9 de enero de 2015

El peligro de la islamofobia

 El mensaje antimusulmán crece amparado por políticos xenófobos que cada vez ganan más peso en Europa y España. Es el momento de actuar y frenar tanto sinsentido


 “El atentado fascista en París contra la redacción del semanario ‘Charlie Hebdo‘, que ha arrebatado la vida a 12 personas, deja una doble o triple sensación de horror. Está el horror de la matanza misma, el horror de que sus víctimas se dedicaran a escribir y dibujar, pero hay un tercer elemento de horror: la islamofobia”. Estas palabras no son mías, las suscribe el periodista de “La Directa”, Santiago Alba y creo que están cargadas de razón.

Y continúa: “Lo urgente no es impedir un crimen que ya no podemos impedir; ni tampoco condenar asqueados a los asesinos. Eso es normal y decente, pero no urgente. Tampoco, claro, espumajear contra el islam. Al contrario. Lo verdaderamente urgente es alertar contra la islamofobia, precisamente para evitar lo que los asesinos quieren -y están ya consiguiendo- provocar: la identificación ontológica entre el islam y el fascismo criminal”.

He querido rescatar estos dos párrafos de su artículo “Lo más peligroso es la islamofobia” porque creo que todas aquellas personas que creamos en el respeto y la solidaridad entre pueblos debemos estar más alertas que nunca ante el mal que se nos avecina. Desde que se produjo el brutal atentado, las redes sociales en España han dado verdadero asco. Bajo el hashtag #StopIslam se han escrito algunas de las aberraciones más sangrantes de los últimos años y si la Ley Mordaza funcionara para alguien más que para los activistas de izquierdas que atacan al poder, debería aplicarse sin remordimientos ante muchos de los que ayer deseaban la muerte a todo musulmán viviente.

Pero si la madurez política en España es escasa, llega a niveles de nulidad total cuando se refiere a geopolítica. Mientras ayer Francia, que sufrió el atentado más duro de los últimos años, se esforzaba en las redes sociales en dejar bien claro que el islam no tiene la culpa con el hashtag #IslamNonCoupable, en España el hashtag #StopIslam se llenaba de insultos, amenazas, improperios y salvajadas que si bien no están al nivel de los sucios terroristas de ayer, sí que dejan muchísimo que desear en un país supuestamente democrático. Lo triste es que este odio es cada vez más generalizado. Ayer miles de tuits se escribieron bajo el terrorífico paraguas de #KillAllMuslims (matar a todos los musulmanes).

Como bien reconocía la periodista Olga Rodríguez casi desde el primer minuto tras el atentado, la comunidad musulmana tanto en España como en Francia y en la mayoría de países árabes rechazaba y condenaba con rotundidad el atentado. Miles de musulmanes de todo el mundo llenaron Twitter de mensajes en repulsa hacia el atentado bajo el hashtag #JeSuisCharlie y #NotinOurName (no en nuestro nombre). Además, el Consejo Musulmán de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña, así como la Junta Islámica en España condenaron fuertemente el atentado y desvincularon estas acciones terroristas con su religión.

“Estamos consternados. Condenamos sin ambages el suceso. Estamos avergonzados y esperamos que la justicia francesa coja y condene a los autores. El asesinato está fuera del Islam. Ni unas viñetas, ni la religión, ni nada pueden justificar a un asesino. El asesinato está fuera de la ley y de la razón”, afirmaba Muhammad Escudero Uribe, vicepresidente de la Junta Islámica española pocos minutos después de conocerse la autoría del atentado. En el comunicado que hicieron público señalaban que “los individuos autores de los atentados no representan para nada ni el Islam ni a la comunidad musulmana sino que por sus actos y actuaciones son enemigos declarados de nuestra religión y de toda la comunidad musulmana en Europa y el mundo entero”.

De hecho, quienes conozcan a personas musulmanas y se hayan adentrado un poco en el Islam sabrán que esta religión promueve la paz, la integración y la convivencia. Pero fundamentalistas y radicales hay en todos sitios y en casi todas las religiones. La gran diferencia radica en que no se trata con el mismo rasero a unos y otros. El 22 de julio de 2011, Oslo, capital de Noruega, vivió una serie de atentados que dejó 77 muertos y más de un centenar de heridos, casi todos ellos adolescentes. Anders Behring Brivik empresario noruego de 32 años se consideraba fundamentalista cristiano, de ideología nazi e islamófobo. En apenas unas horas había sembrado el caos en Oslo con varios coches-bomba y un tiroteo en Utoya, donde se celebraba un campamento juvenil político del Partido Laborista Noruego.

¿Se atrevió algún medio a titular que el fundamentalismo cristiano sembraba el terror en Noruega? Lógicamente no. Sin embargo, a casi ningún periodista le tiembla el pulso a la hora de equiparar al islam con el fundamentalismo radical de algunos musulmanes. Según los datos de diverasas fuentes, actualmente el islam cuenta con más de 1.200 millones de fieles, mientras que la organización paramilitar de Al-Qaeda y el movimiento fundamentalista de los talibanes no alcanza los 50.000 seguidores.

Es más, el 95% de los asesinados en manos de estos islamistas radicales son musulmanes, pues desde hace años siembran el terror en Afganistán, Irak, Siria o Yemen. De hecho, ayer mismo más de 30 personas murieron en un sangriento atentado en el centro de Saná, capital de Yemen. Pero estos muertos apenas aparecieron en los informativos.

Por desgracia, nos hemos acostumbrado a ver diariamente en los telediarios decenas de muertos a manos del islamismo radical en países árabes que apenas nos hacen levantar la vista del plato. Se ha normalizado de una forma escandalosa. Anualmente, miles de familias son destrozadas por la furia de unos desalmados que no pueden considerarse musulmanes, sino sucios terroristas cuyo único objetivo es sembrar el terror en el mundo árabe. De hecho, ayer algunos medios árabes aun siendo objeto de amenazas por el yihadismo no dudaron en condenar los atentados.

En definitiva, el Islam no es el problema. Los musulmanes no son el problema. Al igual que no se podía considerar terrorista a todos los vascos no se puede ver en todo musulmán a un asesino en potencia. Tenemos que ser más inteligentes que ellos. Y tenemos que demostrar a los medios de comunicación que están equivocados al hablar del fundamentalismo islámico como si de un todo se tratara. Por desgracia, el contexto europeo no ayuda, pues parece que estamos en el albor de un fascismo rampante. Sigamos el ejemplo de los franceses, que aunque diariamente reciben decenas de consignas islamofóbicas (a la sombra del Frente Nacional de Le Pen) se mantienen firmes contra esta injusticia. Es el momento de defender valores como la igualdad ante la ley, la democracia, la libertad de expresión, la tolerancia y la ética por encima de naciones y fronteras.

Tenemos que acabar con esta lacra fundamentalista, pero para ello necesitamos tener de nuestro lado a los millones de musulmanes que sufren diariamente el terror de estos malnacidos. No podemos caer en el enfrentamiento generalizado. Su “matemos a todos los infieles” no puede ser contestado por un “matemos a todos los musulmanes”. El día que eso ocurra, estaremos todos condenados. Condenados, como decía hace unos días en Le Monde el escritor Edwy Plenel “a una guerra civil de Europa contra ella misma, contra una parte de sus pueblos, contra esos hombres, esas mujeres, esos niños que viven y trabajan aquí y que, a través de las armas del prejuicio y la ignorancia, han sido previamente construidos como extranjeros en razón de su nacimiento, su apariencia o sus creencias”.

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