14 de febrero de 2014

Federica Montseny, una anarquista en el poder

“Ni líder, ni dirigente ni jefe". Federica Montseny fue una de las grandes revolucionarias que dio el anarcosindicalismo español


In memoriam, en el vigésimo aniversario de su muerte

La historia personal de Federica Montseny Mañé corre paralela a la del anarcosindicalismo español y a la de la CNT, la organización en la que militó durante toda su vida. La una no se entendería sin la otra y viceversa. Porque esta mujer, de apariencia frágil pero fuerte como el metal, muy a su pesar, se convirtió en la figura femenina más importante del movimiento ácrata español.

Federica Montseny había nacido el 12 de febrero de 1905 en Madrid. Hija de una pareja de teóricos anarquistas, Juan Montseny (Federico Urales) y Teresa Mañé (Soledad Gustavo) dedicados en cuerpo y alma a propagar las ideas anarquistas por el estado español, mediante medios como ‘La Revista Blanca’, una de las más importantes publicaciones con que contó el movimiento anarquista en los primeros años del siglo XX. Desde su más tierna infancia, Federica fue educada en los principios libertarios, que propugnaban una sociedad nueva basada en la libertad individual y la abolición del Estado, una sociedad sin clases dominantes ni dominadas. “No fui al colegio porque mi madre, que era maestra, temía el contagio de la enseñanza oficial influenciada por el catolicismo. Ella creía que podía darme la enseñanza que no encontraría en los centros pedagógicos oficiales, dejándome en libertad de elegir siempre mi camino”, explicaba.

La fuerte influencia que sobre Federica ejercen el pensamiento y la actitud vital de sus progenitores así como las lecturas que iban cayendo en sus manos, convierten a la adolescente Federica en una escritora en ciernes. Con dieciséis años escribe su primera obra: ‘Horas trágicas’. Desde este momento, colabora regularmente en la prensa anarquista con sus artículos sobre naturismo, pacifismo, anarquismo y, sobre todo, feminismo.

Una de las ideas más arraigadas en la concepción anarcofeminista de Federica Montseny fue la necesidad de una educación universal, que no excluyera a las mujeres, como se venía haciendo de manera sistemática. Pero, por supuesto, no cualquier tipo de educación servía. Abogaba por una educación auténticamente libre, donde las mujeres tuvieran opción de elegir su propia forma de vida, donde el poder de decisión fuese una realidad y no solo un deseo utópico. A la consecución de este objetivo dedicó la mayor parte de su tiempo.

Y para ello se valió de las únicas herramientas que tenía a su alcance: las palabras, los libros, las ideas. Federica escribió, a lo largo de su vida, más de seiscientos artículos, numerosos relatos de ficción, novelas y ensayos. Entre sus títulos más importantes cabe destacar: ‘La indomable’, ‘El anarquismo militante y la realidad española’, ‘La Comuna de París y la Revolución Española’, ‘Los precursores: Anselmo Lorenzo, el hombre y la obra’, ‘Mujeres en la cárcel’, ‘Cien días de la vida de una mujer’, ‘Heroínas’, ‘El éxodo. Pasión y muerte de los españoles en el exilio’ y su libro de memorias ‘Mis primeros cuarenta años’.

Sin embargo, se puede afirmar rotundamente que su talla política dejó en un segundo plano su carrera como intelectual. Quizá hoy en día, cuando ya es costumbre que las mujeres se sienten en el consejo de ministros, no se le conceda la importancia histórica que tuvo esta mujer. Y es de justicia reivindicarla. Montseny fue la primera mujer en Europa y una de las primeras en el mundo entero que ocupó una cartera ministerial, la de Sanidad y Asistencia Social en el segundo gobierno que presidió Francisco Largo Caballero durante la Segunda República. Su período como ministra fue breve, apenas medio año, entre noviembre del 36 y mayo del 37 y aunque no hubo tiempo ni ocasión para llevar a cabo grandes reformas, se encargó de promulgar un proyecto de Ley del aborto, bastante avanzado para la época, que fue rechazado por otros miembros del gobierno, entre ellos el propio Largo Caballero. “Yo misma tampoco lo aprobaba, pero lo consideraba un mal menor cuando el embarazo representaba un problema social o personal para la mujer que era víctima de esa situación”, argumentaba.

Tras su salida del gobierno y la derrota en la Guerra Civil española, llegó el exilio en Francia, la amarga humillación de ver a miles de compatriotas detenidos en campos de internamiento, sin recibir la ansiada ayuda para continuar la lucha antifascista. Según contaba la propia Federica, estos fueron los peores momentos de toda su vida. Al poco tiempo de estar en Francia, comienza la Segunda Guerra Mundial, las persecuciones por parte del ejército nazi, la lucha clandestina. Afortunadamente, cuando ya estaba a punto de ser deportada a la España del general Franco, su tercer embarazo lo impidió. Después de la guerra, se instaló definitivamente en la ciudad francesa de Toulouse. Y aunque en 1977, por fin pudo regresar a nuestro país, continuó viviendo en Francia hasta el mismo día de su muerte, acaecida el 14 de enero de 1994. Durante su largo exilio, Federica trabajó activamente por mantener vivos los principios del anarquismo, dando conferencias o escribiendo artículos, así como por la reconstrucción de la CNT.

En definitiva, Federica Montseny no fue más que “una militante libertaria. Ni líder, ni dirigente, ni jefe, porque en la CNT no ha habido, ni hay, jefes, dirigentes ni líderes, sino hombres y mujeres libres que luchan codo con codo, en igualdad de condiciones y sacrificios, por un ideal emancipador”.

Una ideóloga y teórica de la revolución anarquista, una luchadora, una revolucionaria con mayúsculas. “La única manera de hacer una revolución es haciéndola, pero para hacerla se necesita un pueblo, pero antes de hacer la revolución hace falta hacer al pueblo. Esto es lo que muchos no han comprendido. No se puede hacer a base de una dictadura, de un golpe de estado, a base de la acción de unas minorías, una revolución se hace a base de un pueblo, pero hay que hacer que ese pueblo tenga conciencia y voluntad revolucionaria y para ello hay que trabajar incesantemente, incansablemente, interminablemente”.




1 comentario:

El Acantilado dijo...

Yo vivo en Toulouse y aquí hay buena memoria de Federica. Uno de los grupos más activos durante los largos años de exilio fue el Ateneo, de iniciativa anarquista. Todavía hoy siguen funcionando los herederos de aquellos anarquistas.

Para saber más sobre el exilio republicano en Toulouse recomiendo "El exilio Republicano español en Toulouse 1939-1999", Ediciones UNED, obra conjunta dirigida por Alicia Alted y Lucienne Domergue.

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