15 de enero de 2010

El impresentable de Munilla

Reconozco que hoy escribo con un poco de odio. Un odio que va dirigido hacia una parte de la Iglesia que cada vez me resulta más repugnante. Esa Iglesia formada por los obispos más radicales y trasnochados, entre los que, desde hace poco, resalta como abanderado el ultraconservador prelado de San Sebastián, José Ignacio Munilla. Este señor, por llamarle de alguna forma, se une por todo lo alto al grupo de radicales de la Iglesia encabezado por monseñor Rouco Varela, pero donde hay personajes tan impresentables como el arzobispo de Granada, Javier Martínez, que hace unos días soltó la siguiente perla: “La mujer que aborte, por matar a un niño indefenso, da a los varones la licencia absoluta, sin límites, de abusar de su cuerpo”. Pero no acabó ahí la cosa, pues el señor Martínez comparó la Ley del Aborto con el régimen de Hitler, alegando que los crímenes nazis no eran tan “repugnantes” como los que permite cometer dicha ley. Un aplauso, por favor.

Pero Munilla se lleva la palma. El obispo de San Sebastián, que ha protagonizado un nombramiento no falto de polémica por su faceta ultraconservadora, soltó ayer unas declaraciones que son dignas, cuanto menos, de censura y reprobio. Imagino que ya las habrán leído o escuchado, pero si no es así, agárrense: “Nos lamentamos mucho de los pobres de Haití, pero además de poner toda nuestra solidaridad en ayudar a los pobres o nuestros medios económicos, etc., también deberíamos llorar por nosotros, por nuestra pobre situación espiritual, por nuestra concepción materialista de vida. Quizá es un mal más grande el que nosotros estamos padeciendo que el que esos inocentes están sufriendo".

Y lo he copiado literalmente para que ningún resabiado me pueda decir que estoy manipulando las declaraciones del obispo. ¿No les parece impresionante? Si fuera católico me sentiría avergonzado de que una persona que dice representar mis creencias se expresara de tal forma. ¿No es increíble? Ahora el señor Munilla se intenta excusar diciendo que los periodistas sacaron sus declaraciones de contexto. Pues sinceramente, la declaración está copiada tal cual y creo que hay poco que manipular. Me gustaría que este señor, como representante de la Iglesia, que se fundamenta en valores de solidaridad y amor al prójimo, se diera una vuelta por Haití. No voy a ser tan demagogo diciendo que debería ceder parte de su patrimonio a los más necesitados, pero sí me gustaría decirle al señor Munilla que si tiene lo que hay que tener, contacte, por ejemplo, con sor Pilar, la misionera que lleva 33 años en Haití, ayudando a una población que, desde siempre, ha estado marginada del resto del mundo. Le pido al obispo de San Sebastián, que seguro que estará reposando en su confortable oficina, que llame a sor Pilar y le diga que lo de Haití no es nada comparado con el problema espiritual que viven los españoles.

O que hable con sor Natalia, que se encargaba cada día de alimentar a miles de madres y niños en Puerto Príncipe, y que está viva de milagro. Que ha visto desde hace años morir a niños por sida y por malaria sin poder hacer nada por remediarlo. Y que ahora, por un devastador terremoto, ve los cuerpos sin vida de esos niños a los que tanto costó sacar adelante. Esta es la verdadera Iglesia. No la que busca púlpitos con el objetivo de promulgar mítines políticos. La que no monta manifestaciones en pro de unos valores desfasados y trasnochados.

La verdadera Iglesia es la que defiende al más necesitado, la que ayuda, de verdad, a los desvalidos. No la que predican ni monseñor Rouco Varela, ni el obispo Munilla, ni el arzobispo de Granada, ni el sinvergüenza de Antonio Cañizares. ¿Qué no se acuerdan de este obispo? Fue el que dijo en mayo pasado que “no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios” –en relación a los abusos a menores cometidos en escuelas católicas irlandesas entre los años 50 y 80 y que salió a la luz hace varios meses- “con los millones de vidas destruidas por el aborto”. ¿O tengo que recordarles al obispo de Tenerife? El ínclito Bernardo Álvarez declaró en una entrevista hace ahora dos años lo siguiente en referencia al abuso de menores por parte de colegas suyos de profesión: "Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece". Tras escuchar a estos personajes, si yo fuera católico, dimitiría.

Para ver el artículo en elperiodicodeyecla.com y los vídeos de las declaraciones de cada obispo pinche aquí


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