15 de noviembre de 2013

¿Volver a 2007?

Por motivos laborales, he venido a Córdoba, la ciudad que me brinda este interesante blog. Pero, tanto es el trabajo que tengo aquí que apenas puedo escribir, pero sí leer. Por eso, os regalo este artículo publicado por Eduardo Pérez en el Periódico Diagonal, pues me parece realmente interesante. Espero vuestros comentarios, pues podría surgir un interesante debate de estas líneas.

David Val

¿Volver al pasado o luchar por el futuro?

Por Eduardo Pérez
“Los obreros no deberían estar exclusivamente absortos en estas luchas guerrilleras inevitables que brotan de las incesantes transgresiones del capital o de los cambios del mercado. Deberían entender que, con todas las miserias que les impone, el sistema actual engendra simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para una reconstrucción económica de la sociedad. En lugar del lema conservador: ‘¡Un salario justo por una jornada justa!’, deberían inscribir en su estandarte la consigna revolucionaria: ‘¡Abolición del sistema de salarios!”

Valor, precio y beneficio, Karl Marx, 1865

Es común, cuando se habla con compañeros y compañeras de izquierda, por lo menos con los más sensatos, escuchar que “no basta con volver a 2007”. Efectivamente, no por rechazar el saqueo salvaje de estos últimos cinco años vamos a tener por qué aceptar el saqueo ‘moderado’ de los anteriores 30. Entre 1994 y 2007 los salarios retrocedieron seis puntos sobre el ingreso global, la diferencia entre el patrimonio de los hogares más ricos y los más pobres pasó de un 33,3 en 2002 a un 39,3 en 2005, y durante los últimos 30 años el 1% de la población española con mayores ingresos incrementó su participación en la riqueza social en un 21,5% mientras que el 99% restante la redujo en un 1,8% (1).

Obviamente, no tenemos la más mínima intención de volver a esa situación. Es porque “no basta con volver a 2007” que no sientan precisamente bien manifiestos como el de la autodenominada “Cumbre social” (CC OO, UGT y otras muchas comparsas), que señalaba el año pasado que el neoliberalismo actual les molestaba (parece que tampoco demasiado, teniendo en cuenta su actividad) porque está “quebrando el modelo de convivencia de los últimos 35 años”(2). Los burócratas de la Cumbre Social pueden echar de menos ese modelo de convivencia en el que vivían tan a gusto, pero la inmensa mayoría social no debería añorarlo, precisamente porque la “convivencia” se hacía sobre sus espaldas.

La paradoja es que decimos que “no queremos volver a 2007”, pero precisamente varias de las luchas sociales más importantes que estamos viviendo se ponen como objetivo principal volver a 2007. Derribar las contrarreformas sanitarias o educativas, o las luchas laborales, incluidas las que han tenido cierto éxito (informática, subcontratas de limpieza, etc.), no suelen ir más allá de querer revertir algunos aspectos de la reciente etapa de saqueo indiscriminado.

Ya antes de la crisis se intuía que uno de nuestros principales problemas es que el reformismo, o la revolución, ya no venía de la clase oprimida, sino de la clase dominante. Es ésta última la que tiene una agenda, una idea de sociedad, y la que nos martillea a diario con su ideología, mientras nosotros nos escandalizamos, huimos despavoridos como pollos sin cabeza, o como mucho les rogamos un poco de piedad o damos batalla de forma testimonial para salvar los escasos muebles que nos quedan en nuestra casa. En este contexto, surgen algunas propuestas ofensivas generales, como el proceso constituyente o la auditoría de la deuda, pero de momento tienen escaso recorrido y han servido para poco más que para decorar la pancarta de la enésima manifestación a la que acudimos “porque algo hay que hacer”. Los de arriba son los revolucionarios y los de abajo estamos a la defensiva, somos conservadores o, si nos comparamos con aquellos a quienes Marx definía como conservadores en la cita inicial (quienes mantenían una lucha ofensiva), somos directamente ultraconservadores, reaccionarios.

Derechización social
El combate se ha desplazado tanto al terreno marcado por el capital que, además, nuestra actitud defensiva se llega a caracterizar incluso con epítetos como “radical” o “intransigente”. Esto no deja de ser otro favor al enemigo ya que, si pretender mantener el sistema tal y como está es “radical”, plantear otro tipo de sociedad entra dentro de la locura. Como ejemplo extremo, energúmenos de la talla del director de La Razón, Francisco Marhuenda, puede decir tranquilamente que “los medios de comunicación son mayoritariamente de izquierdas” (3). Que alguien pueda identificar a Telecinco o El País como “izquierda”, cuando ni la izquierda misma es de izquierda, asciende al nivel de tomadura de pelo.

La confusión generalizada se refleja de nuevo en los ambientes de la izquierda más combativa (o menos conservadora), que se presta al juego ideológico sistémico. Por poner un ejemplo, este sector no duda en calificar, con cierto desprecio, a la derecha con regusto progresista como “social-liberal”, y a la izquierda social-liberal con “la socialdemocracia”.

Podríamos definir el social-liberalismo, o liberalismo de izquierdas, como una propuesta política que consiste en mantener el capitalismo con un mayor control o propiedad estatal para asegurar que parte de la plusvalía arrebatada a las clases dominadas repercute en ellas a través del gasto público. Ésta es la única izquierda electoral que existe hoy en día en el Estado español, y su peso institucional es escaso. Llamar al PSOE “social-liberal” no tiene sentido ninguno, y menos todavía hacerlo con desprecio pues en realidad es un fantástico halago al partido con mayor responsabilidad en el auge neoliberal español. En cuanto a la socialdemocracia, recordemos que ésta es una escuela política que defiende una transición pacífica, acorde con las leyes burguesas, al socialismo, una sociedad basada en la libre asociación de los productores. Nada remotamente parecido existe desde hace décadas más allá, si acaso, de algunos partidos políticos –irrelevantes a escala estatal- cuyo “socialismo” o “poscapitalismo” no parece ir más allá de la mera retórica.

Darnos cuenta de nuestro conservadurismo y confusión no significa que sea fácil darles la vuelta. Y por supuesto, mejor una lucha conservadora como clase que la inacción. Pero sí debemos ser conscientes de la situación y, si de verdad no queremos volver a 2007, o incluso queremos cambiar la sociedad, empezar a ver cómo lo hacemos.
Incorporar las luchas defensivas y parciales a luchas ofensivas y coordinadas debería ser una prioridad. Empezar a dibujar otro tipo de sociedad, un proceso constituyente que no se quede en redactar otra Constitución inútil, también.
Habrá quien piense: “Con la que nos está cayendo, como para atacar”. Ya lo dicen en el fútbol, “la mejor defensa es un buen ataque”. O, por acabar con otro clásico, en este caso Mijail Bakunin: “Al buscar lo imposible siempre se ha realizado y reconocido lo posible. Y aquellos que sabiamente se han limitado a lo que creían posible, jamás han dado un solo paso adelante”.



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