El pueblo mapuche se manifiesta para recuperar el agua y las tierras que les han sido sustraídas por los gobiernos chilenos
Hace unos días, llegó a mi correo electrónico una entrevista realizada por mi buena amiga Fiorella Ermeti a miles de kilómetros de aquí. En ella, contaba a grandes rasgos la cruda realidad que viven los mapuches del sur de Chile y, en concreto, la difícil situación de Braulio Cheuquepal y los habitantes de su comunidad.
Los mapuches son un pueblo originario sudamericano que habita el sur de Chile y el suroeste de Argentina. A la llegada de los conquistadores españoles en el siglo XVI habitaban entre el valle del Aconcagua y el centro de la isla de Chiloé, en el actual territorio chileno. Aunque muchos cedieron a la ocupación, otros no permitieron ser sometidos por los españoles y se opusieron en la llamada Guerra de Arauco, que duró más de cien años. Entre los siglos XVII y XIX, los mapuches se extendieron al este de los Andes, de forma violenta en algunos casos y pacífica en otros. Pero su paz se vio truncada en el siglo XIX, cuando los estados argentino y chileno decidieron ocupar todos los territorios habitados por mapuches autónomos mediante operaciones militares llamadas “Conquista del Desierto” y “pacificación de laAraucanía”, respectivamente.
En las últimas décadas, los mapuches han vivido un proceso de asimilación a las sociedades dominantes en ambos países y existen manifestaciones de resistencia cultural y conflictos por el reconocimiento de derechos y la recuperación de autonomía. Actualmente, los mapuches sufren de discriminación racial y social en sus relaciones con el resto de la sociedad, y según estadísticas censales, un gran número de ellos vive en la pobreza.
La comunidad de Boreo
Braulio Cheuquepal |
Braulio Cheuquepal es uno de los dirigentes de la organización mapuche de la pequeña localidad de Boroa, situada en la provincia de Cautín, en la región de La Araucania chilena. En 2003, los apenas 1500 habitantes de Boroa decidieron poner en marcha el Centro de Salud Intercultural Comunitario Boroa Filulawen. Este edificio de 200 metros cuadrados cuenta con un box materno infantil, dos médicos, uno dental y otro de urgencias. “La gente tenía muchos problemas”, explica Braulio en la entrevista. “Les costaba llegar al pueblo más cercano con centro de salud, no había locomoción y la ambulancia nunca llegaba cuando había una urgencia”, añade.
Por eso, decidieron pasar a la acción. Levantar este centro de salud fue muy costoso, “una lucha muy dura, pues sacamos la plata de nuestro bolsillo”, explica. Y así lo tuvieron que hacer porque el propio Estado les dio la espalda en todo el proceso. “Decían que era una idea loca, que con nuestra visión diferente no íbamos a llegar a ninguna parte. Dijeron que la forma que teníamos los mapuches de entender la sanidad no tenía ningún sentido. Solo les valía la medicina winka (término mapuche para designar a los extranjeros blancos)”.
Esta cruda discriminación racial no se cierra ahí. “Los winkas prohíben a sus hijos hablar con los niños mapuches, incluso llaman brujas a las machis (autoridad religiosa mapuche)”, narra Braulio en la entrevista. Si la situación era históricamente complicada, con la llegada al poder del conservador Sebastián Piñera, todo se recrudeció. “Es uno de los gobiernos más represivos que hemos vivido, a parte del gobierno militar. Aun así, no hay muchos cambios con aquel”, añade Braulio en referencia a la dictadura de Augusto Pinochet. La represión es cada vez más salvaje y la población mapuche no aguanta más. Solo piden sus tierras, las tierras que les quitaron los diferentes gobiernos chilenos. “Ellos hablan de darnos un subsidio de tierra, pero deberían cambiar su lenguaje, pues lo que pedimos es que nos entreguen las tierras que nos robaron”.
Desde que la situación se agravó, el gobierno chileno ha optado sistemáticamente por ensuciar la imagen del pueblo mapuche. Se han dedicado a inventar y a manipular gracias al control de los medios de comunicación para intentar que el pueblo chileno se oponga a los derechos que reclaman estos ciudadanos. “Inventan para poder decir que somos personas conflictivas, malas personas, que incluso nos peleamos con el resto de la sociedad. Pero no es así, se puede ver por ejemplo con el centro de salud, donde atendemos a todos, donde invitamos a todos a que vengan, sean o no mapuches”.
La guerra del agua
La sequía es alarmante en la zona |
El principal problema con el que se encuentra la comunidad mapuche en la provincia de la Araucania tiene que ver con el agua. Más bien, con la escasez de agua. ¿Cómo una región que hasta no hace muchas décadas era regada por ríos, cauces y torrentes ha acabado así? “La culpa la tiene el Estado”, contesta Braulio. En 2001, el gobierno chileno comenzó a bonificar las plantaciones de eucalipto y pino en el sur de Chile con el objetivo de ampliar su producción maderera. Los devastadores efectos que tienen estas plantaciones sobre el suelo y los recursos hídricos eran totalmente desconocidos por los agricultores de la zona. Pronto, miles de hectáreas de terreno agrícola fueron repobladas con eucaliptos y pinos. Es decir, de especies que acidifican el suelo a la par que diezman su actividad biológica y biodiversidad. Asimismo, requieren de una enorme cantidad de agua con vistas a mantener un rápido crecimiento, por lo que su humedad desciende rápidamente, impidiendo el desarrollo de otras especies del ecosistema. Plantar eucaliptos es encender la mecha de los incendios forestales.
Pero claro, la industria forestal está detrás de todo el entramado. La madera sale diariamente en miles de camiones desde el sur de Chile hacia los puertos y se ha convertido en una de las exportaciones estrella de la economía chilena. Pero la comunidad mapuche no ve nada de ese dinero. Se llevan la materia prima y ellos no pueden más que mirar, mientras padecen la sequía de sus campos y la muerte por deshidratación de sus animales a cambio de una subvención estatal. “Según los técnicos, cada árbol absorbe entre 50 y 100 litros de agua”, dice alarmado Braulio.
Bosques de pinos y eucaliptos se apoderan del agua |
Además, grandes empresas privadas han comenzado a controlar el agua de los ríos para venderla a particulares y ayuntamientos, que son quienes dan el agua a los vecinos. Un agua que solo pueden usar para cocinar. “Hemos dejado de ser los dueños del agua que circula por los ríos que atraviesan nuestro territorio”, explica Braulio. De hecho, etas grandes empresas solo aseguran disponibilidad de agua potable hasta 2012. Por su parte, el Ministerio de Obras Públicas de la región permite a los agricultores del sur acogerse a una serie de “derechos de agua”, es decir, un derecho que permite a estos agricultores “elegidos” postular a un subsidio de riego para poder cultivar. Lógicamente, los mapuches son los últimos en recibir estos derechos que, para más inri, se han agotado por los problemas hídricos de la zona.
“No deberíamos pagar ni un peso por regar porque somos los dueños históricos de esas aguas”, reclama Braulio. La situación es dramática. Los campos mapuches no se riegan, están secos. Y en 2009 decidieron no aguantar más y empezar a protestar...
Terroristas...
Los mapuches ocuparon las grandes ciudades de la Araucania, principalmente Temuco. Las protestas fueron pronto reprimidas por la policía, que disolvió por la fuerza sus protestas pacíficas reclamando agua, tierra y el fin de los allanamientos y de la violencia policial. Los grandes medios de comunicación empezaron a hablar de los terroristas mapuches y el gobierno de Piñera comenzó a aplicar a los detenidos la Ley antiterrorista introducida durante la dictadura militar de Augusto Pinochet. Sin duda, un arma jurídica perfecta para intentar contrarrestar la creciente oposición violenta y no violenta que encontraba el régimen. “Están aplicando esta ley porque hay organizaciones que son un poquito más radicales a la hora de defender sus legítimos derechos”, explica Braulio. Y emitiendo solo imágenes de estos grupos o centralizando las protestas exclusivamente en ellos, “han conseguido que todos nos vean como terroristas y que el gobierno nos acuse a todas las organizaciones”, señala.
Aunque en un principio la ley de Pinochet se aplicaba a delitos terroristas de carácter político e ideológico, el gobierno de Patricio Aylwin modificó la ley en 1991 para ampliarla a todos delitos “que se comentan con la finalidad de producir en la población o en una parte de ella el temor justificado de ser víctima de delitos de la misma especie”. Las modificaciones introdujeron el delito de incendio y estragos, que es el que se ha aplicado de manera más común a los mapuches detenidos, incluyendo sus formas menos graves como la quema de “edificaciones desocupadas y bosques, mieses (conjuntos de sembrados), pastos, monte, cierros (cerca o vallado) o plantíos”.
“Usted puede ir y hablar con esas personas más radicales. Porque son personas, nunca le van a agredir. Conocen muy bien sus derechos y tienen una posición un poco más firme. Al gobierno le molesta que digan la verdad, que esas tierras son suyas y que les fueron robadas”, alega Braulio en defensa de estos sectores. Durante los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet y ahora bajo el mandato de Piñera, la justicia se ha acogido en innumerables ocasiones a esta ley para tratar los temas relacionados con las demandas sociales del pueblo mapuche.
La represión policial
En julio de 2010, 34 detenidos no aguantaron más y comenzaron una huelga de hambre. “La huelga llegó después de que incluso hubiera muertes de mapuches que lucharon por defender sus tierras”, recuerda Braulio. La comunidad de Braulio decidió ir a Temuco a apoyar en manifestación a los 34 mapuches declarados en huelga de hambre. “Salimos todo el pueblo mapuche a las calles, sin ejercer violencia, pero llegaron las fuerzas especiales y sin preguntar nada, sin conversar siquiera, nos vinieron a reprimir”, recuerda Braulio.
Dispararon gases lacrimógenos, balas de goma y hasta perdigones. “A mí justamente me disparó un carabinero. Creo que los carabineros no saben lo que está ocurriendo, porque si no, actuarían de otra forma. Ellos están aquí para resguardarnos, no para agredirnos ni matarnos”.
Braulio estuvo varios días en el hospital para recuperarse de los disparos de perdigones que recibió. “Me tenían esposado a la cama del hospital, tenía miedo porque nunca se me había pasado por la mente estar detenido y esposado por manifestarme en las calles de Temuco”, recuerda. Pero la acusación policial fue sorprendente: “Me acusaron de que yo les había quitado el armamento y que me había disparado solo. Me atribuyeron haber robado armamento a las fuerzas especiales”. Sin duda sorprendente, pero una carga muy grande para un mapuche. “Yo no tengo plata, tengo un pequeño abogado, pero a ellos los respalda el gobierno. Muchos de esos carabineros ya estaban con el golpe de Pinochet, han matado a muchas personas y siguen estando ahí, porque el carabinero que tenga conciencia, que tenga una familia, no creo que llegue y dispare sin más”.
¿Pero no estaban haciendo nada? “Nada, era una manifestación pacífica. Sin levantar la voz, sin decirles nada. Solo habíamos cortado algunas calles. Solo llegó, lo miré y me estaba apuntado. Salí corriendo y me disparó por la espalda. Ni siquiera pidieron una ambulancia, tuve que abalanzarme sobre una que iba por la calle para que me llevara al hospital”, rememora el líder mapuche.
Algunos de los detenidos en huelga de hambre fueron absueltos, sin embargo cuatro de ellos fueron acusados por atentado a la autoridad por haber atacado al fiscal antimapuche Mario Elgueta en 2008. Las condenas oscilan entre 20 y 25 años de cárcel. Siguen entre rejas, a pesar de haber estado más de 80 días en huelga de hambre.
El pueblo mapuche continúa padeciendo actualmente las mismas penurias de siempre. Históricamente, el pueblo chileno los ha torturado y tratado como animales, vejado a sus líderes religiosos, marcado con hierros, alcoholizado y, cuando estaba suficientemente diezmados, los encerraron en tierras pequeñas y pobres (La Araucania) para procurar que ellos y sus familias mueran de miseria. Actualmente, la industria forestal sigue plantando eucaliptos y pinos hasta en los mismos yacimiento de agua, incumpliendo así la legislación a tal fin. Los medios y el gobierno siguen criminalizando a los mapuches por sus protestas pacíficas en defensa de sus derechos fundamentales. Aun así, Braulio no se resigna: “Yo creo que el pueblo no es tonto y están viendo que entre el mapuche y ellos no hay distancia. Todos somos iguales. Llegará un momento en que tengan claro que, a pesar de lo que diga el gobierno, los mapuches no somos terroristas ni andamos quemando nada. Solo pedimos agua y tierras que cultivar”.
Os dejo ahora el documental "Agua de Luma", estrenado hace apenas un mes y que relata cómo la expansión de la industria forestal en La Araucanía ha originado la desaparición de numerosos cauces de agua y prolongados meses de sequía que afectan a diversas comunidades de mapuches y campesinos.
1 comentario:
Q triste situacion que viven estas personas. El poder arrasa con todo. El gobierno actual de Chile deberia estar avergonzado de esta terrible represion.
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