6 de febrero de 2010

Corre, corre, niño de arena

Entender una guerra. Piénsenlo. Entender una guerra. ¿Hay algo más complicado? La televisión nos muestra las imágenes, nos permite escuchar los aullidos. Pero no nos ofrece lo más importante. El hedor. El hedor a muerte y a desesperación. Quien no haya estado en una guerra no podrá nunca decir que sabe qué es una guerra. ¿Hay algo más crudo para el ser humano? Creo que sí. Perder la guerra y vivir para contarlo. Sometido a un régimen opresor. En una posguerra las balas no caen por doquier. Las granadas no sorprenden con su silbido de muerte. Pero si has perdido, el miedo no se va. Sabes que si escuchas una bala perdida, tienes todas las papeletas de ser el blanco elegido. Antonio Martinez i Ferrer (Alzira, 1939) nunca vivió una guerra. Pero fue objetivo de esas balas perdidas durante muchos años. Su padre, yeclano, fusilado. Martinez i Ferrer se cobijó en su Alzira natal a la espera de tiempos mejores. Su infancia siempre estuvo atravesada por esa pérdida. De los 11 a los 15 años trabajó en el campo, en la recogida de la naranja y en los almacenes de comercialización, y de los 15 años a su jubilación en una empresa de artes gráficas. Entre medias, mucha vida, marcada por una temprana militancia partidaria y sindical sumida en la soledad del exilio, la omnipresencia del miedo y la sombra del dolor de los suyos.


Por cierto, se me olvidaba, desde su jubilación hasta hoy, poeta.



Durante los años 60 y 70, Antonio fue un luchador antifranquista. Su amigo, el también poeta José Viñals, lo describe así en el prólogo de El rumor del patio, primer libro de Martinez i Ferrer, publicado en 2003: “Tengo el alto honor y la dignidad de ser amigo de un hombre bueno, íntegramente bueno e íntegramente íntegro. Un hombre noble, un hombre honrado, un hombre limpio. Un hombre de palabra, lo que es mucho decir pues pocos quedan ya. Y un hombre de lucha, en el más alto y claro de los sentidos. Un hombre comprometido con su pueblo, un luchador antifranquista, un luchador por el socialismo, la justicia y la libertad, que vivió a fondo la dura experiencia de la clandestinidad y el exilio desde los orígenes mismos del franquismo”.

Pero tras tanto sufrimiento, el poeta volvió a su tierra. Hoy, a los 70 años, Martinez i Ferrer vive en Alzira junto a su inseparable e incasable luchadora Antoñita, con quien ha compartido toda una vida. Les acompañan sus perros, una veintena de gatos, sus naranjos, sus plantas, su patio.

La casa de Antonio homenajea claramente a Gaudí


Hace una semana, tuve la suerte de asistir en el Ateneo de Madrid a la presentación de dos poemarios del artista: Efectos secundarios y Corre, corre, niño de arena.Conmovedor. Un poeta que deshace, que desentierra.

Corre, corre niño de arena, dedicado a los niños de arena de la guerra de Irak, es una perfecta metáfora de la infancia de Antonio. Una infancia sin infancia. Sin juegos y sin risas. Donde no se puede más que correr. Porque la poesía de Antonio es rabiosa, es protesta. “Protesta ante unas efectivas estructuras de poder que además de sostener las desigualdades del presente, avanzan en un holocausto que es destrucción de los otros y aniquilación del planeta”, concreta el poeta Arturo Borra.

Mientras escuchaba a Antonio leer parte de su poemario fui capaz de trasladarme. De viajar. Porque su poética se mueve a partir de fogonazos, de ráfagas de imágenes, de detalles significativos. Los niños, la arena, la angustia, el terror, las bombas. Tuve la sensación de escuchar en su poesía la voz de los desprotegidos. Pude ver en su tenacidad poética, en su fuerza expresiva y en el temblor de su voz grave un refugio acogedor para esos niños de la guerra. Por eso, Corre, corre niño de arena es un libro dedicado a los niños de los misiles y las plazas, a aquellos que nadie pone nombre porque el futuro está muerto para ellos. Son niños con más muerte que vida. Crecer entre sangre, dolor y olor nauseabundo, no es crecer. Por desgracia, en Irak, y en muchos otros países, no hay otra forma de crecer. Paradójico. Antonio, que usa bastón para caminar, pide a este niño que corra. Que huya. La infancia del poeta hecha poesía. Su poesía. Han pasado 70 años, pero todavía hay muchos niños que no pueden dejar de correr.


Antonio, tercero por la izquierda, presentando sus obras en el Ateneo de Madrid

Os dejo parte de este poemario:


Desde todas las distancias,

acuden pájaros

con hambre de sangre.

las factorías del terror

no reposan.

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El aire

escribe metáforas

para esconder el miedo.

corre niño de arena

donde el invasor no te vea.

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Las hojas del tardío invierno

despertaban con el trueno

el niño de arena

temblaba con letras de agonía.

La metralla

buscaba corazones

donde pernoctar

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Por los escombros

del olvido

se pierden

las palabras de cantar la vida

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¿Por qué los recuerdos

ya no son recuerdos?

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Antonio Martinez y Ferrer ha pubicado

En castellano:

El rumor del patio (Germanía 2003)

El grito del oasis (Ateneo Obrero de Gijón, 2007)

Efectos secundarios - Efeitos secundários (Edición bilingüe en castellano y portugués - Cantoescuro 2008)

Corre, corre niño de arena (publicado en 2006, reeditado en 2009 por Ediciones de Baile del Sol)


En valenciano:

Corre corre xiquet d'arena, Angoixa y el Soroll del pati (Germania 2006)


Para más información, visite su blog: Voces y miradas


El artículo original en elperiodicodeyecla.com


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