19 de enero de 2012

Urgente: Yecla está en la UCI

Tocada y a punto de hundirse, la salvación de Yecla está en nuestras manos

Nuestra ciudad está en depresión. Yecla está fuera de la red de ciudades activas, es una ciudad llorosa donde la calidad de vida es cada vez más difícil. Es una ciudad burocrática, desactivada, atrofiada, desahuciada. Pero no se da cuenta. Sigue anclada a un principio obsoleto: el continuismo. El no entender nada para hacer menos. Yecla ya huele.

Estos días, Madrid acoge la Feria Internacional de Turismo (FITUR), un evento que el pasado año sirvió para presentar la tan comentada Ruta del Vino de Yecla. Pero, por desgracia, se ha vuelto a cometer el error. Este año Yecla ya no está allí. Nos esforzamos por algo, lo conseguimos y nos olvidamos. Siempre hacemos lo mismo.

Algunos de ustedes recordarán el revuelo que supuso para la ciudad la adquisición allá por 1979 de las espléndidas réplicas de toda la obra de El Greco surgidas de la mano del pintor Juan Albert. La gran mayoría, apenas sabrá de qué les hablo. Este pintor nació en Yecla porque en algún sitio hay que nacer, pero desde muy temprana edad se dedicó a recorrer el mundo, sobre todo Estados Unidos y Latinoamérica.

Pues bien, tan perfectas son sus copias de la obra de El Greco que el propio Juan de Contreras y López de Ayala, Marqués de Lozoya, director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y reconocido crítico de arte de la primera mitad del siglo XX reconoció poco después de estudiar la obra de Albert Roses que solo un perito muy experto podría distinguir cuáles eran las de El Greco y cuáles las del yeclano. Las obras, que fueron expuestas en medio mundo, se compraron y se colocaron con gran orgullo en la Casa de Cultura. Han pasado más de tres décadas y nada se ha hecho para dar a conocer tan importante adquisición.

Si miran a su alrededor, verán que el de Juan Albert no es un caso único: tenemos yacimientos arqueológicos tan inigualables como desconocidos para los propios yeclanos, monumentos y edificios emblemáticos que se caen por abandono o que, simplemente, fueron derruidos años atrás fruto de la ola urbanística que arrasó España. Rutas del Vino sin turistas o colecciones privadas de escritores que solo sirven para coger polvo. En las últimas décadas Yecla y todos sus actores (gobierno, oposición, motores económicos, asociaciones y CIUDADANOS) han conseguido acabar con la idiosincrasia de la ciudad para crear una ciudad común, simple y ordinaria. Las buenas ideas se guardan en el cajón por “falta de financiación”, pero, sobre todo, por miedo al cambio, a lo nuevo. A romper con lo que conocemos.

Yecla se ha convertido en una ciudad envidiosa y derrotista, donde la crítica despiadada y el miedo al qué dirán son seña de identidad. Las diferencias no suman, sino que separan. En parte, todo esto surge a raíz del partidismo reinante, que defiende lo suyo como verdad intocable y a los que están con él como ciudadanos magníficos. Los otros partidos no existen o se ningunean. A las organizaciones ciudadanas, a las empresas... apenas se las escucha. A los críticos se les boicotea. Y la mayoría de los ciudadanos, se resigna. Acato, obediencia, sumisión. Silencio.

Es entonces cuando empiezan a surgir los lloros. Lloros eternos: el Estado nos margina, no nos hacen una autovía, las empresas no apuestan por nuestra ciudad, los centros comerciales se van, no tenemos recursos para innovar... Somos líderes del victimismo oportunista. Un victimismo que es falso, puesto que lo que no tenemos es porque no se ha luchado lo suficiente. Porque no nos creemos lo que valemos.

Las empresas cierran. Los pequeños y medianos comercios se tambalean, Los buenos profesionales emigran y los jóvenes despiertos se buscan la vida en otras ciudades. Las calles y los barrios están cada vez más deteriorados. La pobreza es palpable. Da la sensación de que mañana, Yecla no estará. La polarización entre muy ricos y muy pobres es cada día más visible. Al final, sucumbiremos bajo esta ola de derrotismo, quedando fuera del circuito de oportunidades actuales, de ser diferentes. Yecla es la ciudad de la decepción.

Pero reconocerlo es el primer paso. Estas conclusiones no son del todo mías. Muchos expertos en márketing coinciden en que para rediseñar las ciudades del siglo XXI hay que alejarse de todos los parámetros anteriormente expuestos. Por desgracia, Yecla los cumple a rajatabla. Pero, si nos damos cuenta a tiempo, si asumimos que nos hemos equivocado y actuamos desde ya, todavía habrá esperanza para nosotros.

Y los primeros que han de asumirlo no son los gobernantes, sino los propios yeclanos. Los ciudadanos son quienes han de capitanear el rediseño de una nueva Yecla. Porque ya es hora de que estemos en Primera División. Porque las diferencias SUMAN, no separan. Porque es el momento de actuar. De rediseñar una estrategia y de trabajar con la participación de todos, capitaneados por un liderazgo municipal responsable, con el alcalde a la cabeza. Un alcalde que ha de explicar, comunicar y abrir la mano al talento. Es decir, no debe mandar, ni dictar ni ordenar, sino administrar este cauce de ideas.

Nuestra ciudad está herida de muerte y hemos de buscar el futuro. Pero esto solo será realidad con el trabajo de todos y todas: sector del mueble, del vino, turístico, asociaciones, comercios, Ayuntamiento, hostelería y, sobre todo, VOSOTROS, nosotros, los ciudadanos. Porque, y parafraseando a Luther King, yo tengo un sueño, pero sin vuestro apoyo no sé por dónde empezar. Ese sueño se llama YECLA. Ha llegado la hora de actuar. ¿Os atrevéis?


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