6 de marzo de 2011

El Carnaval y sus orígenes romanos

Carnaval, Carnaval. No he parado desde que llegué a Yecla. La verdad es que vivir esta fiesta pagana junto a la peña de Los Tolelos Mueltos ha estado a punto de acabar conmigo. Los días empezaban a las 11 de la mañana y acababan a las 6 o las 7 de la madrugada. El jueves fiesta previa a Carnaval acompañados de otra peña amiga, La Batucada, y el viernes gran actuación en el teatro donde tuve la suerte de tocar el clarinete, acompañando a estos “monstruos” en el escenario.

Y ayer sábado, día de comilona, tarde de preparación (psíquica y física) y por la noche la gran cabalgata. Ellos disfrazados de moros y cristianos. Yo, subido en el remolque de un tractor, pinchando al más puro estilo Puntillo. Con dos grandes altavoces donde las marchas moras y cristianas se entremezclaban con el Danza Kuduro. Todo un show. Para qué contaros. Cuando estén los vídeos en Youtube os los mostraré. Merece realmente la pena. ¡Vaya panda!


Es cierto que hasta hace unos años, el Carnaval era una festividad muy ajena a mi calendario. Nunca le prestaba mucha atención ni solía disfrazarme siquiera. Pero la suerte de conocer a mucha gente que lo vive con intensidad, unido al efecto Puntillo de hace dos años, despertó en mí la ilusión por una fiesta que tiene muchos siglos de historia. ¿Sabéis que es en la antigua Roma donde se fijan los inicios del Carnaval?

El mes de febrero era un periodo de pasaje entre el año viejo y el nacimiento del nuevo para los romanos, periodo de caos en el cual todo se mezclaba. Las celebraciones comenzaban con las Saturnalia, muy cercanas en tiempo a la Navidad actual. Eran, como su nombre indica, unas fiestas dedicadas a Saturno, dios de la agricultura y las cosechas. Estas fiestas duraban en principio un solo día, el 17 de diciembre, pero con el paso del tiempo se prolongaron del 17 al 23 de dicho mes.

Se rememoraba la Edad de Oro de la Humanidad, en la que Saturno gobernaba y en la que no existían las diferencias sociales, el sustento no se ganaba con el trabajo, reinaba la paz y siempre había comida. El primer día se nombraba en cada comunidad un rex saturnaliorum (el rey de las fiestas), que reinaba una semana. Se organizaban banquetes, juegos de azar (prohibidos todo el año) y bailes que a veces terminaban en orgías. Además, los roles se invertían y los esclavos podían burlarse de sus dueños y hacerse atender a la mesa. Lo mismo sucedía en las guarniciones; los soldados sorteaban el rex, se le daban las insignias de su cargo y con su séquito salían juntos practicando toda especie de libertinaje. 

Después de algunos días mataban al rey (elegido previamente entre los condenados a muerte) y todo volvía a la normalidad. La libertad otorgada a los esclavos y el alegre caos eran una memoria de aquel tiempo mítico, en el que reinó Saturno. Los cambios de rol (como los disfraces de ahora) indicaban una condición a la cual se deseaba llegar. Los rituales de transgresión son momentos de alegría en cuanto proyección de anhelos del alma, y expresaban la esperanza de conocer algún día otro tipo de felicidad que no sea la del momento: «aquí y ahora».

Las máscaras que se usaban en estas celebraciones eran signo de una diferencia que hay que colmar, de un límite que hay que borrar, y expresan una tensión colectiva hacia lo sagrado. Por eso el hombre romano, dueño de una sabiduría propia de toda sociedad tradicional, quiso y supo integrarlas en el ritmo mismo de la vida de la ciudad, el medio más seguro para controlar después los efectos y limitar las consecuencias. 

Estas celebraciones, que tienen mucho que ver con nuestro actual Carnaval, se celebraban a finales de diciembre y no a finales de enero porque el antiguo año romano constaba de diez meses (de hecho, etimológicamente, december viene de decem, que significa diez). Los dos meses que faltaban para completar el ciclo eran conocidos como la larga noche ártica, que llevaba a la luz del nuevo año, en una analogía simbólica del pasaje de las aguas, la renovación del cosmos que reactualiza el mito. Más tarde, el rey Numa (siglo VIII a.C.) decidió añadir los meses de enero y febrero, meses oscuros antes del solsticio de invierno que da la bienvenida al nuevo año.

Después de la creación propia del mes de enero, las Saturnalias asumieron la función de las festividades que anunciaban la renovación del año antes del solsticio, aunque se celebraban también otros rituales en el pasaje sin nombre entre enero y febrero.

Macrobio, escritor y gramático romano del siglo IV d.C., relaciona la etimología de “februarius” con los rituales de purificación. Februare en latín significa sudar, purificar, expiar, y Macrobio recuerda que Numa había consagrado este mes al dios Februus, divinidad de los muertos y la purificación. Durante este mes se debía purificar la ciudad y celebrar los rituales fúnebres.

Como ya he comentado, en la antigua Roma el año empezaba con la lunación de marzo. El 27 de febrero se celebraban las Equirria, fiesta que daba paso al nuevo año, y que se repetían el día 14 de marzo. Consistían en carreras de caballos en el circo de Alejandro o en el Campo de Marte en honor al dios Marte.

Pero las carreras de caballos tenían un significado mucho más místico en la época imperial, debido a la influencia de la religión caldea. El anfiteatro era el símbolo de la Tierra, las doce puertas de los establos eran las doce constelaciones y las siete vueltas de pista, la órbita de los siete planetas. Los actuales carros de los desfiles de Carnaval siguen siendo muy similares a los carros que en los anfiteatros romanos de la Roma imperial eran el símbolo del pasaje de los planetas en el cielo hacia la primavera.

También destacan las festividades llamadas lupercalias, que se celebraban en torno al 15 de febrero. Su nombre deriva supuestamente de lupus (lobo, animal que representa  a Fauno Luperco) e hircus (macho cabrío, un animal impuro). Las lupercalias se trocaron pues en una procesión de candelas pidiendo, en cánticos y letanías la misma protección contra la muerte y la fertilidad que procuraba Fauno Luperco, ahora elevada a esperanzas de una vida y salud mucho más alta. A pesar de todo, esta procesión de las candelas desterró el rito pagano mucho más efectivamente que todas las prohibiciones anteriores.

De las lupercales procede hoy la tradición del carnaval gallego característico de Ginzo de Limia, Laza y Verín, donde los cigarrones, pantallas o peliqueiros azotan a la gente con débiles fustas de cuero, con cencerros en honor a los pastores de los que Fauno Luperco era dios. 

1 comentario:

Jorge Ramiro dijo...

Me interesa conocer siempre el origen de las cosas y de esta manera es un placer averiguar y obtener la chance de la investigación sobre distintos temas. Ojala tenga la posibilidad de conseguir pasajes a roma que me den la chance de saber sobre el carnaval desde adentro

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