
Tras seis meses de arduo trabajo, presentó el autómata: un hombre mecánico, vestido con un atuendo oriental, sentado detrás de un gabinete de madera y capaz de jugar al ajedrez. Antes de cada partida, Kempelen retiraba el ropaje al “Turco”, que así se llamó más tarde a la máquina, para demostrar que dentro no se escondía ningún hombre. Aseguraba que todo era fruto de un milagro.
Pero el “milagro” se le fue de las manos. En aquellos tiempos era común elaborar juguetes automatizados y mecánicos para entretener a la realeza, por lo que pronto se corrió la voz de la gran máquina ideada por Kempelen. Tanto que su fama se extendió a través de toda Europa, llegando incluso a América. La desesperación del inventor era cada vez mayor...
Durante los 85 años de historia de la máquina, el famoso autómata de Kempelen consiguió vencer a personalidades como Benjamin Franklin, Catalina la Grande, Napoleón Bonaparte, Charles Babbage y Edgar Allan Poe. Pero, ¿fue este artilugio el primer ordenador o máquina pensante?
A los ojos modernos, en una era en la que se requiere de una supercomputadora para derrotar a un campeón de ajedrez, parece obvio que la máquina de Kempelen tenía algo de truco. En realidad, se la conoce como “el falso autómata”, puesto que se demostró que la máquina de ajedrez funcionaba bajo un fraudulento control de un operador humano, algo así como un títere movido por hilos. La cabina era una ilusión óptica bien planteada, que permitía a un maestro del ajedrez esconderse en su interior y operar al Turco como si fuera un maniquí.

Aun así, durante el siglo XVIII se construyeron verdaderos autómatas de extraordinario ingenio. Como, por ejemplo, el pato mecánico de Jacques de Vaucanson, el toca-clavicordio de Henri Louis Jaquet-Droz y la Dama bailarina de John Joseph Merlin. Estos dispositivos mecánicos ya parecían mágicos, por lo que el hecho de pensar que la máquina de Kempelen realmente pudiese jugar al ajedrez no era descabellado. Aun así, hay investigadores que critican la teoría anteriormente expuesta del “experto en el interior”, ya que alegan que el hueco era demasiado pequeño. ¿Se trataba de trucos mecánicos, magnetismo? ¿O realmente se encontraba un enano, un niño o un hombre sin piernas en el interior? ¿Era la máquina controlada remotamente desde otro cuarto o bajo el suelo? Nunca lo sabremos.

El Turco fue donado al Museo Peale de Filadelfia. En 1854, 85 años después de su construcción, fue destruido en un incendio. Según un libro publicado por Silas Mitchell, hijo de John Mitchell, último dueño de la máquina, al menos 15 jugadores de ajedrez habían operado al autómata a lo largo de su existencia. Aun así, nadie pudo demostrar que verdaderamente ese fuera el secreto de la extraordinaria máquina de Kempelen.
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4 comentarios:
Y pensar que me entero de estas cosas viendo Saber y Ganar... Soy fan de este programa desde hace más de 10 años.. Se merece un post!
Y uno de nuestro pueblo se llevó buena pasta participando en ese concurso.
Elena
Estupenda entrada.
Por cierto yo siempre hablo bien de la tele. Todo depende de lo que veas.El domingo (por esa mísma tele) me enteré por fín de que son los números primos.
Tienes razón, Elena. Estuvo Francisco Palao durante unos 50 programas y hace poquito volvió, en los especiales por el programa 3.000 (creo recordar) y estuvo otros tres. XD
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