Concentración en Sol durante el 15 de mayo de 2012. Fotografía: Javier Polo.
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El 12 de mayo, las plazas se volvieron a llenar. Miles de personas
abarrotaron las calles de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia… Y ahora sí era
de verdad. Ahora, un año después del despertar del movimiento 15M, los que allí
nos reunimos sabíamos por qué estábamos. Ya sabemos qué buscamos.
¿Qué es el 15M?, me preguntan constantemente. Por fin
creo tener algunas respuestas. Un año después de su explosión casi visceral,
puedo asegurar que el 15M es un proceso de politización masiva de individuos,
de democracia pura, de reapropiación de los espacios públicos, de solidaridad
mutua. Es un movimiento que supera la individualidad extrema a la que nos
somete el sistema capitalista. Es la superación del yo en pro del pensamiento
colectivo.
En su primer año de vida, el 15M ha ganado musculatura política. Ha conseguido
empoderar a las personas, pero todavía no es suficiente. Como decía el filósofo
y sociólogo italiano Antonio Gramsci,
estamos en un punto de no retorno “donde lo viejo resiste para no morir y lo
nuevo lucha para poder nacer”. Cuando un sistema deja de cumplir los objetivos
para los que fue creado, se produce una ruptura, una ruptura que quiebra la
ideología que sustenta al sistema y permite su hegemonía.
Personalmente, creo que estamos en ese punto. El capitalismo clásico tal y
como lo conocemos es insostenible y unos brotes verdes, ahora sí, resurgen
entre las porras y la represión que el propio sistema ejerce sobre quienes
quieren cambiarlo. “Que no nos ganen la batalla los perroflautas”, decía hace unos
días con una mezcla de nerviosismo y desprecio el alcalde de Bullas
(Murcia).
¿Y qué solución aportáis?, me cuestionan otros. Nos tachan de
comunistas, de anarquistas, de socialistas y hasta de Rubalcabistas,
cuando lo más interesante de esta historia es que todavía estamos conociéndonos
a nosotros mismos como movimiento. Estamos creando. Estamos inventando. Y
estamos creciendo. Las viejas ideologías vanguardistas se derrumbaron con el
Muro de Berlín. El 15M es algo diferente. Se está superando a Marx, a Lenin, a
Bakunin y a Durruti. La única forma de desarrollar una auténtica revolución
anticapitalista pasa, sobre todo, por el plano cultural, es decir, por cambios
reales en las formas de vida de las personas.
La revolución que viene pasa por el desarrollo de una economía solidaria y
por la autogestión, haciendo hincapié en el fin del consumismo, el machismo o
el racismo, tendencias procapitalistas y patriarcales que todavía nos corroen.
De ahí la importancia del enfoque feminista -que no hembrista- que tiene el
15M.
Asamblea de trabajo en una plaza. 13 de mayo Fotografía: Javier Polo. |
Asimismo, el futuro pasa por la defensa de unos derechos civiles mínimos
como son el derecho al trabajo, a una vivienda digna, a la educación, a la
alimentación o a la salud, entre algunos otros. Como expresa el economista
mexicano Josafat Hernández, perteneciente, como el que firma, a la Asamblea Popular
de Carabanchel, “la crisis ecológica, alimentaria, económica y
energética no hacen sino mostrar de manera clara y contundente que ya no habrá
futuro en este sistema social sustentado en la explotación del trabajo
asalariado, la propiedad privada de los medios de producción, el patriarcado y
el colonialismo”, con sus consecuencias racistas y xenófobas.
Y en este primer año de vida, algunas asambleas populares de las que
surgieron en los barrios tras la explosión de Sol parecen tener muy bien
aprendida la lección. Se han evitado desahucios y se han ocupado espacios,
tanto para vivir como para convivir y compartir (véase el Eko de Carabanchel). Se han parado redadas
racistas y se ha ayudado a las personas más necesitadas, no solo de manera
asistencialista, sino educativa. Porque, como bien reza el proverbio chino que
dice “da un pescado a un hombre, y comerá un día; enséñale a pescar, y comerá
toda su vida”, desde el 15M se están desarrollando alternativas económicas al
sistema capitalista como el autoempleo, el cooperativismo, la autogestión, el banco de tiempo o los
mercadillos de trueque.
A su vez, las asambleas populares de cada barrio se han convertido en la
resistencia más visible al desmantelamiento del Estado del bienestar que el
neoliberalismo con toda su barbarie expansiva ha ido imponiendo en los últimos
años. Y con el nacimiento de la Marea Verde (Educación),
la Marea Azul (Agua),
la Marea Blanca (Sanidad),
la Marea Roja (Empleo) o
la Marea Violeta (Igualdad
y Feminismo) se está desarrollando una verdadera sociedad política que actúa
como un contrapoder real y ciudadano en defensa de unos derechos mínimos que el
Estado debe garantizar a todos los ciudadanos.
Pero, ¿hacia dónde va el movimiento? Tras los argumentos
expuestos, se puede sobreentender que actualmente existen dos vías de trabajo y
que, aunque pudieran parecer “antagónicas” no son más que dos líneas paralelas
que, al final, se encontrarán en un mismo punto. La primera rama defiende una
postura autogestionaria y de apoyo mutuo, mientras que la segunda se parapeta
en pro de una serie de derechos que el Estado debe garantizar mientras
exista. Y he aquí el punto álgido del análisis. Ambas vías son
complementarias en este momento histórico de crisis, es decir, de transición,
tal y como remarcaba Gramsci hace ya casi un siglo. Una transición que está
irremediablemente abocada al agotamiento del sistema capitalista. La meta está
en un tránsito a una sociedad de decrecimiento, ecofeminista y postcolonialista,
sin Estado y sin gobiernos que “representen” al pueblo, puesto que será la sociedad
con el trabajo diario y arduo de cada una de las personas que la componen, la
que se autogobierne en todos los rincones del planeta. Esa es la auténtica
democracia real: “una sociedad donde todos participemos, construyamos
pensamiento colectivo y donde la diversidad sirva para fomentar el aprendizaje
mutuo”, añade Josafat Hernández.
Asamblea celebrada en Sol en la noche del 14 de mayo de 2012. Fotografía: Javier Polo. |
Pero alcanzar esta sociedad del decrecimiento requerirá de importantes
cambios en las formas de vida de las personas. Será difícil convencerlas de que
los ritmos frenéticos del capitalismo, como el consumismo enfermizo, son
totalmente insostenibles para un planeta finito. El 15M está inculcando valores
en torno a un decrecimiento justo que ya se presume vital, es decir, a un
proceso planificado de redistribución y reparto de los recursos que proporciona
la naturaleza.
Es en este punto donde surge el concepto del “buen vivir” frente al
“vivir mejor” que actualmente nos acompaña. Las comunidades indígenas de
Sudamérica, especialmente en Ecuador y Bolivia, defienden este “buen vivir”
como un modelo de vida o de desarrollo más equitativo, más sostenible y más
ecológico. Es una postura mucho más justa que el “vivir mejor” que defiende la
lógica neoliberal. Un “vivir mejor” que durante décadas ha permitido a unos
pocos cumplir esa premisa gracias al consumismo y al despilfarro masivo a costa
de otros muchos que han vivido y viven en la más absoluta miseria, siendo
quienes aportaban la materia prima y la mano de obra barata.
Pero para construir el buen vivir, el movimiento ha de expandirse con más
fuerza por todo el mundo. La internacionalización del 15M ha de ser real. La
creación del tejido social en cada casa, en cada calle, en cada barrio y en
cada pueblo se presume fundamental para conseguir derrumbar los valores
capitalistas generalizados en toda la sociedad, sobre todo tras la caída del
Muro. Solo hay un camino: insurrección, desobediencia, concienciación,
compromiso. Y voluntad. La voluntad de decir ¡basta! De estar dispuesto a
generar una revolución a nivel personal fundamentada en la ética y la justicia.
La voluntad real de trabajar conjuntamente por un fin común.
Artículo publicado en el blog Hemisferio Zero
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