
Como ya comenté en otro artículo, el coltán procede, y de qué forma, del Congo. El cobre, de Chile. Pero la producción se concentra particularmente en China, la nueva fábrica mundial. Las grandes marcas piden máxima puntualidad y un mínimo coste a las subcontratas, y éstas lo consiguen exigiendo horas extras a los trabajadores y amenazando con despidos.
China es ya el mayor exportador del mundo de productos de Tecnología de Información (IT). Cada segundo sale un nuevo ordenador del gigante asiático. El sector electrónico crece una media de un 20% anual, pero apenas quedan beneficios de este impresionante crecimiento en los propios trabajadores del sector.
Trabajadores migratorios
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Trabajadores dormidos en la fábrica de Microsoft |
La mano de obra barata china se conforma de trabajadores que se desplazan del interior del país a las grandes ciudades industriales situadas cerca de la costa. Son los denominados trabajadores migratorios, agricultores y jóvenes que deciden abandonar la zona rural con el sueño de prosperar. Pero al llegar a estas grandes urbes se dan de bruces con la realidad: trabajos sin contrato, con jornadas de 12 a 14 horas, que se prolongan a la noche en tiempos de producción punta como en Navidad.
Estos trabajadores, que al no tener contrato ni siquiera tienen derecho a protestar por su situación, sufren accidentes laborales constantemente y se intoxican con los materiales tóxicos que han de manipular. Con el paso de los años, muchos de ellos sufren complicadas enfermedades respiratorias o cardiológicas debido a su constante exposición a minerales y metales peligrosos.
Pero esta situación viene de atrás. En los 80’, el discurso comunista cambió. China abrió sus puertas a la economía de mercado y el capitalismo irrumpió con su afán devorador. Los chinos vieron la esperanza de crecer y de cambiar su propia identidad. Comenzaron a soñar con una vida moderna. Qué equivocados estaban. Se convirtieron, casi sin darse cuenta, en el explotado motor que permite el funcionamiento del engranaje capitalista de Occidente. Sus largas jornadas de trabajo durante seis días a la semana y sus sueldos mínimos (de entre 70 y 130 euros al mes) sirven para que las grandes multinacionales puedan seguir compitiendo sin piedad en este mercado libre y sin reglas que nos caracteriza.
Los trabajadores migratorios viven en residencias específicas. No son vistos más que como mano de obra barata. En cada una de las minúsculas habitaciones viven entre 10 y 12 trabajadores, que tienen como única propiedad el metro y medio cuadrado que ocupa su litera. En estas viviendas, llenas de ratas y cucarachas, no pueden cocinar ni salir después de medianoche, puesto que están sometidos a vigilancia constante.

Porque el contacto directo con minerales como el coltán, el cadmio o el plomo afecta de manera directa al organismo. El problema es que los trabajadores no sienten las secuelas hasta varios años más tarde, una vez que ya es irreversible e incurable. Esta precaria situación laboral demuestra que nadie se preocupa por estos trabajadores migratorios que no son más que el arma necesaria para que funcione el sistema capitalista. Una producción barata a costa de la salud y la vida de muchas personas. La situación es tan alarmante que ya han saltado a la luz pública noticias de jóvenes trabajadores que se están suicidando en cadena porque no aguantan la presión de compañías como Foxconn Taiwán, una subcontrata que trabaja para marcas como Apple, Sony, Nintendo, Microsoft o Amazon.
Aun así, en China se empiezan a alzar voces contra esta situación. Se pide la unión del movimiento ecologista y el movimiento obrero para denunciar la precaria situación en la que se encuentran los trabajadores. Han comenzado a organizar huelgas y protestas, pero todavía son pequeños grupos sin apenas repercusión.
Obsolescencia programada

En estos países pobres, también en China, los trabajadores se encargan de almacenar los pocos materiales todavía útiles de los ordenadores. Obtienen metales, chips... y el resto se quema, produciendo así una nube tóxica que contamina el aire, el subsuelo y las aguas subterráneas. Además, el procedimiento para obtener los metales válidos es ya de por sí bastante contaminante y peligroso: bañan los ordenadores en ácido para que los plásticos se consuman, consiguiendo así que el metal se desprenda.
Perspectivas

Por eso, desde Occidente tenemos que conseguir que las marcas se responsabilicen de la entera cadena de producción. Es muy denigrante ver que empresas como Fujitsu-Siemens se desentienden de las propias subcontratas que operan para ellas y que explotan a sus trabajadores en China. No podemos consentir que no se responsabilicen de lo que sus subcontratas hagan, pero sí se beneficien de los bajos costes. Tiene que existir mayor concienciación pública en los países desarrollados. Saber qué estamos comprando, de dónde procede y cómo se ha producido. No podemos permitir vivir en el lujo y en la ostentación a costa de la vida y los derechos laborales de los ciudadanos de la otra parte del mundo.
Por último, os aconsejo ver este documental: La mano de obra digital
1 comentario:
Pués si, la verdad es que entre todos estamos contribuyendo a que cada vez mas, se den estas situaciones. Somos los primeros en comprar producto no nacional incentivando a que las productoras se vayan a paises como China, llevándose con ellos toda su maquinaria, en busca de mano de obra barata, con el objetivo de aumentar los beneficios.
Hay también un documental que me impactó bastante en el que se muestra gran parte de lo que cuentas, lo he buscado en You Tube y aquí está el enlace, al que no se les ocurre mas que llamarlo a decent factory. Cuándo lo vi se me retorcieron las tripas.
http://www.youtube.com/watch?v=JPenUV55f90&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=uRYu4nwRjos&feature=related
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