
Hasta no hace muchos años, el estrés se asociaba al exceso de trabajo. La sobrecarga de reuniones, viajes, horas delante del ordenador... influían perjudicialmente en el sueño, en las relaciones familiares y sociales, en nuestro comportamiento... detonando finalmente en una fuerte crisis de ansiedad, llegando incluso a provocar trastornos psicológicos. Hoy, ese estrés laboral ha dado lugar a otro tipo de estrés... el del desempleado.
En el artículo de mi compañera Rosario, se recogen las declaraciones de Lina Badimon, directora del Centro de Investigación Cardiovascular: “Últimamente se ha evidenciado ese tipo de estrés, el de la gente que se queda sin trabajo, que llega angustiada a fin de mes”. Y es que el estrés de tener que sobrevivir para salir adelante, también produce enfermedades cardiovasculares. Es más, apenas un mes después del derrumbe de Lehman Brothers en Estados Unidos, Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud, avisó de que no convendría subestimar las consecuencias psicológicas de la crisis económica. “Y tampoco debería ser una sorpresa que empezáramos a ver más casos de estrés, suicidios y desórdenes mentales”. Es decir, algo similar a lo que ocurrió después del Crack del 29.
Tanto que, según reza un reportaje publicado el pasado año en El País, el Colegio de Psicólogos de Madrid estima que el número de personas que acuden a consulta con una sintomatología depresiva causada de forma directa por la pérdida del trabajo, por miedo a perderlo o por no encontrar uno nuevo, se ha incrementado entre un 20 y un 25 por ciento en los últimos meses.

Jesús de la Gándara, jefe del servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, identifica dos tipos de pacientes cuyo número ha crecido con el deterioro económico: “Han aumentado los trastornos entre los que viven una gran situación de desprotección social y entre los pequeños empresarios y autónomos”. A corto plazo, los primeros síntomas de este estrés por desempleo son los ansioso-depresivos. “En un nivel más alto de malestar se puede llegar al abuso de sustancias, alcohol, tabaco, café... Y, por último, al suicidio”, explica de la Gándara, que resume en un acrónimo, SIN, el cuadro clínico de las personas que necesitan ayuda. “La `S´ hace referencia al sufrimiento; la `I´ es la incapacidad, porque ya no puedes dormir, comer o divertirte, y la `N´ es necesidad, de beber, fumar, de pastillas. Cuando se cumplen los tres requisitos, ese señor está enfermo”.
Hay otro concepto que psicólogos y psiquiatras manejan para entenderse: la indefensión. Designa ese momento en que un individuo se ve desbordado, cuando se tiene la sensación de que, por mucho que se haga, por mucho que uno se esfuerce, no va a conseguir cambiar nada de lo que le rodea. Suele aparecer cuando se rompe un equilibrio estable como, por ejemplo, perder un empleo o unos ingresos. Entonces, si nuestras herramientas mentales para la transformación quedan bloqueadas, podríamos vernos abocados a una espiral depresiva. “Se trata de un trastorno de adaptación, una respuesta psicológica de tristeza, pesimismo y ansiedad ante una situación estresante. Es decir, no es una depresión en sentido estricto, que se caracteriza por una profunda tristeza patológica sin causa aparente”, explica Eduardo García-Camba, jefe del servicio de psiquiatría del hospital Universitario de la Princesa de Madrid.
A todo esto, hay que sumar que el estrés intenso y crónico, que se alimenta de incertidumbres y pesimismo duradero, es muy dañino para el cerebro porque destruye neuronas. Por ejemplo, la versión oficial dice que la incertidumbre sobre el futuro provocó una cadena de suicidios (hasta 40) entre los trabajadores de France Telecom.

Esto es lo que dicen los “profesionales”. Mi versión: A) O tienes un buen enchufe (de esto ya hablaré otro día) o B) Te lo curras como nadie. Además de tener que demostrar a cada segundo que eres muy bueno en lo que haces, que eres resolutivo, que tienes iniciativa, que eres competitivo, buen profesional, mejor compañero... Y aun así, no las tengas todas contigo. Apuesto por el enchufe o por mi decisión actual: ser autónomo. Aunque lo de salir echando leches de este país en quiebra tampoco es mala opción.
Conclusión: Estamos jodidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario