo dicho, quien quiera celebrar las fiestas romanas, las cuales a mí me apasionarían más, que después no se queje si se queda sin paga extraordinaria de Navidad.
En conclusión, que hay que quitar los crucifijos de las aulas. Que yo no digo que no. Pero que hay temas más importantes ahora mismo. ¿La solución? Quizá la ministra Cabrera ha dado una buena, es decir, que cada cual haga lo que le dé la gana. Al menos, es eficiente. Porque, hay que recordar, que los ministros de este estado aconfesional siguen jurando o prometiendo sobre una biblia y junto a un crucifijo. Y además, el laico de Zapatero ha aumentado en un 34% la asignación del Estado para sueldos de obispos y sacerdotes. Eso sí que es vergonzoso. Ya lo dijo Jesús: “No he venido a traer la paz, sino la discordia”. Qué razón tenía el tío. Un Estado que se declara aconfesional por norma constitucional y que después cede como nadie a los deseos de Rouco Varela. Venga ya. Sinceramente, la mejor forma de tratar a la Iglesia es ignorándola. No nos metamos en estos fregaos. Ella sola caerá por su propio peso.

P.D. Al menos, tras el silencio del PSOE y los líos internos que tiene el PP en cuanto a este tema, existe un partido que ha dicho algo coherente, y no ha sido IU ni el de Rosa Díez, sino Falange. Atención a la frase, que se encuentra en un comunicado publicado en su web: “FE de las Jons solicita que permanezca el crucifijo en las aulas, pero que sea retirado el retrato del Rey, puesto que ofende los sentimientos republicanos de los alumnos, y, además, no constituye un buen ejemplo para la juventud”. Con un par. Je je. Inconmensurable.

Pueden encontrar este artículo en mi blog de elperiodicodeyecla.com

1 de diciembre de 2008

Entrevista a Martín Fiz: "Ir corriendo a la fábrica me sirvió para entrenar"

Muy buenas tardes a todos. En primer lugar quería pediros disculpas por estar tanto tiempo sin escribir, pero debido a un cambio de funciones en el trabajo he estado bastante liado. Aun así, os ofrezco hoy una entrevista que publiqué el pasado domingo en Infoempleo (dentro de los suplementos Empresa de ABC y Dinero y Empleo de los 12 regionales de Vocento, entre ellos, La Verdad). Tras haber entrevistado a Abel Antón y a Fermín Cacho, sólo me faltaba un grande para culminar con la terna de atletas que fueron mis ídolos de infancia: Martín Fiz. Disfrutadla.


David Val Palao

Martin Fiz (Vitoria, 1963) empezó su andadura profesional como muchos jóvenes de aquella época, es decir, ganándose la vida como podía. En su caso, en una empresa de productos químicos en su Vitoria natal. Hasta que no ganó el Campeonato de España de Cross en 1990 no decidió dedicarse profesionalmente al atletismo. Poco tiempo después se convertiría en uno de los reyes de la maratón: campeón de Europa en Helsinki 94', con un podio mítico acompañado de Diego García y Alberto Juzgado; campeón y subcampeón del mundo en Goteborg 95' y Atenas 97' y diploma olímpico tanto en Atlanta 96' (4º clasificado), como en Sidney 2000 (sexto). En definitiva, un grande de este deporte que, todavía hoy, sigue trabajando incansablemente para dignificarlo más.

¿Cuál fue su primer empleo remunerado?

Mi primer empleo fue trabajando en una empresa de productos químicos en la cual ejercía de todo. Llevaba el peso de la empresa, porque me tocaba desde cargar los productos químicos a hacer la contabilidad. Éramos pocos trabajadores. Era una empresa de distribución y fue una época de mi vida bastante buena. Yo tenía 22 o 23 años, y compaginaba el atletismo con el trabajo. Entre semana trabajaba y los fines de semana competía para ganar algo más de dinero. Esta empresa estaba en las afueras de Vitoria, y yo iba corriendo al trabajo, por tanto me valió mucho para entrenar. Es el entrenamiento invisible, que no se ve pero que vas haciéndolo día a día.

¿A cuánto ascendió su primer sueldo?

Recuerdo que estaba en torno a 60.000 pesetas. Era un buen sueldo para un chaval de 23 años en mitad de los 80… La economía española no era muy boyante, los padres te obligaban a trabajar, y tuve problemillas cuando dejé este empleo para dedicarme exclusivamente al atletismo. Para ellos eso era un juego y no una profesión. Y es que a mí siempre me ha gustado buscarme la vida, ser bastante independiente de mis padres… Por aquellos años, también tuve que recurrir a otros trabajos para poder ganarme la vida. Fui, por ejemplo, pastelero. Son trabajos que me han venido muy bien, que me han servido para endurecerme y convertirme en deportista de larga distancia. Este empleo me encantaba porque los fines de semana iba a repartir tartas y pasteles por las casas. Aunque lo mejor era cuando había bodas. Nos peleábamos por ir, pues las propinas subían considerablemente…

De aquella primera experiencia, ¿qué recuerdos conserva?

Recuerdos inolvidables, porque ahora mismo la gente no valora lo que es tener un puesto de trabajo. Quizá dentro de muy poco se valore mucho más, pues es a lo que va a llevar la crisis económica. Antes, a los grandes atletas, como Mariano Haro, se les premiaba con un puesto de trabajo en alguna institución. Actualmente, una vez que dejas de ser profesional, te percatas de que no tienes ningún puesto de trabajo y hay que buscarse la vida.

¿Y cuando decidió dar el paso de amateur a profesional?

En el año 1990, cuando consigo el título de campeón de España de Cross. Siempre ha sido un campeonato muy valorado en nuestro país, y ese año pude batir a mi ídolo Antonio Prieto. Después de ganar decidí dar ese importante paso en la vida y arriesgar. Sé que una lesión puede truncar la vida deportiva de un atleta, unas malas compañías, el que te confunda el éxito… Después es fundamental que la familia te apoye, decir a tus padres que dejas un trabajo para dedicarte a un hobby. Lo pensé en serio, decidí dedicarme un año a tope a ver si podía ser profesional. Empecé a ganar algo de dinero, pues sabía que algunas de las mejores pruebas de campo a través se organizaban en el País Vasco como el cross de San Sebastián o el de Amorebieta. Por suerte, durante mis años de profesional fui un atleta bastante valorado. Por mi forma de ser me pegaba con todos los africanos y al público eso le gustaba. Fui un atleta muy peleón y al final me pude hacer un hueco entre los grandes.

Y en 1992, aunque repite título de campeón de España de cross, tiene que conformarse con una discreta participación en los Juegos de Barcelona

Es cierto. Ese año repetí título de campo a través, pero todos teníamos la mente puesta en los Juegos Olímpicos. Al menos, cumplí el sueño de haberme clasificado, pero la competitividad supuso que no obtuviera el resultado que a mí me habría gustado y me quedé un poco hundido. De hecho, ese año di el paso más importante de mi vida deportiva. Quiero más, pido más y los ánimos de mi entrenador Sabino Padilla [también fue el médico de Induráin y, desde hace unos años, es el del Athletic de Bilbaco] y de mi familia hacen que me decida, por fin, a correr la prueba de maratón.

De hecho, fue de de los pioneros, pues la maratón no era una prueba por la que se decantaran mucho los atletas españoles…

Igual es malo decirlo, que salga de mi boca, pero la gente que se pasaba a esta prueba era gente que tenía ya poco que hacer en pruebas de fondo, en 5.000 o 10.000. A la maratón se pasaba la gente “mayor”. Yo rompí un poco esa tendencia, y tras varias pruebas médicas, quedaba claro que por mi fisionomía ‑con 54 kg de peso y 1,69 m. de altura- tenía todo para ser maratoniano. Luego en la práctica lo demostré. [Tanto que en su primera maratón, en Helsinki, en 1993, cruzó la meta en primera posición].

Y empiezan a llegarle los éxitos… Campeón de Europa en 1994, con un podio memorable para el atletismo español, copado de españoles, y campeón del mundo en 1995. ¿Qué sintió tras cruzar la meta de Helsinki y ver detrás a Diego García y Alberto Juzgado?


Es una gran sensación de incredulidad. No te lo acabas de creer. Estuvimos los tres entrenando juntos en la sierra madrileña durante mucho tiempo. La maratón siempre suele cerrar este tipo de campeonatos, por lo que fuimos los últimos en viajar a Helsinki. Ahí sucedió una anécdota que nos marcó. Diego García nos transmitió que los medios de comunicación decían que los atletas de maratón iban a Helsinki de vacaciones. Que no teníamos ninguna opción. La verdad es que nos mosqueamos bastante. A los dos días, estábamos los tres en lo alto del podio. Sinceramente, creo que hay dos imágenes del atletismo español. La primera es de 1992, cuando Fermín Cacho entró en la meta con los brazos en alto en la prueba de los 1.500 en Barcelona, y la otra es la imagen de los tres atletas españoles abrazados en Helsinki. Y es cierto que la gente lo recuerda. Ahora vas por cualquier cross y, primero, ves que el número de atletas se ha multiplicado por mucho, y, segundo, ves que la gente todavía te tiene cariño y te agradece lo que has hecho por el atletismo. De hecho, me sorprende que con 45 años me sigan llamando de multitud de pruebas importantes. Me gusta estar lo más competitivo posible, pero el chasis ya no es el mismo. Aun así, cada prueba me la tomo como un homenaje que brindamos a la afición que tanto nos apoya.

¿Cambiaría algo de su carrera profesional si echa la vista atrás?

No cambiaría nada, ni cuartos puestos ni frustraciones ni alegrías. Hay que aceptar la vida como te viene. He aprendido mucho, he tenido tardes buenas y malas. En el aspecto familiar y en el laboral todo me ha ido bien, por lo que me siento una persona muy privilegiada, pues me he dedicado a lo que realmente me gustaba que era el atletismo. Muchas de las personas que estudian dos o tres carreras estudian para ser meros funcionarios, por eso, puedo decir que mi sueño lo he hecho realidad, he ido a los Juegos Olímipicos, he conseguido medallas en campeonatos de Europa y del mundo… Por tanto no cambiaría nada. Me he amoldado mucho a mi vida, por lo que se lo agradezco a toda mi familia. Por suerte, siempre hemos mantenido los pies en el suelo. Soy el mismo Martín Fiz que trabajaba de pastelero.

Aunque han pasado los años, su mejor marca sigue estando entre las diez mejores de la historia del atletismo español. Esa marca de 2h. 08’ 05’’, que fue récord nacional, la consiguió en 1997 en el maratón de Lake Biwa en Japón. ¿Se siente orgulloso?

No es mala marca, pero te voy a contestar como lo haría Abel Antón. Las marcas están para batirlas. Fue récord de España, pero ahora mismo el del mundo está por debajo de las 2h 4’ [En manos del etíope Haile Gebrselassie, 2h. 3’ 59’’]. Pero las medallas siempre estarán ahí. Las marcas están para batirlas. En su día fue una gran marca y ahora es una marca más.

Pero, como bien dice el dicho, donde hubo, retuvo, pues este año consiguió acabar en segunda posición la maratón que se organiza en su honor en Vitoria [por cierto, los yeclanos pinchad este enlace y decidme si el del dorsal 78 no es quien creo que es, justo al lado de Abel Antón]…

Yo es que sigo siendo muy competitivo [risas]. Aunque, también es cierto, que la cantidad de atletas es cada vez mayor, pero la calidad ha bajado un poco. Yo sigo teniendo la misma competitividad y cada vez que voy a un evento lucho todo lo que puedo. Voy a divertirme, no voy a ganar ni perder, pues hay que saber cómo funciona un cuerpo de 45 años. De hecho, es más importante pensar en la salud que en correr un segundo más rápido.

Y, además de seguir participando en multitud de pruebas, ¿qué más hace hoy en día Martín Fin?

Pues principalmente me dedico a promocionar el deporte base con hábitos de vida saludable. Además, colaboro en medios de comunicación y soy director de la revista Runner´s World en España. Me encanta estar cerca del atletismo, vivirlo en primera persona y seguir luchando en tantas pruebas como puedo.

¿Cuál fue su carrera más complicada?

En 1997 en el Campeonato del Mundo de Atenas. Es muy duro ir de campeón del mundo y saber que tu rival más directo no es ni de Kenia ni de Eritrea ni de Estados Unidos, sino que es un soriano, amigo tuyo, y que se llama Abel Antón. Eso muy duro asimilarlo, pues no pude aguantar su final portentoso. Además, en Atenas. En la cuna del atletismo donde, muchos siglos atrás un soldado llamado Filípides había corrido esa misma distancia desde Marathon a Atenas para anunciar la victoria griega sobre los persas. Además, fue dura porque había más de 30 grados, porque el porcentaje de humedad era altísimo… Ahora mismo, mirando con el paso de los años, veo que quedé segundo, y que fui subcampeón del mundo detrás de Abel. Pero en aquel momento, fue un día muy duro y bastante triste.

Quizá ya me ha contestado, pero ¿quién fue su rival más duro?

Sin duda Abel Antón y luego los africanos. También el mejicano Dionisio Cerón, los hermanos Castro de Portugal… Ha habido rivales muy fuerte y que, a la postre, ahora son grandes amigos, sobre todo Antón.

¿Hasta qué punto se han cumplido sus aspiraciones profesionales?


Creo que mis aspiraciones, ahora que ya me he hecho mayor y que tengo el pelo con muchas zonas blancas, sí que se han cumplido. Si hablamos en el progreso, quizá ha faltado esa medalla olímpica. Aquel cuarto puesto en Atlanta 96... Hace unas semanas le dije a Fermín Cacho que le cambiaba cualquiera de mis títulos por una medalla olímpica…

Pero, no sólo le ha pasado a usted, pues ningún maratoniano español ha conseguido medalla olímpica en la maratón…

Es cierto. Quizá el hándicap que hemos tenido es que hemos viajado con mucha presión, pues casi siempre hemos llegado con título de campeón del mundo, de Europa… Hemos sido los atletas más vigilados, aunque estoy seguro de que caerá alguna.

¿Qué queda de aquel joven que luchaba por abrirse camino en aquella empresa de productos químicos?

Esa época refleja un poco lo que soy ahora. Una persona muy trabajadora con un espíritu de luchador. Cargaba más de 1000 kilos al día, hacía la contabilidad… Y eso, quieras que no, es un gran recuerdo. Pues la vida te enseña a saber hacer un poco de todo y a aclimatarte ante las adversidades. Lo más gratificante no es que un crío sea presidente de una empresa, sino que para conseguirlo haya empezado limpiando los cristales del edificio.

Y además de los premios deportivos, otros tantos fuera de las pistas, pues fue nombrado Mejor atleta de 1995 y, además, recibió el Premio Príncipe de Asturias de 1997 junto al equipo de maratón.

En verdad, cuando estás en activo no valoras apenas este tipo de galardones. Sólo quieres entrenar, competir y estar concentrado. Pero cuando empiezas a madurar y a ser un carca, te das cuenta de que estos premios también tienen un valor especial. Son grandes reconocimientos al trabajo bien hecho.

¿Qué consejo daría a los jóvenes que ahora empiezan?

Pues a los jóvenes les diría que, aunque tengan una vida mucho más cómoda que la que teníamos antes, que recapaciten, que las cosas no se regalan y que hay que ganárselas a pulso. Lucha, perseverancia y respeto.
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